Los círculos del infierno en la España de Dante
Laureano Benítez Grande-Caballero.- Diga lo que diga Bergoglio, el infierno existe. Es más, tenemos a nuestra disposición muchos infiernos, aunque, como diría Paul Eluard, están en éste: es decir, en España.
A ellos se accede por puertas, llamadas «hellgates», que se abren en hemiciclos, en platós televisivos, en laboratorios plandémicos, en aviones fumigaitors, en pantallas de IA, en perioduchos lobotomizadores… Al entrar por ellas, los cooptados dan un salto al hiperespacio estilo «hell wars», y aparecen allí, en un giro, pozo, fosa, o zona de algún círculo infernal de los que Dante describió en su «Divina Comedia», círculo custodiado por un Caronte que en su horrible rostro exhibe impúdicamente la sonrisa sardónica de un monstruo parecido a Satánchez, muy posiblemente.
Como todo infierno, éste tiene ―como diría el mismo Dante― varios círculos, que podemos catalogar también como verdaderos infiernos.
Por supuesto, el primer círculo sería el formado por los cobardes, forjadores de un infierno de muchos quilates, que son aquellos que contemplan la detrucción de España sin cometer méritos ni infamias, según afirmación dantesca. No solamente son condenados a este círculo las autoridades que, pudiendo evitar el escándalo globalista, se lavan las manos, sino que también son arrojados a este infierno de cobardes todos los que asisten a los espectáculos satanizados antiespañoles y anticatólicos sin oponer la resistencia.
Según Dante, penan en este infierno los inútiles, los indecisos, aquellos que a su paso por el mundo no habían dejado huella. Su tormento consistía en correr desnudos, sin reposo, acosados por insectos y avispas ―muy posiblemente creadas por Bill Gates― que les pican en todo el cuerpo. Pero lo más tremendo es que, como carecen de voluntad para tomar cualquier decisión, jamás podrán cruzar el río Aqueronte, permaneciendo en tierra de nadie por toda la eternidad. Un ejemplo típico de personaje de este infierno es Poncio Pilatos ―del que, por cierto, hay gente que dice que nació en España: lo que nos faltaba.
Este infierno de los cobardes lo ubica Dante en el pantano de la Estigia, donde aquellos que gastaron su vida en la inmovilidad del espíritu son privados de aire y palabra, del mismo modo que se privaron de las obras en su vida perezosa.
Hay luego círculos, fosas y zonas del infierno especializados en malversadores, en ladrones, en consejeros fraudulentos, en falsificadores, etc… como vemos, todos muy españoles, pero entre ellos destacan sobremanera dos: la novena fosa del octavo círculo, donde son atormentados los sembradores de discordias, tanto civiles como religiosas, cuyo castigo llama la atención, ya que son mutilados por un diablo que, tan pronto como cierran sus heridas, las vuelve a abrir, simbolizando con la separación de sus órganos las nefastas divisiones que causaron a la humanidad. Así que, ojo al dato, porque esto es aviso para navegantes.
Mas la apoteosis infernal «made in Spain» tiene lugar en el último círculo, donde son confinados los traidores, encerrados en un inmenso lago de hielo llamado «Cocito». Da igual que la felonía fuera contra los parientes o contra la Patria, pues frecuentemente incurrieron en su vida en más de una traición. Ni que decir tiene que las estrellas de este círculo son Caín, Judas, y Bruto. Aunque, si se actualizara, ya sabemos a quiénes podríamos arrojar a él.
Llama la atención que Dante sitúa en este infierno más profundo ―castigados por el mismo Lucifer, el primer gran traidor― a los traidores a las más altas instituciones, insertándolos en el hielo como si fueran mamuts protohistóricos, pero en diferentes posiciones, según a quién hubieran traicionado.
¿Qué personajes tendríamos en el «Cocito»? Pues ahí tendríamos hibernados a la flor y nata de todos nuestros gobiernos supuestamente democráticos, encerrados en régimen de esclavitud en el «Círculo Bilderberg», felones que destrozaron España incluyendo el concepto de «nacionalidades» en una malhadada Constitución, que empapeló nuestros infiernos, que dio salvoconducto a los traidores, que exculpó a los cobardes, que concedió la educación, la seguridad y los medios de comunicación a dantescos Bellidos Dolfos, que ejercieron una demoníaca complicidad contra España desde la Transición.
A estas alturas de la película, ¿puede haber algún español ignorante del hecho de que Bilderberg pilotó nuestra Transición y nuestra democracia con el exclusivo propósito de debilitarnos como nación, arrasando nuestra industria y conspirando para llevarnos a una Repúblika-Federal-Asimétrika-Socialista, pasto del NOM y los demonios?
Porque lo diré más claro y más alto, y todas las veces que sea necesario: la escandalosa pasividad de los políticos españoles con el desguace de nuestra Patria, conspirando para establecer en España un infierno dantesco absolutamente pactado, no se debe a la cobardía, ni a la indecisión, ni a la ineptitud, sino a la complicidad, formando una infernal confabulación de felones que sumirá a España en el más profundo de los círculos dantescos.
Pero, aunque no merezcamos que nos cite Dante por ser personas sin especial relevancia, también seremos condenados al lago «Cacito» todos aquellos españoles que, a la vista del insoportable hedor a azufre que emana de estas puertas infernales, hemos permanecido impávidos, indiferentes, perezosos, pasotas, inactivos, frente a la apocalíptica marea destructora de España, ya que nadie puede alegar ignorancia, desconocimiento de este maquiavélico complot, ante la magnitud y profundidad de las pruebas que lo demuestran.
No podemos, pues, excusarnos, diciendo aquella frase machadiana de que «el vacío es más en la cabeza», porque la desolación está más bien en los corazones, helados por una pasmosa indiferencia que desemboca en una alevosa complicidad con la hispanofobia.
Y así, del infierno de cobardes hemos pasado al infierno de los traidores.
Hay muchas frases descollantes que ponen de relieve cómo la inacción borreguil de la «mayoría silenciosa» alienta a los perversos: «Los tontos se multiplican cuando los sabios guardan silencio» (Mandela); «Debemos tomar posturas. La imparcialidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al verdugo, nunca al torturado» (Elie Wiesel)
Y la más dantesca de todas: «El lugar más caliente en el infierno está reservado para aquellos que permanecen neutrales en tiempos de gran conflicto moral» (Luther King).
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