¿Quién mató a Maradona? Maradona, con ayuda de los “maradonianos”
Marcelo Duclos.- El juicio por la muerte de Diego Armando Maradona inició este martes con las polémicas declaraciones del abogado Fernando Burlando, representante de Dalma y Giannina —hijas del futbolista—, quien aseguró que el otrora deportista argentino fue víctima de “un plan inhumano de resultado eficaz” y “en cualquier hospital precario le hubieran salvado la vida”.
“Fue asesinado” y “la internación domiciliaria fue una manera de condenarlo a muerte”, fueron tan solo algunas de las aseveraciones de Burlando durante su alegato en el juicio contra siete imputados —todos profesionales de la salud—, el cual tendrá una duración estimada de al menos cinco meses y contará con 92 testigos.
Los fiscales Patricio Ferrari, Cosme Iribarren y Laura Capra, están a cargo de la investigación a los acusados por homicidio simple con dolo eventual. Ellos son: el neurocirujano Leopoldo Luque, la psiquiatra Agustina Cosachov, el psicoanalista Carlos Díaz, la doctora y coordinadora de la empresa Swiss Medical, Nancy Forlini, el médico Pedro Di Spagna, el coordinador de enfermeros Mariano Perroni y el enfermero Ricardo Almirón.
También está acusada la enfermera Dahiana Madrid, quien solicitó un juicio por jurado y será juzgada en un proceso aparte, por lo cual no está presente en esta audiencia.
Para cerrar su alegato, Burlando también afirmó que si hubieran llevado a Maradona a una clínica “le salvaban la vida”, pero “no querían hacerlo” porque “ese era su deseo, quitarle la vida (…) Fueron inhumanos e indolentes”.
La realidad lejos de un juicio: Maradona mató a Maradona
Otra realidad palpable en este juicio es que la idolatría al excampeón del mundo y capitán de la selección argentina en 1986, y mejor jugador del planeta en sus años de actividad, no tiene límites y esto trajo sus daños colaterales. Le hicieron una iglesia y le rezaron, se lo tatuaron hasta el hartazgo, le perdonaron cualquier cosa y hasta le justificaron situaciones que no valen la pena recordar ahora, pero hubieran causado la “muerte pública” a cualquier otra celebridad. Ni siquiera su deceso físico hizo caducar ese manto de piedad que cubrió al 10 en vida. Ahora, la interrogante “¿quién mató a Maradona?”, que hasta se pregunta la Justicia argentina, se enfoca en esto: la negación rotunda de aceptar la idea que “el Diego” se suicidó hace muchos años.
El malogrado cuerpo de baja estatura, el cual hizo sufrir a sus rivales en el verde césped hace algún tiempo atrás, simplemente no quería más. La autopsia reveló unos pulmones enfermos por el tabaquismo, su páncreas tenía un funcionamiento alterado, su hígado graso acusaba cirrosis, sus riñones trabajaban con insuficiencia, su cerebro confirmaba el deterioro cognitivo evidente, y el corazón —el encargado de decir: “Basta”— además de diversas afecciones, pesaba casi un 50 % más que el de una persona medianamente sana.
No era Dios, o D10s, como escriben sus seguidores, pero definitivamente era un hombre fuerte, muy fuerte. Un cuerpo estándar hubiera colapsado hace años. Su tobillo infiltrado en el mundial de Italia 90 ya había dejado muy en claro que era un hombre tan especial como talentoso. Sin embargo, al fin de cuentas era eso, un hombre. Y los hombres terminamos todos igual: muertos.
Diego Maradona no estaba siendo atendido como correspondía, eso es evidente. Debido a ello, las responsabilidades legales, penales y civiles, posiblemente caigan sobre personas como Leopoldo Luque, quien fue su último médico, y Agustina Cosachov, la psiquiatra designada por él, así como los demás imputados. No obstante, sería demasiado hipócrita limitar la responsabilidad moral al personal médico. Hacerlo, en cierta manera, exculpa a los otros responsables: quienes lo idolatraron y no quisieron ver la realidad.
Antes de los 12 días de agonía que reveló su estudio postmortem, sus últimos años fueron realmente un calvario. Y, más allá del amor absoluto y contraproducente de sus seguidores, muchos se aprovecharon del zombie, quien ya estaba más allá que acá. El circo fue terrorífico. Una de las postales más tristes tuvo lugar en Venezuela, cuando Nicolás Maduro lo menciona en un acto chavista, pero Maradona no pudo devolver el saludo con rapidez. Estaba dormido y se levantó absolutamente confundido, en medio de la multitud aplaudiéndole.
El dislate final fue su contratación como director técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata. Desde PanAm Post, más allá de las diferencias políticas con Maradona, lamentamos el bochornoso espectáculo de su presentación en público, y dijimos sin reparos, que ese hombre no estaba en condiciones de un puesto semejante. De ningún puesto, en realidad. Fue lo único que se escribió en ese sentido. Todo el resto fue loas y festejos. Todos esos periodistas también son cómplices.
Ni hablar de la dirigencia de Gimnasia, la cual sin dudas hizo negocio con su fichaje. Se vendió como un homenaje merecido, pero los homenajes son placas, reconocimientos, celebraciones y otras medallas. Como los tributos hechos por Argentinos Juniors y el Nápoles, al bautizar con su nombre a sus estadios. Fingir que ese señor ido, extraviado, estaba en condiciones de plantar un equipo profesional en una de las ligas más exigentes del planeta es tétrico. El “Bocha” Bochini, ídolo de Maradona en su infancia, ya no dirige a un Independiente, que lo homenajea en cada oportunidad posible. Eso es respeto.
También deberían replantearse algo todos los otros directores técnicos que se fundían en un abrazo con Maradona, como si fueran amigos de toda la vida, antes de cada partido, así como las hinchadas rivales, quienes lo festejaban en cada estadio. Todo era negación, sencillamente era mentira. Ellos sabían en el fondo que ese moribundo señor no estaba en condiciones de dirigir ni a un equipo infantil. Sin embargo, siguieron el juego y callaron. Festejaban la foto con un hombre que, literalmente, ya no sabía dónde estaba parado.
Maradona se mató solo. No por sus conocidos excesos en sus años de jugador, que mancharon el final de su carrera. No será el primero ni el último en superar la adicción a la cocaína. Se suicidó con las elecciones en los últimos diez años de su vida. Con su entorno, con sus allegados, con sus negocios y apoderados…con todo. Pero, más allá de su responsabilidad definitoria y el desastroso acompañamiento médico, el amor de millones de personas en todo el mundo, quienes lo festejaban incondicionalmente, también hizo lo suyo.
No se puede ignorar que esa negación de fanáticos y periodistas colaboró con el trágico desenlace. Yo nunca fui “maradoniano”. Sus expresiones y negociados políticos me generaban un rechazo superior al amor por sus años de jugador, lo que no le quita su reconocimiento como el mejor. Sin embargo, tengo la conciencia tranquila. Fui el único en escribir un artículo firmado el día de la presentación en su último equipo argumentando que todo era una locura infame imperdonable. Los demás… háganse cargo.