Proteccionismo progre
Carlos Rodríguez Braun.- El proteccionismo, de actualidad por las medidas de Trump, tiene una larga tradición, a pesar de los esfuerzos de los economistas, que llevan dos siglos y medio denunciando que beneficia a políticos y empresarios no competitivos, y cuyos costes paga siempre el pueblo en términos de bienes y servicios más caros, y la economía en general en términos de una menor competitividad.
Lo que no es frecuente es que haya economistas destacados que sean proteccionistas. Una excepción es Gabriel Zucman, darling del pensamiento único, que reclamó desde las páginas de El País un nuevo proteccionismo. Progre, por supuesto.
Se dirá que ilustres liberales también admitieron el proteccionismo en aras de otros valores: lo hizo Adam Smith con respecto a la Defensa. Zucman, en cambio, recurre al proteccionismo para recomendar (vamos, ¿no lo adivina usted?) subir los impuestos.
Su argumento, aparte de que la derecha también es antiliberal, como si no lo supiéramos, es que la integración financiera mundial es mucho mayor que antes: «Casi la mitad de las acciones de las empresas estadounidenses cotizadas están hoy en manos de no residentes, en comparación con el 5% de los años ochenta. Por eso, cuando EE UU baja el impuesto de sociedades ya no se benefician solamente los accionistas estadounidenses, sino también el 1% más rico de la población en el resto del mundo. Se genera una carrera a la baja». ¡Hasta ahí podríamos llegar!
En efecto, la libertad, es decir, que la gente disponga de lo que es suyo, es el objetivo a batir, y el espectro que persigue a Zucman es que bajen los impuestos y entonces padeceríamos más desigualdad, sufriríamos la plutocracia, no podríamos luchar contra el cambio climático, etc.
¿Cómo impedir tan temibles escenarios? Zucman propone recortar la libertad de la gente mediante lo que llama «proteccionismo de interposición»: si una empresa americana paga menos en otro país, ese país le cobra lo que debería haber pagado en Estados Unidos a cambio de poder acceder a su mercado.
Es una «dinámica virtuosa», celebra Zucman, que alcanzaría el Nirvana de tener impuestos más altos sobre toda la gente en todo el planeta: «En definitiva, la carrera a la baja se sustituiría por una carrera al alza». Ya se sabe: a menos libertad del pueblo, más felicidad progre.