Día y noche de cuchillos largos en la izquierda
La calculadora del rédito electoral está trabajando a marchas forzadas en Moncloa y en manos también de la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Pero los cálculos no salen. La teoría de que pueden salir beneficiados del derrumbe de las amigas Belarra y Montero, sepultadas por su decisión de mirar hacia otro lado ante la basura de los fundadores del partido, y colegas de la adolescencia tardía, no acaba de cuadrar. Y si se hace un primer tanteo entre los que se dedican a las encuestas, tampoco ven nada claro que de este estercolero pueda salir alguien beneficiado en las siglas de la izquierda. Todos lo sabían, y cuando se dice todos, la referencia afecta también a dirigentes del Partido Socialista.
De hecho, los asombroso es que, circulando el runrún por todos los mentideros políticos, con denuncias moviéndose desde 2016, con algunas de las «hermanas» del progresismo al tanto de lo que hacían sus amigos feministas, con profesores sometidos a las quejas de las alumnas y de los alumnos por el acoso sexista del profesor Monedero, esto no haya estallado antes. Si lo hace ahora es por razones políticas: la «mano negra» que ha encendido la mecha está dentro de la órbita de quienes fueron un día morados y hoy están en el saco de los ex de Iglesias.
En cualquier caso, la crisis obliga a una reflexión política y sociológica sobre el fenómeno de una casta de dirigentes políticos, que ocupan el campus de una universidad pública y se mueven como si esta fuera su castillo, y que utilizaron su posicionamiento universitario y su liderazgo político para ejercer, presuntamente, un abuso de poder sobre las mujeres, alumnas, en algunos casos, en otros, de su órbita política. Tanto llegaron a pervertir una buena ideología que les ha estallado bajo los pies y les ha dejado a todos con las vergüenzas al aire.
Es curioso, pero sabiéndolo, como lo sabían, a nadie le preocupaba que esto pudiera acabar saliendo a la luz pública, desde su convicción en que su superioridad progresista les eximía de tener que rendir cuentas. «No hacía falta compartir mucho tiempo con alguno de ellos para saber de qué pata cojeaba el perrito». Es la manera en la que lo resume una de las mujeres que se han sentido acosadas sexualmente por Monedero. Y, sin embargo, han tenido que pasar años, y darse una determinada coyuntura política, para que la basura se expanda y se les acabe el cuento de decir que todo forma parte de una confabulación de la derecha en su contra.
Ahora hay que ver qué consecuencias tiene esta explosión interna en movimientos futuros que se produzcan dentro de la izquierda. Porque hará mal Yolanda Díaz en pensar que ella está a salvo. Como también se equivocarán las dos amigas, líderes de Podemos, si creen que acabará escampando. Monedero es una bomba de relojería a la que ya se le ha quitado el seguro. El cofundador de Podemos lo sabe todo de Pablo Iglesias. En lo personal, en lo político, en la financiación del partido, en todo. Y también lo sabe todo de Yolanda Díaz y guarda secretos que afectan directamente a la dirección socialista. Él se ha manejado siempre bien en Venezuela, por ejemplo.
La respuesta a quién ha movido el árbol es posiblemente lo de menos porque, una vez que esto se ha puesto en marcha, es impredecible cómo acaba. El PSOE no sabe con quién puede sumar en la izquierda en las próximas elecciones generales para mantener el poder. Yolanda Díaz no tiene ya ni plataforma. Los que estaban en Sumar no quieren repetir proyecto con Yolanda, y andan presionando de manera indirecta al PSOE para que la quite de en medio. Y los que quedan en Podemos están ocupados en terminar de coser su venganza sobre los socialistas.
Es un buen momento para llamar a la puerta de las feministas socialistas de pata negra. «Es curioso que ninguna de las que nos han estado dando clases de supuesto empoderamiento haya levantado la voz contra la presunta propensión de algunos compañeros de partido a sobrepasarse con las mujeres, una conducta que es totalmente contraria a la moral sexual que han defendido con una violencia que acabó desprestigiando y manchando la causa por la que llevamos trabajando tanto tiempo desde el socialismo». La reflexión la hace una de las que más se significaron por cuestionar la Ley del «solo sí es sí».
El desgaste sobre Podemos es «impredecible», pero también lo es la posibilidad de que de aquí salga algún beneficio para el conjunto de la izquierda. La legislatura comenzó con el compromiso de la coalición de no repetir las malas prácticas del pasado. Yolanda Díaz no iba a hacerse un Pablo Iglesias y no se repetiría el ruido de entonces. Hoy la izquierda es un campo de batalla donde no se discute por política, sino que se ha abierto la veda para un ajuste de cuentas que suena a secuela de «El Padrino».