AD.- Lo peor no es la probada torpeza e incompetencia de Carlos Mazón, ni que esté proporcionando tantos balones de oxígeno a los rivales de su partido, lo inquietante es la inacción de Feijóo, acaso esperando que amaine la lluvia cuando la borrasca (y perdonen la siniestra metáfora) lleva todas las trazas de convertirse en desbordante riada, que puede acabar ahogando las posibilidades del gallego de convertirse en el sucesor de Sánchez. Los errores y contradicciones de Mazón se acumulan hasta el punto de que los socialistas se aferran a él como su principal tabla salvavidas en medio del océano de corrupción que rodea a Sánchez. Y no sería la primera vez. El precipitado pacto de gobierno de Mazón con Vox en la Comunidad Valenciana tuvo un efecto carnívoro en torno al sueño monclovita de Feijóo. El acuerdo valenciano con Vox antes de las elecciones generales de julio de 2023, en contra de la estrategia marcada por la dirección nacional, movilizó a centenares de miles de votantes templados en favor de las siglas socialistas. La deslealtad de Mazón al anteponer su futuro político al interés nacional le debería eximir de los atenuantes que ahora se esgrimen desde Génova para justificar su continuidad al frente del gobierno valenciano.

La inacción de Feijóo con Mazón exigiría la reacción inmediata de los barones regionales. No puede entenderse, bajo ninguna circunstancia, que con todo a su favor, impulsado hacia la Moncloa por el hartazgo general hacia Pedro Sánchez, el pontevedrés comprometa sus expectativas políticas al mantener aún con vida al comatoso Mazón, cuyo futuro político ha pasado de gris marengo a negro zahíno. Mazón se puede llevar por delante a Feijóo como el Prestige se llevó por delante a Fraga y el 11M a Rajoy. En guerras sucias hay que reconocerle a la izquierda un talento innato que la derecha paniaguada nunca tuvo.

La situación con Mazón ya se ha hecho  insoportable para el PP. Tal vez sea injusto que Mazón tenga que dimitir y no Sánchez, pero es que es el PP, y no el Gobierno, el principal damnificado electoral por la gestión de la DANA. Mientras la izquierda sale a la calle para exigir de forma multitudinaria la dimisión de Mazón, a la derecha le faltan agallas para meter presión social y comprometer seriamente a Sánchez. Se conforma con inocuos memes y comentarios en redes. Por consiguiente, el relato sobre la tragedia de la DANA la ha ganado la izquierda de calle. Es justo reconocer que Mazón se lo ha puesto fácil.

El Consejo de la Generalidad de Valencia envió la respuesta a la jueza que investiga la causa para confirmar que Mazón no había llegado al Centro de Coordinación de Coordinación Operativa Integrado cuando se envío la ES-Alert a la población, el pasado 29 de octubre a las 20:11 horas. La magistrada había solicitado al Consell que informase “de forma sucinta si concurrió alguna otra autoridad al CECOPI previamente a la emisión del mensaje de alerta” y “se integró en el mismo”.

Es decir, Mazón ha creado más confusión al cambiar de versión con respecto a lo que dijo cuando ocurría la crisis de la DANA.

La mayor novedad es que ha desvelado por primera vez la hora a la que acudió al CECOPI. “Llegué al CECOPI a las 20:28 horas”, ha señalado, cuando hace unos meses, en plena crisis por la DANA, decía lo siguiente: “Yo me incorporé personalmente cuando ya se vio que venía esa revolución hidrológica a partir de las 19:00 horas. Hasta las 18:45 horas, la Confederación no avisó de esa crecida del río”.

Preguntado por los medios por dónde estuvo entonces hasta las 20:28 horas de aquella tarde, el jefe del Consejo de la Generalidad sostiene que “primero en el Palau (de la Generalitat) y después de camino al CECOPI”, cuando una información de El País aseguraba que la comida en El Ventorro con la periodista Maribel Vilaplana tuvo lugar hasta las 17:45 horas, y días después de la crisis también aseguró que llegó más tarde al CECOPI debido al tráfico, en un recorrido que requiere aproximadamente de media hora en coche.

Además, ha dicho que ya recibía comunicaciones del CECOPI “a partir de las 17:30 horas”, mientras que cuando había ocurrido la tragedia sostuvo que la cobertura “era muy mala” y “entraba y salía”, diciendo incluso que no recibía comunicación por parte de Teresa Ribera: “Tengo que decir que desgraciadamente no recibí ninguna comunicación, luego vi llamadas perdidas aquí por la cobertura, a partir de las 20:00 horas de Teresa Ribera. La que estaba fuera era ella”.

“Digo yo, que si estaba perfectamente comunicado desde que empezó el CECOPI, ¿cómo me estaban esperando a mí para dar la orden por teléfono a las 19:30 o a las 20:00 si desde las 17:30 ya estaba comunicado? Si había información y tenían que esperar a que yo diera la orden, ¿por qué no me lo dijeron a las 17:30? O a las 18:00, o a las 18:15, o a las 18:30, o a las siete, ¿no?”, ha argumentado Mazón.

Las alarmas ya están encendidas en Génova y la tensión es irrespirable. La idea inicial de la dirección del PP era la de no forzar el relevo de Carlos Mazón, pero en estos momentos la situación es insostenible. Hay incomodidad a la hora de tener que defender ante los medios la figura del presidente de la Comunidad Valenciana, pero no queda otra posibilidad, puesto que el líder Alberto Núñez Feijóo aun no ha dado ninguna instrucción.

Y eso que ya hay señales que deberían preocupar en la dirección. Datos demoscópicos que manejan en el partido y que arrojan la imagen de desastre total en lo político. El PP estaría ya por detrás del PSOE y de Vox en intención de voto en sus sondeos internos. Hasta ahora, la caída no había sido tan pronunciada como ahora. Ni siquiera un mes después de la DANA, ni antes de terminar el año, cuando la dirección nacional admitió que la Comunidad Valenciana se encontraba «en la UCI». El crecimiento de los dos extremos, Compromís y Vox, inquieta también.

Estos datos aumentan la agonía que ya vive todo el partido, pero a la que Carlos Mazón hace oídos sordos. Esta semana volvió a enrocarse y rechazó dimitir. Como demostró acelerando un acuerdo de gobierno con Vox, que hizo añicos la campaña electoral de Feijóo, a Mazón sólo le importa él mismo. Cree ser capaz de contar en el corto plazo con un «golpe de suerte» que le libere de las sospechas sobre su responsabilidad en la tragedia. De hecho, el presidente de la Generalidad  fía al plan de reconstrucción que presentará en las próximas semanas un revulsivo para recuperar la confianza de Feijóo y también su propia imagen. Aun así, sin credibilidad política ninguna después de tener que admitir que no llegó al Cecopi hasta 17 minutos después de enviar la alarma a la población, Mazón está dispuesto a continuar y Feijóo a consentírselo.

El PP y Feijóo se juegan mucho más que la pérdida de un gobierno autonómico. Que el Gobierno sanchista, carente de todo imperativo moral, esté consiguiendo focalizar en la gestión de la DANA la ineficiencia del PP liderado por Feijóo como alternativa de gobierno, puede terminar provocando un efecto contagio ante el desgaste que acusan las siglas valencianas. Sin embargo, la reacción de Feijóo (o mejor, la no reacción) empieza a ser desconcertante.

La felonía de Mazón pactando con Vox, a contrapelo de la estrategia de Génova, le terminó costando a Feijóo la Presidencia en 2023. Salvo que se quiera reproducir el mismo escenario para 2027, no hay otra salida que forzar la dimisión de Mazón al frente de la Comunidad Valenciana para que el cáncer no haga metástasis en el PP.