El plan general de defensa de las Baleares de 1933 a 1935 – Plan Franco
Juan Bernardo Albertí Dumas.- Un debate recurrente sobre el General Franco es su valía como militar. Sin entrar en tal debate vamos a recuperar una de sus obras doctrinales más interesantes y desconocidas: el Plan General de Defensa de Baleares de 1933, el “Plan 33”.
El general Franco había sido destinado a Baleares como Comandante General en febrero de 1933, donde con celeridad tomó el pulso de la guarnición y redactó el plan que lleva su nombre. En octubre de 1934, ya bajo el gobierno de la CEDA, participó en la dirección de las operaciones contra la revolución en Asturias y Cataluña. En febrero de 1935 pasó a mandar el Ejército de África y en mayo de 1935 fue nombrado jefe del Estado Mayor Central (EMC), hasta febrero de 1936. En esta época de convulsiones nacionales e internacionales diseñó un plan de reorganización y modernización del Ejército, en cuyo contexto hay que enmarcar la revisión del Plan 33 (diciembre de 1935).
En esos años Franco tenía un ya una considerable experiencia militar a sus espaldas, tanto como soldado como organizador: fue cofundador del Tercio de Extranjeros (1920, hoy la Legión) y figura importante en el Desembarco de Alhucemas (1925), cuyo centenario NO se celebra este año, y también el alma de la refundada Academia General Militar de Zaragoza (1927).
Antecedentes
Las Baleares dominan el Mediterráneo occidental y si España no garantizara su posesión y defensa serán ocupadas por algún otro. Las referencias históricas en este sentido abundan y en los años 30 dominaban la Ruta Roja (Inglaterra-India, vía Gibraltar, Malta y Canal de Suez) y la Ruta Azul (Marsella-Argel), absolutamente vitales para ambos imperios. Franco era plenamente consciente de ello al redactar su plan: “El problema balear es el único grave que se presenta en nuestro horizonte internacional y de la indefensión o adecuada preparación del Archipiélago puede depender la intervención, o no, de España en una posible contienda en el Mediterráneo”.
Doctrina defensiva secular
Esta posición dominante ha dado lugar a una Doctrina Defensiva secular, una filosofía integral de la Defensa cuyas líneas básicas son muy simples y cuyas raíces se hunden en la Historia.

Tan constantes como las premisas de esa doctrina son sus hipotecas: coste excesivo y recursos escasos, las “angustias del Tesoro”, en acertada expresión del Cte. Ultano Kindelán (autor de la Memoria Defensiva de Baleares de 1885 y padre del Gral. Kindelán).
Por ello, si bien se prodigaron los estudios y planes de defensa, las ejecuciones fueron siempre reactivas a una crisis perentoria, a un susto: Guerras Cantorales (1873), crisis de las Carolinas (1885), Guerra Hispanoamericana (1898), Gran Guerra (1914-18), crisis de Abisinia (1935), Guerra Civil (1936-39), Segunda Guerra Mundial (1939-45).
Esas hipotecas eran tan exasperantes y frecuentes que en ocasiones las Memorias de los planes rayan en lo irrespetuoso , pero lo cierto es que las carencias se acumulaban y el estado de defensa del archipiélago se resentía gravemente.

Plan de Franco de 1933
En este contexto general, el Plan de 1933 va a suponer un hito capital en la defensa de las Baleares, tanto en su perspectiva doctrinal como también en sus realizaciones y, de hecho, va a ser el hilo conductor de todos los planes que le seguirán en la posguerra.
Redactado en noviembre de 1933 se compone de una memoria y una serie de mapas y anexos. La memoria se articula en varios capítulos temáticos y dos apéndices; el documento consultado tiene marcas de énfasis (subrayados de lápiz rojo), al parecer de origen.
Para Franco la defensa debía tener en cuenta, además de la geografía y de los recursos propios y ajenos, la geopolítica del Mediterráneoy la evidente “rivalidad entre determinadas naciones, pudiendo asegurar que en los planes de los Estados Mayores y las Escuelas de Guerra extranjeros juega nuestro archipiélago papel preponderante”.
Denso y de una lógica irreprochable, manifestaba por primera vez la necesidad de una defensa conjunta (tierra, mar y aire) con predominio de las dos últimas, creando una base aérea y naval en Palma, otra secundaria en Alcudia-Pollensa y reforzando la de Mahón. En cuanto a la defensa terrestre, proponía considerar cada isla como un centro de resistencia autónomo, con nuevas y mejores baterías de costa y fortificación del litoral, además de la creación de un núcleo de maniobra (Reserva Móvil).
La acción enemiga podía materializarse mediante golpes de mano, bombardeos o minado de puertos, y culminar en un desembarco en fuerza. En ese caso, el defensor debería aprovechar el momento crítico que sufre el asaltante antes de consolidar la cabeza de playa, para movilizar sus medios y obrar enérgica y rápidamente contra el invasor. Para ello el defensor debía contar con unidades adecuadas a la misión, y el plan presentaba un breve estudio comparado de las doctrinas correspondientes francesa, italiana y británica.
Franco daba suma importancia a la colaboración con la Aviación y Armada propias: “la defensa de las islas Baleares debe ser el resultado de la organización más perfecta y coordinada en mar, tierra y aire, con un predominio del aire y del mar dado su carácter insular” (subrayado en rojo en el original).. Sin embargo, reconocía que, dados los pocos medios navales propios, “la defensa de las islas tendrá que efectuarse por sus propios medios”, quedando seguramente aisladas un tiempo. Para ello recomendaba la creación de mandos insulares tácticos, que en 1944 se materializarían en las Jefaturas de Tropas.
Refuerzo de la artillería de Costa y Antiaérea
Las nuevas bases aeronavales requerían mayor protección y mejor artillería, ya que la disponible, salvo en Mahón, estaba tan superada como los fuertes donde se emplazaba. Franco se quejaba, además, de las muchas obras sin terminar (algunas empezadas en 1914) y aún a falta de elementos vitales.

Por ese artillado proponía utilizar las piezas de recuperación cedidas por la Armada , aún a sabiendas de que los cañones de 14cm tenían “reducido alcance (12 km) y débil penetración”, pero todavía podían ser útiles para “batir playas y para flanqueos”; en todo caso su instalación debería simplificarse al máximo, con el objeto de tener “en el menor tiempo posible, con los menores gastos, las piezas en condiciones de hacer fuego”. Las baterías primarias, en cambio, requerirían más recursos, caminos y obras, aunque debía procurarse que su construcción no dilatara para que no quedaran superadas por los nuevos avances bélicos.

El nuevo artillado afectaría a las bahías de Palma y Alcudia-Pollensa 6 dejando sin artillar la costa oriental de Mallorca (dónde desembarcarán los republicanos en 1936) y Cap Salines.

Para esa zona se sugería la creación de dos baterías móviles con “cañones Vickers 152/50 en montajes oruga” y remolcadas por tractores, “por su gran alcance y potencia y reducido calibre que facilita el manejo de sus proyectiles”. No debía ser una mala idea, porque en esas mismas fechas, y en máximo secreto, la URSS desarrollaba una pieza de estas características.

El plan deploraba la absoluta carencia de artillería antiaérea (AA) en Mallorca o aviones de caza que la suplieran. Tras desaconsejar las baterías AA fijas por “su elevado coste y una discutible eficacia”, se abogaba por la dotación general de ametralladoras pesadas Hotchkiss de 13,2 y 25mm de uso trivalente (apoyo directo, antiaéreo y contracarro). El plan no contemplaba ningún artillado para Ibiza, pero si añadía al ya muy potente de Menorca otras dos baterías primarias en Ciudadela, en las posiciones de Bajolí y Cap d’Artrutx (ésta, de 381) para cerrar el freu (estrecho) con Mallorca.
Reorganización de la Infantería, Defensa de Playa y Reservas Logísticas
Para Franco las plantillas de Infantería adolecían de una “desproporción manifiesta entre hombres y armas automáticas” y un carácter marcadamente ofensivo; unas plantillas que “pensadas para casos generales tendrán defectuosa aplicación para estas islas”. Por ello Franco propone una nueva orgánica más adaptada a la defensa y con más armas automáticas, articulando cada regimiento sobre un batallón de fusiles y dos de armas pesadas.

Es más, para mover las ametralladoras reglamentarias proponía un nuevo tipo de carrillo cuyo uso reduciría el número de mulos y personal necesarios y facilitaría la deseable motorización de las unidades. Durante la Guerra Civil, el Parque de Artillería de Palma construiría unos 300 de esos carrillos, e incluso haría una versión para los morteros Valero-Ecia de 81mm.
En cualquier caso, la guarnición aprovecharía las defensas de playa (nidos y centros de resistencia) que deberían ser construidas con anticipación y ser ocupadas “a la orden”. En caso de que el enemigo no pudiera ser detenido en las playas, se ordenaba organizar guerrillas en todo el territorio “echando al monte en partidas todos los hombres válidos”.
El capítulo VIII se dedicaba a la defensa móvil. Este núcleo de reacción se articularía sobre unidades ciclistas de nueva creación (con bicicletas requisadas si hiciera falta), y columnas mixtas motorizadas, integradas por tropas de infantería, artillería (sobre camión) y zapadores. Estas columnas utilizarían vehículos civiles movilizados con sus conductores.
Finalmente, el rubro logístico merecía un cuidado análisis siendo las reservas de munición clamorosamente escasas, tanto para la artillería de costa como para la infantería, que apenas llegaban al 5% de lo considerado necesario.
Un nuevo Susto: la Crisis de Abisinia
Desde su Reunificación (1871), Italia mantenía contenciosos con Francia (Túnez, Saboya y el Mentonais) y con Gran Bretaña (control del Mediterráneo), hasta el punto de unirse a la Duplice (Imperios alemán y austrohúngaro) dando nacimiento a la Triplice (1882-1912).
Uno de los puntos álgidos era Etiopía (Abisinia en fuentes italianas), en la confluencia misma de la carrera anglo-francesa por unir sus territorios africanos (E-O la francesa; N-S la británica) que desembocarían en la crisis de Fachoda (1898). La expansión italiana a través del tratado de Ucciali (mayo de 1889) fracasó y la nueva guerra terminaría con la derrota italiana de Adua (1896), haciendo de Abisinia un tema extremadamente sensible en la política exterior italiana.
Tras la Gran Guerra, Francia y Reino Unido quedaron muy mal en Italia por el grosero incumplimiento de las promesas hechas para que ésta entrara en guerra a favor de los Aliados (Pacto de Londres, 1915) en los tratados de paz de Versalles (1919) y Rapallo (1920). Todo ello creó gran indignación y un acrecentado sentimiento anti-aliado representado por el concepto de vittoria mutilata de G. D’Annunzio.
En Abisinia, las diferencias a cuenta del tratado de 1928 desembocarían en los sangrientos incidentes de Gondar y Ual Ual (1934) y la denuncia de los acuerdos. Ante esa nueva crisis, Francia y Reino Unido siguieron jugando con dos cartas, pretendiendo por un lado que la Italia mussoliniana controlara el creciente expansionismo hitleriano (oposición italiana al Anschluss de octubre de 1934; Pacto de Stresa, abril 1935) y por otro se mostraban amenazadores y belicosos, especialmente el ministro británico Eden. En enero de 1935 Halie Selassie se presentó personalmente ante la Sociedad de Naciones (SdN) para pedir protección, imponiendo ésta un arbitraje que se mostraría inefectivo; ese mismo año se crean los Frente Populares y en Francia se producen desórdenes contra intereses italianos y alemanes, la Royal Navy inicia unas maniobras en el Mediterráneo para mostrar músculo y la respuesta de Mussolini fue inequívoca: “las guerras ya no se declaran, empiezan”.
El 2 de octubre de 1935 se inician las operaciones militares en Eritrea y, al final, las continuas amenazas de Eden llevarán a Italia a la fortificación de Tobruk y Pantelleria y a la proclamación del Eje Berlín-Roma (octubre 1936) y el Pacto de Munich de 1938
En más de un sentido, el verano de 1935 no dejaba de recordar el de 1914.
Revisión de 1935
En este contexto, la gravedad de las posibles consecuencias para Baleares de un muy posible conflicto entre Italia y Francia y Reino Unido eran tales que se revisó el estado de defensa de las islas. La falta de realizaciones del Plan 33 hará que esa revisión se redactara en términos muy duros.
En la misma carpeta que el Plan 33 se hallan dos Notas de 1935, también ilustradas con marcas de lápiz rojo y que parecen redactadas por el mismo equipo que aquél.
La más breve (Notas 35-1), es extremadamente concisa al valorar la situación actual: “EN ESTAS CONDICIONES QUEDA DESCARTADA LA DEFENSA EFICAZ” y su conclusión era lapidaria: “EN RESUMEN: HOY LAS ISLAS BALEARES ESTAN EN COMPLETO ESTADO DE INDEFENSION Y A MERCED DE LA POTENCIA EXTRAJERA QUE QUIERA ATACARLAS…. O LE CONVENGA DEFENDERLAS” (mayúsculas, puntos suspensivos y subrayado en el original).
El otro documento (Notas 35-2), es similar al primero, pero más detallado y algo más formal: “POR TODO LO QUE LLEVAMOS ESCRITO NOS CREEMOS EN EL CASO DE AFIRMAR QUE LAS ISLAS BALEARES SE HALLAN EN COMPLETO ESTADO DE INDEFENSION”.
La última parte del documento lleva como título: “Comunicaciones relacionadas directamente con la defensa del archipiélago dirigidas últimamente al Ministerio y que se encuentran en tramitación” y daba cuenta de las peticiones (fechadas en octubre y noviembre de 1935) de armamento, repuestos, municiones, material de artillería, etc., y que invariablemente iban apostilladas con “no se ha recibido nada” o “aún no han contestado”.
Sea como fuere. en la primavera de 1936 se enviaron refuerzos a Baleares, aunque no en la escala pedida. A Mallorca llegaron dos batallones de ametralladoras y uno a Menorca, un lote de 70 ametralladoras y unos ocho millones de cartuchos. En cuanto a la artillería de costa, el vapor España n.º 5 descarga en Palma, el 11 de junio de 1936, 24 cañones de 14 cm y cinco de 15 cm con 30 basas. Mientras tanto, un lote de doce cañones antiaéreos de 105/45, procedentes de las baterías del Ferrol es expedido a Menorca.
Prueba de Fuego
El Plan 33 se vería puesto a prueba en la batalla de Porto Cristo (16 de agosto-4 de septiembre de 1936). Esa campaña reafirmó la importancia de fijar y derrotar al agresor en la misma orilla, la rapidez de reacción de las reservas (las columnas mixtas motorizadas) como elemento multiplicador de fuerza y, sobre todo, la necesidad de recobrar de inmediato el dominio del espacio aéreo de la zona. Si bien el resultado fue incierto durante un tiempo se debió más a la falta de decisión de los mandos insulares que a una actuación deficiente de sus exiguas fuerzas o un planteamiento equivocado.
Con la intervención italiana y el excesivo protagonismo de alguno de sus actores (como el llamado Conde Rossi) surgiría un grave problema estratégico a nivel internacional, dado el manifiesto interés de Mussolini en contar con facilidades militares en Baleares. Facilidades que, curiosamente, la propia Republica se avenía también a darle, como ha demostrado Manuel Aguilera cuando en aquélla se planteó muy seriamente en 1937 vender(sic) Baleares a Mussolini para que dejara de apoyar a Franco[1].
Una anexión italiana habría sido un claro casus belli para Francia y Gran Bretaña, de modo que el propio Franco procedió de inmediato a una sorda e implacable purga de las milicias falangistas e incluso de algunos mandos militares y a una afirmación de la soberanía española sobre Baleares basando en Palma la Flota de Bloqueo.
Al final, la finezza de Ciano se impondría a la soberbia inglesa de Eden, alcanzándose un gentlemen’s agreement el 2 de enero de 1937 entre Italia, Gran Bretaña y Francia por el que las tres potencias se comprometían a no alterar ese statu quo. Las fuerzas aeronavales italianas no intervendrían en la recuperación de Menorca en febrero de 1939 y, tras el fin de la guerra, fueron repatriadas por completo.
Conclusiones
El Plan 33 reconocía la importancia geoestratégica de las Baleares, las graves amenazas que se cernían sobre ellas y el gran riesgo de dejarlas indefensas. Planteaba una defensa conjunta (tierra, mar y aire) avanzada y el refuerzo de su guarnición con medios plausibles y razonables.
La gravedad de la crisis de Abisinia llevó, en diciembre de 1935, a revisar las previsiones del Plan 33 y de ello se derivó un refuerzo de los medios de defensa en la primavera siguiente. Estos nuevos medios, aunque limitados e insuficientes, ayudaron a neutralizar el desembarco catalán del verano de 1936 y, una vez movilizada la guarnición y recibido material alemán e italiano harían imposible repetir el intento.

La abierta intervención italiana y el interés de Mussolini por disponer de facilidades militares en Baleares abrió un nuevo frente virtual con Gran Bretaña y Francia, rápidamente subsanado por Franco tanto en el ámbito político como el militar, evitando la internacionalización del conflicto. Ello liberó a España de cualquier hipoteca impagable en la inmediata Guerra Mundial, aunque la tensión defensiva se mantuvo siempre muy alta (verano de 1943), si bien el peso estratégico pasaría al Estrecho (1942; Operación Torch) y luego al Pirineo (1944; invasión del valle de Arán y Línea P).
Para Baleares, los planes sucesivos como el Plan 40 Kindelán, revisado en 1941 por el general Tamarit; el Plan 43 del general J. Bautista Sánchez (con mucho, el más completo) y sus revisiones de 1944 y 1945 (ajustadas a las meras disponibilidades) y el Plan 47, ya en un contexto de posguerra, tratarían esas nuevas amenazas y riesgos manteniendo siempre la misma doctrina defensiva enunciada en el Plan 33.
En esos años, los regimientos de Infantería insulares de Baleares y Canarias tendrían una orgánica especifica y en 1944 Franco publicaría el “ABC de la doctrina defensiva”, cuyo 2º capítulo se centra, precisamente, en el tema de defensa de costas.
Una doctrina, por cierto, que no deja de recordar la de Rommel en Normandía
La sombra del Plan 33 de Franco fue muy larga y se materializó incluso en obras que hoy nadie asocia con lo militar: cuando uno transita por la turística y pintoresca carretera que lleva al Cabo Formentor, quizá no sepa que fue una carretera militar abierta para montar allí una de las baterías de 305 (que finalmente no se artilló).
O los numerosos ciclistas extranjeros que recorren el litoral suroriental de Mallorca, en la que las zonas vírgenes entre urbanizaciones corresponden a las antiguas baterías de costa y cuya conexión es la carretera por la que ahora transitan.