Forzados a pagar ‘Sálvame’ , Broncano e Intxaurrondo
Luís Ventoso / El Debate (Reproducido) Mi teoría políticamente incorrecta es que la mejor televisión pública es… ninguna. Y más en España, donde todas sin excepción acaban barriendo para el Gobierno de turno. No hay gobernante, de izquierda, derecha o separatista, que no sucumba a la tentación de convertir «su» televisión –TVE, TV3, Canal Sur, TVG, Telemadrid, ETB…– en un botafumeiro a su mayor gloria y para zumbarle duro a sus adversarios. Lo cual supone una perversión de la democracia, pues en el fondo lo que están haciendo es utilizar el dinero público –tu dinero– para intentar ganarse voluntades electorales.
Una sencilla comparación permite ver el absurdo que suponen a día de hoy las televisiones públicas. Si no existen periódicos estatales, pues todos los consideraríamos un disparate y un abuso, ¿por qué tiene que dedicarse el Estado a la televisión? La coartada de la promoción cultural no sirve, pues al final las cadenas públicas ofrecen el mismo deprimente menú que las cadenas privadas, sin nada que las eleve sobre ellas.
Por méritos propios, TV3 y Telecinco fueron consideradas durante largo tiempo el epítome de tele-morralla. La primera, por su promoción fanática y faltona del separatismo xenófobo. La segunda, por su Sálvame, sus grandes hermanos cutres y gastados y sus islas salidorras. Pero Sánchez, gobernante que descangalla todo lo que toca, ha logrado que TVE compita ya con soltura por el cetro de la casquería televisiva.
Se supone que la razón de ser de la televisión pública española es promover nuestro idioma, cultura e historia y ofrecer entretenimiento de alta calidad, produciendo grandes películas, documentales y series.
Pero el modelo de parrilla que ofrecerá La 1, la cadena estrella de TVE, se asienta sobre dos pilares: propaganda en vena de Querido Líder y chabacanería a espuertas. Para arrancar el día, el NODO de Mi Persona, con la hooligan Silvia Intxaurrondo. Después, un magazine similar al de las privadas, pero un poquito más cutre en su acabado. Al mediodía, manipulación informativa con el Teledario. Para la siesta, un culebrón (la alta cultura de TVE). A continuación vendrá el nuevo Sálvame, que resucitará en La 1 después de que sus escándalos llegasen a tal nivel que hasta en Telecinco se pusieron colorados y lo dieron de baja. Por la noche, el bufón de cámara de Sánchez, Broncano, fichado a doblón para competir con el peligroso disidente derechista Pablo Motos, y de cierre, Marc Giró, el inefable cómico «progresista» catalán que nunca puede faltar.
Y quien quiera más todavía propaganda, pues siempre puede machacarse en el Canal 24 horas con el ministro sin cartera, el comisario Fortes.
Españoles de todas las ideologías somos forzados a costear con nuestros impuestos, querámoslo o no, una televisión que ofrece Intxaurrondo, Fortes, Broncano y Sálvame. Ya ni se intenta fingir una mínima apariencia de pluralismo y neutralidad. Sanchismo y vulgaridad, esa es la oferta de «la pública», «la de todos y todas». Una RTVE que nos cuesta 1.193 millones al año –¿cuántas residencia de ancianos y guarderías se podrían mantener?– y que hace ricos además a amiguetes afines al régimen dueños de productoras.
No ver TVE supone hoy un ejercicio de libertad y civismo. Y siento tener que decirlo por los muchos excelentes profesionales que allí trabajan, entre lo que me gustaría incluir al nuevo presidente de la compañía, están abochornados al ver que su casa se ha convertido en la cadena TDS (la Tómbola de Sánchez).