Sánchez en China y Zapatero en la maleta
Antonio R. Naranjo.- Acercarse a China con Estados Unidos enfadado y Europa extraviada no parece, ya de entrada, una buena idea. Que Sánchez le dedique improperios a Donald Trump y parabienes a Xi Jinping huele a gato encerrado: por mucho que Washington haya perdido un poco el oremus, Pekín no lo ha tenido nunca, al menos para todo aquel que se llene la boca de democracia, especialmente si día sí y día también activas alertas y levantas muros contra los totalitarismos ficticios, pero luego las apagas cuando te encuentras con uno de verdad.
Pero antes incluso de adentrarnos en la inquietante deriva oriental de Sánchez, que es bien capaz de saltarse hasta a Bruselas y defender la importación del coche eléctrico chino en plena reconversión del sector en Europa, con cientos de miles de millones y de puestos de trabajo en juego, convendría exigirle una aclaración a modo de preámbulo sobre las razones de ese volantazo.
Que se resumen en una simple pregunta: ¿Qué tiene que ver Zapatero con todo esto? El rastro de las sospechosas actividades del expresidente del Gobierno en aquellas zonas donde los peores personajes requieren de los servicios de un blanqueador, es evidente: sea o no por razones económicas, y todo indica que sí, el predecesor de Sánchez en el cargo se ha convertido en el embajador oficioso de Maduro, de Puigdemont, de Canel, quién sabe si de Mohamed VI a través de consultoras bien asentadas en Bruselas y desconocemos si también en la República Dominicana, donde viejos colaboradores lograron la nacionalidad y se dedican a vaya usted a saber qué.
Y además de eso, figura como puntal de un lobby chino en España, que obviamente envuelve sus objetivos con un canto a la colaboración recíproca, a la necesidad de tender puentes y a toda esa retórica de manual que disfraza sus verdaderas intenciones, bien resumidas en la personalidad del hombre clave en el chiringuito, un chino bautizado como «Miguelito» cuyos movimientos llamaron la atención del mismísimo CNI y de quien ya sabemos que se acercó a Aldama para penetrar de algún modo en el Gobierno.
No parece que Zapatero haga nada por altruismo, precisamente, lo que unido a la evidencia de que siempre aparece en los terrenos más pantanosos para dar cobertura a los peores personajes y a las peores intenciones obliga, de una vez, a dedicarle tiempo y exigirle respuestas: su conexión con Sánchez es tan obvia como la aparente influencia que tiene en sus decisiones oficiales, que en materia internacional son especialmente delicadas.
¿Está haciendo negocio Zapatero con los intereses de España? ¿Se explican con ello los aparatosos volantazos internacionales de Sánchez, ejecutados a menudo por ese pollo sin cabeza que responde por Albares? ¿Están aprovechando la crisis arancelaria y la parálisis de Europa para dar el salto definitivo e intercambiar la posición atlántica por otra oriental?
Nadie viaja tanto a China por nada, y Sánchez ya ha ido más veces allí que a Paiporta, de donde huyó para no volver jamás, perseguido por su propia conciencia negligente con la dana. Y además ha organizado ahora una visita de Estado de los Reyes a Pekín, el próximo invierno, en un gesto de aproximación que suena definitivo.
Sin dar por supuesto que esto va a pasar, con las consecuencias que tendría para España ubicarse en ese eje imperialista, ni tampoco de explicar esa maniobra con un mero negocio personal de los amigos del presidente, sí es legítimo y casi urgente que alguien, para variar, ofrezca una explicación razonable.
Ya vimos cómo se las gasta Sánchez con el Sáhara, intercambiando cromos con Marruecos con Rabat como única ganadora del cambalache y España sin ningún beneficio aparente. Repetir ese modus operandi con China y que aquí nadie levante la voz sería, sin duda, un error fatal.
Ciertamente, las derivas sanchistas, pueden poner los pelos como escarpias, simplemente por lo imprevistas que pueden resultar Supongo, que Alguien o Algunos, deberán meter cuchara en en esos guisos, que parecen harto grandes para uno solo, aunque goce de una eficaz compañia.