Margarita, viva el pasodoble

La ministra de Defensa, Margarita Robles, visita el Parque y Centro de Mantenimiento de Sistemas Acorazados (PCMASA) número 1 y el Laboratorio Central del Ejército.
Mayte Alcaraz.- Margarita Robles es una magistrada a la que ya le quedan pocos gramos de altura de Estado. Y es que es difícil mantener la categoría a la vera de esa anécdota histórica que es Pedro Sánchez Pérez-Castejón -una anécdota que, sin embargo, va a dejar terribles estragos. La buena de Margarita plantó cara a los podemitas en los albores de esta aberración de Gobierno, pero al final se ha tragado cuantas ruedas de molino le ha lanzado Pedro. La última, polemizar con Ayuso para satisfacer la patológica obsesión de su jefe contra la presidenta y, lo que es más grave, contra Madrid. Su última ocurrencia ha sido prohibir que nuestro Ejército participe en la parada cívico-militar del 2 de Mayo porque «pasar revista con un pasodoble quizá no sea lo mejor». Lo siguiente será poner aduanas en Somosierra y Aranjuez, y que las gestione Miriam Nogueras, para que los madrileños no salgan de su comunidad, castigados por españoles.
Cuesta entender cómo Robles, con conocimientos jurídicos y políticos, se pliega a los autocráticos delirios de quien le ha nombrado. La ministra de Defensa recibe instrucciones y las ejecuta cual vasallo, aunque quien se las dé chapotee en el resentimiento porque no ha digerido que los madrileños no le tragan. El interfecto odiador no ha ganado en Madrid, donde nació, ni a las chapas. Consiguió ser diputado por esta circunscripción cuando se dio de baja Cristina Narbona y corrió la lista. Como concejal de la capital, aprobó en tres asambleas la mayor emisión de preferentes de Caja Madrid; con eso está dicho todo. Desde que es presidente ha mandado a inmolarse en las elecciones autonómicas a ministros, entrenadores de baloncesto y catedráticos de metafísica. Hasta usó la pandemia para cerrar Madrid, boicotear la gestión de Ayuso con la falsa cogobernanza y selló su repugnante comportamiento con el documental «7291», lleno de falsedades y manipulaciones para culpar a la presidenta del PP de la muerte de mayores en las residencias.
Obsesionado con Ayuso y, cómo no, con la fiesta del 2 de Mayo, que los madrileños disfrutan para reivindicar el rechazo del pueblo a la invasión francesa, ya va para el tercer año que intenta aguarla. Pero no solo el acto, a los 6.726.640 madrileños también los eliminaría para quedarse como rey, aunque vaya desnudo. Ya van tres intentonas de chafar la conmemoración del levantamiento, pero esta última es especialmente canalla: prohibir que el Ejército desfile en la parada que tanto ama el pueblo de Madrid. Ni Felipe lo hizo el año que coincidió con Gallardón de presidente de la comunidad, ni Zapatero durante los mandatos que cohabitó con Esperanza Aguirre. Sin olvidar, que fue Joaquín Leguina (hoy expulsado a patadas del partido al que dio su único Gobierno madrileño), quien instauró hace cuarenta años esta entrañable tradición.
Pero llueve hiel sobre mojado. En 2022, Félix Bolaños convocó una rueda de prensa la mañana festiva del 2 de mayo para hablar del espionaje a Sánchez con Pegasus -era la primera vez que lo hacía un Gobierno; meses antes Macron y Merkel habían obviado, por motivos de seguridad, confirmar la intervención de sus teléfonos. El presunto pirateo se habría producido más de un año antes, pero tuvo que ser ese día cuando el ministro lo contara, con la intención de empañar la fiesta autonómica. Un año después, en un acto bochornoso, Félix se presentó sin invitación en la Puerta del Sol, saltándose las vallas de protocolo para protagonizar la imagen de apertura de los telediarios so pretexto de que se le había desairado institucionalmente. Claro que para amedrentar a Ayuso ese Bolaños sigue siendo poco, hacen falta más bolaños (gracias Mendo).
Ahora, a mes y medio de que se celebren los 217 años de la revuelta de los madrileños contra la invasión napoleónica, tenemos a un aspirante a Bonaparte comprado en el chino, negándole a más de siete millones de españoles revivir su vínculo emocional con los militares. A este paso, a Óscar López no lo votarán ni sus asalariados esbirros de Telefónica. Con sede social en Madrid.
Y, sí, Margarita Robles, viva el pasodoble, melodía de colores, canto de esta tierra.
¿Y el Pueblo que derrotó a Napoleon, tragará?. Raro, raro,raro.