Celebrar un rotundo Sí a la Vida
Carmen Fernández de la Cigoña.- El domingo por la mañana me dirigía a la calle Serrano, esquina Goya, para una cita que se viene sucediendo desde hace algunos años, en el domingo más próximo a la festividad de la Encarnación. Iba yo pensando en si el tiempo, la climatología, nos daría cuartelillo, porque la lluvia lleva tiempo siendo la compañera constante de los días de Madrid. Y lo cierto es que, para mi cita, a la que acudía de cualquier modo, prefería que no hubiera lluvia.
Llegué con tiempo. Para ver el lugar, que conocía perfectamente. Para no andar con el nervio de llegar tarde. Y también para ir viendo y saludando a los que, como yo, acudían a la cita. Lo primero que me encontré fue con el regalo de una mañana soleada, sin agua, sin nubarrones grises que parece que pesan sobre el ánimo. La luz de esta mañana parecía invitar a salir, a estar en la calle, a celebrar.
En seguida encontré a un amigo, al que no veía desde hace tiempo, que antes de acudir a nuestra cita, se encaminaba a Misa en la Iglesia de la Concepción.
Y mientras continuaba mi camino, mientras llegaba a mi destino, pensaba en el sentido de mi cita. Porque yo acudía a la Marcha por la Vida.
Me di cuenta, o volví a recordar, que acudía a celebrar. En el más pleno sentido de lo que esto significa. Celebrar implica realizar un acto festivo por algo que lo merece. También mostrar o sentir alegría o agrado por algo. Precisamente eso es lo que hacíamos las miles de personas que el domingo acudimos a la Marcha por la Vida.
Creo que pocas cosas hay más importantes que celebrar la vida. Deberíamos celebrarla continuamente, y en muchos casos es así. Celebrar la vida que comienza y la que continúa, celebrar un nacimiento, celebrar un éxito, celebrar la familia y la amistad. Celebrar que estamos aquí y que hay muchas cosas por hacer.
Celebrar la vida no significa celebrar la perfección, o que cada vida sea perfecta. La vida no es así. Y eso es lo propio de la Vida. En cada una hay momentos estupendos, y momentos no tan buenos, o incluso malos. Así es la realidad. Esa es la Vida que merece la pena vivir, la que hay que proteger, la que hay que festejar.
Eso es lo que los que estábamos allí hacíamos. Festejar, juntos, el bien que es la Vida. Y como siempre, en el mejor ambiente. Niños, jóvenes, adultos, personas mayores,… Con música, marchando, botando, cantando (y no por llamar a la lluvia) y conscientes de que en esa cita, a la que acudimos todos los años, defendemos que la hierba es verde, y el cielo, aún encapotado, vuelve a ser azul. Que todos tienen derecho a la vida y que todos debemos defenderla y celebrarla.
Es un acierto celebrarlo juntos. No soy capaz de reproducir aquí el nombre de todas las asociaciones convocantes. Me dejaría alguna. Pero todas convocan. Juntas. También eso es una alegría que hay que celebrar.
Y no hay celebración sin agradecimiento, sin gratitud. Por eso también, desde aquí, quiero mostrar ese agradecimiento, que seguro que no es solo mío si no de todos los convocados, a todas las personas que hacen posible que esta cita se produzca y a todos los que acuden a ella para afirmar un rotundo Sí a la Vida.