Austria, Alemania y Rumanía: la élite entierra la voluntad popular
Karina Mariani.- La pasada fue una semana horribilis para la democracia europea, justo cuando las élites del viejo continente pretenden erigirse en un faro moral frente a las autocracias cuyas «injerencias» tanto temen. En un contexto de creciente incertidumbre y tensión política, el establishment recurrió a maniobras desesperadas para silenciar y marginar a las opciones de derecha, incluso cuando estas representan a sectores significativos de la población.
Alemania, Austria y Rumanía se han convertido en ejemplos claros de cómo el sistema democrático se tambalea bajo el peso de un «cordón sanitario» que, lejos de proteger la democracia, la socava al ignorar la voluntad de los votantes y restringir libertades fundamentales, además de alimentar el resentimiento hacia el sistema electoral.
La doctrina del cordón sanitario, impulsado por el establishment político que se autopercibe «de centro», suscribe no obstante a los dogmas más rancios de la izquierda. Presupone que los movimientos políticos izquierdistas tienen filosóficamente la razón y, aunque sus gobiernos sean desastrosos, sus ideas son consideradas positivas. En cambio, cualquier formación de derecha debe ser tratada necesaria y preventivamente como una amenaza dictatorial. Si el movimiento de derecha comete, además, el pecado de tener apoyo popular, ha de ser tratado despectivamente de «populista» y a sus votantes como meros idiotas hipnotizados por la «propaganda» externa que es necesariamente «extrema y falsaria». Nótese que para sostener este retorcido razonamiento, los principios de la sociedad abierta, el universalismo, la diversidad y la multiculturalidad son dejados de lado. Paradojas de la narrativa bienpensante.
Cuestión que esta exclusión sistemática ha generado una desconfianza creciente en el sistema electoral: según una encuesta de Eurobarómetro de otoño de 2024, el 42% de los ciudadanos europeos cree que su voto no influye en las decisiones políticas. Con estos tres casos, la élite europea ha conseguido profundizar este sentimiento, perder aún más credibilidad y acercarse peligrosamente al modelo electoral fraguado o amañado típico de las dictaduras. Flaco favor le hacen a la causa de la democracia al imitar las prácticas que dicen rechazar.
Alemania: el irrefrenable ascenso de AfD y la traición de Merz
En las elecciones federales alemanas celebradas el 23 de febrero de 2025, Friedrich Merz y su Unión Demócrata Cristiana (CDU) lograron una victoria con el 28,5% de los votos, pero este resultado —el segundo peor en la historia del partido— lo obligó a buscar alianzas. Peor aún fue el desempeño de la coalición gobernante: el Partido Socialdemócrata (SPD) de Olaf Scholz cayó a un mínimo histórico del 16,4%, los Verdes obtuvieron sólo el 11,6% (cayendo respecto de 2021) y los liberales se desplomaron al 4,3% yendo al barranco de la representación parlamentaria. En contraste, el partido de derecha Alternativa para Alemania (AfD) duplicó su apoyo, alcanzando el 20,8% frente al 10,3% de las elecciones del 26 de septiembre de 2021. El electorado, con una participación superior al 80% —la más alta desde 1990—, expresó claramente su descontento con el gobierno.
Sin embargo, y a pesar de que Merz copió en campaña las propuestas y objetivos de AfD y que en la plataforma pareciera estar más cercano políticamente, apenas terminó el recuento traicionó lo dicho 15 minutos antes y, lejos de escuchar al público, insistió en mantener un «cortafuegos» contra AfD, excluyendo al segundo partido más votado de cualquier coalición. Merz, a pesar de prometer abordar la crisis migratoria con deportaciones rápidas y controles fronterizos, se desdijo en sus primeras palabras como ganador de la contienda y reafirmó su compromiso de marginar a AfD enviando un mensaje peligroso: votar por ciertas opciones es inútil, y el sistema democrático no refleja las preocupaciones de la gente. Una coalición CDU-SPD unirá a dos partidos en clara decadencia, lo que agravará la desconfianza ciudadana.
Alemania se caracteriza por un marco restrictivo fundamentado en la doctrina de la «democracia defensiva» (streitbare Demokratie), un principio consolidado tras la Segunda Guerra Mundial para proteger el orden democrático de «amenazas internas» que otorga al Estado un poder divino de decidir qué es una «amenaza», silenciando disidencias legítimas y creando un clima opresivo.
Una encuesta del Instituto Allensbach de 2024 muestra que la mayoría de los alemanes siente que no puede expresar sus opiniones libremente, evidenciando el sesgo del árbitro: mientras el 78% de los votantes verdes y el 61% de los socialdemócratas no perciben restricciones, el 88% de los simpatizantes de AfD se sienten censurados. Un caso reciente ilustra esta tendencia: en enero de 2025, una mujer de 74 años fue multada con 7.950 euros por un comentario en Facebook crítico con la política migratoria. Este ensañamiento refleja el clima de censura que afecta especialmente a los votantes de derecha.
No es un secreto que la Administración de Merz tendrá un bajo índice de aprobación. La exclusión del segundo partido más importante de Alemania hará que muchos de los votantes se sientan aún más marginados y sus preocupaciones sobre la inmigración y la economía no desaparecerán. La coalición unida con el único objetivo de excluir a AfD está destinada al fracaso.
Austria: el bloqueo al FPÖ tras su victoria electoral
En Austria, el panorama es igualmente alarmante. En las elecciones legislativas del 29 de septiembre de 2024, el Partido de la Libertad (FPÖ), de derecha, ganó con el 28,9% de los votos, pero fue excluido del gobierno mediante un acuerdo tripartito anunciado este jueves 27 de febrero de 2025, entre el conservador Partido Popular (ÖVP), los socialdemócratas (SPÖ) y los liberales de Neos. Christian Stocker, líder del ÖVP, asumirá como canciller, con el simpatizante del marxismo Andreas Babler (SPÖ) como vicecanciller. Tras 5 meses de oscuros contertulios, la imposición de este «cortafuegos contra la extrema derecha» ignora la voluntad popular, ya que los austríacos votaron por el cambio tras décadas de gobiernos ÖVP-SPÖ incapaces de resolver la inmigración ilegal, el alza de los precios energéticos y las dificultades económicas.
El FPÖ, liderado por Herbert Kickl, ha visto su apoyo crecer al 34% según encuestas recientes, lo que sugiere que nuevas elecciones lo fortalecerían aún más. Kickl calificó el acuerdo de coalición como una amenaza y prometió: «Hoy no es el final, volveré, no hay duda».
Mientras tanto, Babler impulsa nuevos impuestos y aboga por censurar las redes sociales para combatir «contenidos de extrema derecha», una bofetada más al sistema democrático.
También para esta alianza será difícil gobernar, dado que está impulsada por la desesperación de evitar nuevas elecciones en las que el FPO probablemente ganaría con más contundencia que en septiembre. Este menjunje de partidos sólo perpetúa en el poder a una élite cuyo fracaso ha sido rechazado en las urnas. La democracia de nuevo sacrificada en el altar de la casta.
Rumanía: la cancelación de Georgescu
El caso más escandaloso ocurre en Rumanía, donde el arresto de Calin Georgescu el 25 de febrero de 2025 ha desatado una polémica internacional. El 23 de noviembre de 2024, en una victoria sorpresiva, Georgescu ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía, con el 23% de los votos. Sin embargo, antes de que pudiera celebrarse la segunda vuelta, el Tribunal Constitucional anuló los resultados, citando supuestas «irregularidades» y acusaciones de interferencia rusa en la campaña, aunque no se han presentado pruebas sustanciales que respalden estas afirmaciones.
Luego de esto, Georgescu comenzó a ser investigado por acusaciones como promover ideologías controvertidas y por falsedad en su información financiera. Su arresto no duró mucho. Fue liberado horas después, ese mismo día, pero sujeto a restricciones judiciales que le impiden hablar públicamente en el período previo a las elecciones y quedará bajo control judicial por 60 días lo que podría derivar en una inhabilitación formal.
Días antes de su arresto, Georgescu denunció la persecución del gobierno contra sus partidarios, como parte de un esfuerzo más amplio para impedirle volver a presentarse como candidato. Figuras como Elon Musk y el vicepresidente estadounidense J.D. Vance han condenado estas acciones, alertando sobre un precedente peligroso para la democracia en la Unión Europea. La cancelación de las elecciones plantea dudas sobre el grado de tolerancia de la disidencia política en la región.
El ¿democrático? cordón sanitario
El cordón sanitario electoral es una estrategia política en la que los partidos tradicionales acuerdan, formal o informalmente, no colaborar ni formar coaliciones con un partido para aislarlo del poder. El término remite al ámbito médico, donde un «cordón sanitario» es una barrera para contener una enfermedad, y trasladado a la política se transforma en una idea peligrosa.
En Francia, el Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen ha enfrentado un cordón sanitario histórico. En las últimas elecciones legislativas de 2024, el RN obtuvo el 37% de los votos en la segunda vuelta, pero la alianza táctica lo dejó con solo 143 escaños de 577, a pesar de ser el partido más votado.
En Bélgica, Vlaams Belang se ha consolidado como una fuerza relevante en Flandes pero los partidos tradicionales mantienen un cordón sanitario explícito. En los Países Bajos, el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders ofrece una versión edulcorada de la discriminación. Tras triunfar en las elecciones de 2023 se rompió parcialmente el cordón sanitario con un pacto de gobierno en el que el líder del PVV no asumió como primer ministro por la resistencia de sus socios. Este «cordón flexible» revela una hipocresía: aislan al «peligroso» Wilders mientras coquetean con su partido y se aprovechan de sus votos.
El patrón es evidente: el establishment sostiene el dogma izquierdista, y busca sistemáticamente anular cualquier otro tipo de opción política antes que dialogar o atender las demandas de los votantes. Pero el mensaje es devastador: votar es en vano. Si el cordón sanitario se basara en la defensa de los principios de democracia liberal, entonces ¿por qué se hacen alianzas de gobierno con partidos que poseen principios y candidatos comunistas? Y si el argumento es que las alianzas se hacen con quienes aceptan las reglas democráticas, entonces ¿cuál de las opciones de la derecha citadas no han respetado esas reglas?
Esta constante exclusión y represión plantea serias dudas sobre el grado de tolerancia hacia la disidencia política y contradice los principios republicanos que Europa dice defender: la libertad de expresión, la pluralidad de ideas y el respeto por la soberanía popular. El desprecio de las élites por las voces disidentes presagia una crisis de legitimidad que fracturará, aún más, el proyecto europeo.