Autocracia sanchista
«El síndrome de la rana» define el estado en que se encuentra una persona, o una sociedad, que no reacciona ante una grave influencia exterior que recibe. La causa es haber estado sometida -gradualmente y de manera continuada- a ella, al recibirla en dosis a las que se va adaptando paulatinamente hasta acabar normalizando esa anómala situación. Y que cuando intenta reaccionar ya es tarde por estar adormecidas sus defensas ante ella.
Es la situación de la rana que se introduce en un recipiente con agua templada a la que paulatinamente se le incrementa la temperatura, y cuando llega al punto de ebullición intenta saltar al exterior y no puede hacerlo por estar adormecidos sus órganos reflejos. Es la situación en la que se encuentra la sociedad que se ha acostumbrado a ir asumiendo como normales comportamientos éticos y morales que resultan incompatibles con principios, reglas y valores que se consideran esenciales en una democracia parlamentaria occidental.
En España se está viviendo esa situación ante la carencia de la respuesta ciudadana que requiere la actual degradación de la ética pública, al encontrarse sumida en ese síndrome una considerable parte de la sociedad. ¡Basta recordar que el actual inquilino de la Moncloa es un personaje político que accedió a ella con la exigua cifra de 85 diputados (…!) tras dos abrumadoras derrotas electorales -las mayores del PSOE con la Constitución- obligando a repetir las primeras elecciones generales desde 1978 por su radical obcecación del «No es No».
Tras ser cesado por ese motivo por el PSOE al pretender obligar a otra repetición electoral, incomprensiblemente recuperó el mando en Ferraz, y planteó una moción de censura para hacer frente a «la corrupción del PP». Su portavoz parlamentario para la ocasión fue su mano derecha en todo ese proceso, expresándose contundentemente contra la corrupción desde la tribuna y contra la que se erigía como un muro político contra ella. Su nombre: José Luis Ábalos.
La imagen de Ábalos como referencia ética de Sánchez para «luchar contra la corrupción y garante de la calidad de nuestra democracia» exime de más comentarios. Baste añadir a estas alturas que el balance de su compromiso al respecto llega ahora a su máxima expresión, cuando pretende cumplir nada menos que el esfuerzo exigido por la UE y la OTAN, y asumido por él, sobre el gasto en Defensa, teniendo absolutamente en contra a sus socios de gobierno y a sus aliados parlamentarios y queriendo marginar al Congreso. Cuando esa decisión es absolutamente «de Estado» que compromete a futuros gobiernos. Sin gobierno, sin el Congreso y con España bajo el síndrome de la rana: la autocracia sanchista en estado puro.