Parece mentira que un Gobierno que reivindica para sí la cultura de mayo del 68 francés, que como todos recordarán tenía como lema “prohibido prohibir”, sea el que más limitaciones está poniendo a las libertades individuales desde la instauración del vigente Estado constitucional tan sangrante e impunemente vulnerado.

La prédica a favor de las libertades es falaz e hipócrita. La única falsa y estúpida libertad –si se puede llamar así- favorecida por el Gobierno de Zapatero es la del aborto de las adolescentes de dieciséis años y la píldora del día después sin educación sexual previa. O la del mal llamado matrimonio homosexual. El resto de las políticas para favorecer la libertad y la igualdad, por ejemplo de las mujeres, ha generado en la estadística, más víctimas que en todas las épocas previas, aunque, evidentemente, pretendieran el efecto opuesto. Nadie pregunta por qué, ni analiza con métodos de prospección científica sobre la razón de esta fenomenología que va en progresión geométrica y que yo no voy a sondear en este artículo. Todo lo demás han sido restricciones a derechos personales. Ahí están las políticas lingüísticas favorecedoras de la dispersión y de la división de la comunidad representada por la lengua del conjunto de los españoles, que impiden la libre elección de lengua en la escuela y dinamitan el derecho de los padres a educar en la lengua materna del alumno, por poner un ejemplo. O las restricciones en la decisión personal de fumar o no fumar mientras no haya terceros en perjuicio. El intento de generalizar el uso de las vacunas contra una gripe A que resultó una estafa y una previsión absolutamente exagerada e histriónica, tiene como resultado, por ejemplo, que el Gobierno Vasco tenga un stock de millones de mascarillas, que está subastando, etc. Todo, eso sí, con cargo a un déficit público en ascensión sideral.

Disparate tras disparate

Pero como normalmente gobiernos así no basan su acción sobre la base del bien colectivo sino a golpe de impulsos de oportunidad, sin una línea de actuación congruente, siempre hay un disparate que supera a los anteriores.

Nos encontramos hoy ante un debate sobre una ley que lleva el nombre de su propulsora: la ministra Sinde, cuyo ministerio sin competencias no tiene otra cosa en qué pensar que en limitar la libre concurrencia en un espacio cibernético poniendo puertas al campo. La pretendida loable finalidad de la ley es evitar las descargas sin previo pago de materiales protegidos por propiedad intelectual o de autoría de producción artística. Por tanto, la vestimenta de la proposición es buena no así sus más que probables efectos prácticos indeseados en democracia. En el momento de escribir este artículo parece que no va a progresar el proyecto de ley, sin embargo alarma la poca sensibilidad de un gobierno intervencionista en la esfera individual tan dado a restringir derechos individuales y a decirnos permanentemente cómo tenemos que vivir los demás. No es preocupante en este sentido que se persiga a quienes se apropian de lo ajeno sino que se cierren páginas web sin garantías procesales y sin el derecho a la presunción de inocencia por el solo hecho de tener links a materiales sujetos a la propiedad, pues por este camino al primero que habría que cerrar es a Google, a Yahoo y otros buscadores que tiene cientos de contenidos susceptibles de ser calificados como propiedad intelectual de terceros.

El asunto de fondo es si con esta ley se cerrarán arbitrariamente páginas web que no estén en la órbita de proximidad ideológica al Gobierno o que sean manifiestamente hostiles a éste, con lo que abriríamos la espita para convertirnos en un émulo de China y de la restricción de contenidos no afines a los que mandan. Volveríamos así, a efectos prácticos, a la censura que tanto combatimos durante el régimen de Franco por ser limitadora de derechos fundamentales.

¿Existe un trasfondo tras esta ley de intervención en el espacio cibernético para eliminar la libre circulación de contenidos y así restringir su uso? Si no lo hay, sí que puede ser utilizada de forma perversa, y con ello se corrompería el único espacio de libertad que nos queda a los sufridos ciudadanos tan sometidos a una programación orweliana de cambio cultural y reprogramación de nuestro pensamiento colectivo, de cambio de las referencias de valores y de estructuras cognitivas para guiarnos como a borregos.

Queridos lectores, en este contexto tiene más importancia aún rememorar y revivir el espíritu del Portal de Belén y el mensaje evangélico que nos trae la Natividad de Jesús, que se plasma en el deseo de que haya paz en la Tierra para los hombres y mujeres de buena voluntad, lo que es lo mismo que desear a quienes se dedican al servicio a los demás y al perfeccionamiento de las comunidades y personas en su marcha hacia Dios, la paz que tiene implícita su dedicación, en esa marca que el Hacedor ha dejado en nosotros que es la conciencia de hacer el bien.