Prevaricación, manique?smo e indefinición en la pol?tica española de defensa
AJCM.- Lo que ocurre cuando se juega con aspectos tan serios como son la defensa nacional y la seguridad de los españoles es que el resultado alcanza proporciones fuera de control.
No sabemos donde está ni quien es el enemigo pero parece –en ocasiones-, que los l?deres políticos españoles del momento estuviesen buscando o el suicidio colectivo de la naci?n o un desastre nacional de proporciones incalculables que, sin duda, no tardará en venir ya. Hay ya indicaciones al respecto.
Contrariamente a lo que algunos, con la mejor intenci?n, creen, el Estado español es un Estado fallido ya, que cada día está más deteriorado y se acerca más al fracaso estructural completo.
Ciertamente, el Estado, encabezado por un monarca protagonista de sonoros escándalos, y en manos de políticos ineptos, e igualmente corruptos y muchas veces hasta delincuentes, ha mentido, despilfarrado, prevaricado, sojuzgado y cometido tantos errores y abusos, que ha convertido España en una tierra conflictiva, privada de futuro y poblada por personas desilusionadas, cuando no desesperadas, que solo ambicionan el d?a a d?a, no creen en unos valores antes consustanciales a la raza, cada vez más pobres –no solo econ?micamente-, y desde luego no muy felices, mientras el país, conducido por políticos ineptos y arrogantes, está al borde de la quiebra absoluta.
Desde la transici?n –ya en 1975-, y quizás antes, los políticos españoles han acumulado una hoja de servicios despreciable y descalificadora. Su mayor delito es no haber sabido crear una sociedad justa, unida y sólida y no haber sabido aprovechar los años de bonanza y prosperidad alcanzados con la dictadura, para forjar una sociedad estable y una economía solvente y competitiva, algo que estaba al alcance de la mano.
Pero el mayor drama de España es un presente en el que los políticos solo sirven a sus propios intereses, donde los corruptos y delincuentes no pagan por sus delitos y se escudan en inmunidades reales, y donde los que han hundido al país cobran pensiones públicas, pagadas con los impuestos de todos, e incluso son condecorados y elevados a altas instituciones del Estado.
Las consecuencias son devastadoras: el sentimiento de nación se ha debilitado, la solidaridad se ha diluido, y los ciudadanos llegan a declarar en las encuestas que nunca se enrolarían en las Fuerzas Armadas para defender España de una invasión extranjera, con la imagen del país como la de una nación enferma e infecta que, mal gobernado por unos políticos deplorables e incapaces, se dirige incluso hacia su posible desaparici?n como naci?n.
En este marco recientemente, el ex – ministro de Defensa Eduardo Serra ha advertido, a estas alturas, de que “corremos el riesgo de quedar desguarnecidos” en la conferencia “Las Fuerzas Armadas españolas y su contribución al mantenimiento de la paz”, que pronunció en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. El presidente de la Academia, Marcelino Oreja, con un salón abarrotado de público, entre el que se encontraban varios ex-jefes de Estado Mayor del Ejército y autoridades del Ministerio de Defensa, presentó al conferenciante, al que calificó como “hombre de Estado”. No puede haber mayor maniqueísmo.
El señor Serra llegó a afirmar que hoy, tras una “modernización e internacionalización”, disponemos de unas FAS “pequeñas pero bien dotadas”, aunque alertó del riesgo de que, con los recortes ya iniciados hace varios años, más los que posiblemente puedan llegar en posteriores presupuestos, “corremos el riesgo de quedar desguarnecidos”. No cabe mayor cinismo.
El señor Serra, naturalmente, omite decir que él mismo acometi? esos recortes y contribuyó a los mismos, tanto desde su época como Secretario de Estado, con Felipe González y Narc?s Serra, como ya Ministro, con José Mar?a Aznar.
Bajo el gobierno de Felipe González, con Narcís Serra como ministro de Defensa –y Eduardo Serra como principal ejecutor-, comenzaron los planes sucesivos para desmantelar unas Fuerzas Armadas que parecían sobredimensionadas, pero que, en realidad, representaban muy poco, y a ello, algunos generales y almirantes se aprestaron con ahínco, para no perder sus humildes prebendas.
Narcís Serra, como ministro de Defensa, fue el encargado de aplicar un enorme número de reformas, y de reducciones drásticas, Todo aquello fue ciertamente no aburrido, pero sí amenazador y fatal para la seguridad nacional que pasó por momentos de vacio casi absoluto, cuando no de plena indefensión. Los generales, ante la reforma demoledora de Serra, optaron por rendirse, y cuando menos seguir como estaban, aunque a la postre cedieron en todo aquello que se les indicó.
Durante casi toda la década de los 80 y principios de los 90, el panorama de la defensa nacional en España estuvo presidido por Narcís Serra, con Eduardo Serra al timón, y sin duda el personaje que más ha durado al frente del Ministerio de Defensa. Al igual que ha sucedido en la segunda legislatura de Zapatero –con Carme Chacón-, Narcís Serra era catalán, profundamente antimilitar, nacionalista hasta donde era posible e iconoclasta, y trató de derribar todo lo que hasta entonces había sido casi sagrado para el estamento militar. Eduardo Serra le ayud?.
Las nuevas exigencias de la Defensa Nacional, dictadas por Narcís Serra, se plasmaron en el Plan de Modernización del ET, más conocido como Plan META, que significó el inicio del desmantelamiento del Ejército. En 1990, Narcís Serra nombró una nueva Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) destinada a dirigir las Fuerzas Armadas durante el periodo que se extendería en principio hasta 1993, una época caracterizada por la incertidumbre y la crisis de identidad de las Fuerzas Armadas, a consecuencia del lastre que venían arrastrando ya desde 1981.
La principal característica de los nuevos jefes de los ejércitos nombrados en 1990, era que eran todavía coroneles cuando Narcís Serra llegó al Ministerio en 1982, pudo conocerlos, y aquellos a los que “seleccionó” –en alguna forma-, le inspiraban una confianza casi absoluta. Serra diseñó una cúpula militar cuya lealtad, y sumisión, estaba plenamente garantizada, y rechazó a candidatos carismáticos, o generales con cierto prestigio, y que tenían mayor capacidad de liderazgo, precisamente por esa cualidad. Solo le interesaban los más incapaces. Al mismo tiempo se saltó la costumbre según la cual los tres ejércitos debían turnarse al frente de la JUJEM. Nadie protestó naturalmente.
Entre algunas de las medidas que llegó a implantar estaba la denominada Ley Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional, llamada también de la Función Militar, que supuso una profunda reorganización de la carrera militar, y provocó malestar en numerosos sectores de las Fuerzas Armadas, determinando el pase forzoso a la reserva a los 32 años de servicio, y la unificación en un sólo cuerpo –Cuerpo General de las Armas-, de las armas tradicionales del Ejército de Tierra, entre otras medidas. Numerosos militares manifestaron su intención de llevar la ley a los tribunales, pero no ocurrió nada y Serra consiguió su propósito.
Las elecciones de 1996 pusieron punto final a un período de casi 14 años de gestión socialista de la defensa, y de predominio del Ministro y Vicepresidente, Narcís Serra, llamado “el pianista” en círculos del Ministerio, por su adquisición de un piano de cola con cargo al presupuesto del Ministerio de Defensa. Se puede decir que la estructura de mando de las Fuerzas Armadas había sido neutralizada –cuando no eliminada-, se había elevado al generalato a una generación de militares dóciles y sumisos, con algunas excepciones que nunca llegarían muy lejos, se había anulado a los estados mayores, y se había premiado el servilismo y la alineación política sobre la formación, la capacidad profesional y la integridad. Los ingredientes estaban listos, y lo peor aún estaba por venir. Eduardo Serra hab?a sido fundamental en ese proceso.
Todo ello, sin embargo, no hubiera sido posible sin la colaboración de los mismos militares, especialmente generales y almirantes, como Gutiérrez Mellado, Liberal, Veguillas, Alonso Manglano, Fernández Campo,…etc, pero también hubo una generación de oficiales superiores -coroneles y tenientes coroneles-, oportunistas, y poco escrupulosos que se prepararon para tomar el relevo, que habían ayudado a los anteriores, y que serían ahora los generales dispuestos a seguir diciendo que sí a todo, en su propio beneficio, y en cierto modo, a garantizar que no había vuelta atrás y que la labor de Gutiérrez Mellado permanecía, confundiendo la identidad apolítica de lo militar con el servilismo hacia una clara orientación política que hacía apología de las libertades, de la transparencia, y de la democracia, pero que en el fondo no admitía otra ideología que no fuera la suya. La generación de generales que tomaría el relevo tras la dictadura socialista que finalizó en 1996, no iba a ser leal ni con la institución militar, ni con sus subordinados ni con el poder constituido y solo buscaría su permanencia en los cargos. Claro está que la alternativa de poder que sucedió al PSOE en 1996 –ocho años de gobierno del PP-, tampoco fue leal con las Fuerzas Armadas.
En 1996 el Ejército de Tierra español, sobre todo, y en general las Fuerzas Armadas, estaban enfermos y eran incapaces de resolver su propia crisis, remontar y salir de ella, y atender a las misiones que les encomendaba la propia Constitución de 1978. La llegada al poder del Partido Popular –la supuesta Derecha-, supuso un estado de buena esperanza innegable y el sentimiento generalizado de los militares era, que por fin se enderezarían algunas cosas.
No solo nada se enderezó, sino que se continuó –de hecho-, la labor del PSOE y se sentaron las líneas generales de lo que luego, sin mucho problema, habría de continuar Zapatero, y hoy ya Mariano Rajoy. Otra cosa es que la economía mejorase, y la situación social también, e incluso la imagen internacional de España, pero la defensa se ignoró y se descuidó. Fue la gran decepción y el gran engaño, y muchos fueron los militares de graduación que perdieron definitivamente su fe y creencia en la política –y en los políticos-, cuando no se sintieron definitivamente traicionados.
El Partido Popular ganó las elecciones generales con tan escaso margen que se llegó a pensar que, incluso, podía haber tenido lugar una segunda votación y declararse nula la primera vuelta. Quizás hubiera sido lo mejor, para que hubieran gobernado con plena libertad y confianza. Naturalmente no sucedió tal cosa, y José María Aznar pactó todos los pactos inconfesables, habidos y por haber, con quién hizo falta con tal de llegar a gobernar lo antes posible.
Entre la multitud de pactos, graves cesiones de principios y dejación de sus propias facultades y atribuciones, por parte del PP ganador, estuvo la designación del nuevo ministro de Defensa. José María Aznar designó Ministro de Defensa, nada más y nada menos, que a Eduardo Serra Rexach, quién había sido el número dos de Narcís Serra, y uña y carne con Emilio Alonso Manglano, en la primera legislatura del PSOE!! Incomprensible, y ciertamente, peor no se podía hacer. Como poner al zorro a guardar el gallinero. La presencia de Serra en el Gobierno del PP en 1996 facilitó ir colocando más “submarinos” del PSOE en todos los centros de decisiones, incluido el complejo de La Moncloa. Una vez más hay que pensar que el PP hizo todo lo posible para suicidarse políticamente al contar con esos individuos, y aceptar colocarlos en el propio entorno de la Presidencia del Gobierno.
La caída de efectivos fue dramática y la situación de algunas unidades llegó a ser crítica. La solución no fue otra que ir suprimiendo unidades y cerrando acuartelamientos. Comenzó una época frenética de “rebajas por cierre” que conduciría, en última instancia, a la situación famélica actual de las fuerzas armadas y a la precariedad de la defensa. El desmantelamiento del servicio militar obligatorio tampoco se acompañó de un plan serio de movilización ni de creación de una reserva que pudiera activarse en caso de crisis grave y conflicto de alta intensidad. El sentimiento, imperante hasta el momento presente, parodiando a Don Miguel de
Unamuno, era el de “¡qué nos defiendan la OTAN y los americanos!”.
El sistema de profesionalización de las Fuerzas Armadas, concebido por Serra y el gobierno del PP concebía a los soldados profesionales casi como trabajadores temporales. En un país donde la aspiración era un contrato permanente para poder hipotecarse y pagar las letras del coche, las Fuerzas Armadas ofrecían contratos de tres años renovables a un máximo de seis. Ello, unido a la bonanza económica innegable que supuso el giro completo hacia una economía de mercado, provocaría, en última instancia, que no se cubrieran las plazas de tropa y marinería, y llevó a la disolución de unidades, al amarre de fragatas, al comienzo de la incorporación de extranjeros, y a la bajada del listón en los requisitos tanto físicos como intelectuales requeridos para la tropa.
La profesionalización de una fuerza armada es un proceso mucho más complejo de lo que fue, y de cómo se entendió. Para Serra, y el PP, se trataba de demostrar que se cumplía un compromiso electoral –como para Zapatero lo sería la retirada de Irak en el futuro-, y se debía haber empezado por examinar y responder varias preguntas como: ¿Qué es lo que España espera y necesita de sus fuerzas armadas?, y en consonancia con lo anterior ¿Qué fuerzas armadas se necesitan para responder a esa necesidad? A continuación habría que haber definido una organización, tipo de unidades, equipo y material… y calcular qué presupuesto mínimo se iba a requerir, teniendo en cuenta, naturalmente, los nuevos sueldos de los soldados profesionales, y si no era posible tal presupuesto, modificar, limitar el alcance del proyecto, o incluso abandonarlo, y explicárselo a la nación. Claro que ello hubiera implicado tener clara una política de defensa, una estrategia nacional –todavía hoy más de 10 años después, por definir-, una política militar, y un horizonte presupuestario capaz. Elementos todos ellos ausentes, incluso hoy día, en el planeamiento del Ministerio de Defensa, como demuestran los hechos.
A todo eso no se opuso la cúpula militar, ni se oyó ninguna voz pidiendo sensatez. El ministro Serra, cual perfecto esquirol o capitán araña, montó el circo, acometió lo que, en verdad, había venido a hacer, y se fugó con sensacionales “ganancias”, políticas y de todo tipo, dejando en su puesto a quién demostraría ser el peor ministro de defensa de España en toda su historia –Federico Trillo, hoy embajador en Londres! -, aunque Carme Chacón ha intentado superarle.
Por todo lo expuesto resultan asombrosas las manifestaciones que el señor Serra hace ahora. Pero seguimos leyendo y entre las “joyas” expuestas por este mago de la indefinici?n en la Real Academia de Ciencias Pol?ticas y Morales, nada menos, el pasado d?a 21 de junio encontramos que afirmó que los ejércitos españoles constituyen “una excelente herramienta de la política exterior, aunque se haya querido olvidar en algunos casos” (¿?) para concluir que nuestra intervención en operaciones en los últimos años se encuentra “por encima de la que nos corresponde por nuestra situación en el mundo” (¿?). Ahí es nada, seguro que después de estas “perlas literarias”, el señor Serra descans? ante el papanatismo entregado del auditorio.
Cómo se puede decir que nuestros ejércitos constituyen una excelente herramienta de la pol?tica exterior? De qué pol?tica exterior habla? Serra vive en España? Sabe el señor Serra que, por citar un ejemplo, cuando nuestra política exterior se negaba a reconocer a Kosovo, precisamente un general español lideraba la fuerza militar europea que, en Kosovo, se ocupaba de garantizar lo contrario?
Serra comentó también la impecable actuación de los más de 100.000 soldados españoles que han participado en 52 operaciones en el mundo, con 160 bajas mortales y sin una sola queja internacional y señaló, comparando con situaciones anteriores, sin posibilidad de actuación exterior, que las FAS españolas “se dieron la vuelta como un calcetín sin perder sus esencias”. Pero, qué dice? Las FAS, con una precariedad inadmisible, han cumplido con una disciplina rigurosa las ?rdenes emanadas desde el poder pol?tico como no pod?an dejar de hacer. Pero, ¿recuerda el señor Serra las numerosas bajas producidas por seguir utilizando unos veh?culos obsoletos –los BMR-, con más de 30 años de antigüedad? ¿Recuerda el señor Serra el estúpido e innecesario accidente del Yak-42, producido precisamente por la cicater?a de su propio ministerio, ya entonces bajo su successor inmediato? ¿Recuerda el señor Serra la retirada vergonzosa de Irak, abandonando a los aliados, pero especialmente al contingente sudamericano?
Entre sus conclusiones, el señor Serra destacó que las FAS españolas son hoy “un instrumento útil para la paz”, y “que dan visibilidad de España en el mundo contemporáneo, mejorando nuestro prestigio internacional”. ¿De verdad cree eso el señor Serra? ¿Con un presupuesto de defensa inferior al de Luxemburgo se puede dar visibilidad de algo?
Igualmente valoró la importancia que la participación en este tipo de operaciones de paz ha tenido para nuestros ejércitos, facilitando su puesta a punto operativa y logística, su estandarización y homologación y mejorando su capacidad de interlocución con otros ejércitos y con elementos civiles, por lo que son prestigiadas por el pueblo español que, sin embargo, destacó, no consiguen que el español dé el prestigio social que debiera corresponder al oficio militar, pero diciendo a continuacion que “sigue sin gustarnos que nuestros hijos sean militares”, Entonces, si realmente la profesi?n militar no está prestigiada en España, ¿cómo es posible que los españoles valoren las instituciones militares en la forma que se anuncia a bombo y platillo en algunas ocasiones? Falacias y más falacias, e indefinici?n al más alto nivel.
Para terminar, hizo hincapié en que “resulta lamentable que esta labor en el exterior de nuestras FAS no sea aprovechada por nuestras empresas”. Y agregó: “no por responsabilidad de nuestros militares”. Solo faltar?a que los militares además, tuvieran que ser vendedores de armamento… Pero, abundando en el problema industrial, ¿de qué que empresas habla el señor Serra? ¿Sabe el señor Serra que el fusil de asalto actual de las FAS, el HK G-36 es alemán, aunque producido en La Coruña, por General Dynamics-SBS? ¿Sabe el señor Serra que nada de lo que utilizan las FAS, exceptuando las prendas de vestuario, las raciones de previsión, y quizás algún elemento menor adicional más, es de fabricaci?n y propiedad intelectual extranjera?
El señor Serra finalizó su conferencia citando la conocida comparación de Ortega y Gasset entre la calidad de los ejércitos y la de la sociedad a la que sirven y concluyó afirmando que “si nuestras FAS tienen ese buen nivel, y si Ortega tenía razón, nos digan lo que nos digan, España no está tan mal”. Y se qued? tan ancho, y además fue aplaudido, sin duda.
Es importante tener muy presente que fue, precisamente, Eduardo Serra, quien impulsó y decidió la venta de la Empresa Nacional Santa Bárbara (ENSB) a General Dynamics. Una de las sociedades financieras que intervino en la venta fue UBS (Union de Banque Suisse), y curiosamente, pasado un cierto tiempo, se hizo público que Eduardo Serra era el president de UBS en España. De la otra sociedad –Winterthur-, el presidente era el Duque de Lugo.
Si como dijo Ortega, las FAS son el reflejo de la sociedad a la que sirven, la situacion no es tan buena, sino todo lo contrario. No puede serlo, y no lo es, de otra manera ser?a un contrasentido. Pero, claro, ese no es el objetivo del señor Serra. Lo suyo es, como siempre, la ambigüedad, las palabras vac?as, y la indefinici?n. ¡Qué buenos vasallos si hubiera buenos señores!
AJCM 06/2012
Hay que descubrirse ante la presencia del autor de este artículo.
“Chapeau” como se dice en el argot internacional para expresar admiración y respeto.
Estoy tratando de reenviar este artículo a todos mis contactos en España, pero al darle a “Enviar” me sale una opción de Facebook que me imposibilita ya que no pertenezco a esa asociación.
Una vez más mis felicitaciones a AD por su valentia y honradez.
Ya va siendo hora que todos los españoles de bien se unan en una sola opción politica y plantarle cara a esta pandilla de oportunistas.
Mi abuelo recuerda cuando llegaron los dos tipos, la titi (según Felipe G.) apareció mucho más tarde para decir que Todos somos Rubianes (cejero que un chou en una TV catalana insultó gravemente a los españoles entre las risas de los traidores pagados del programa y el público), tam bién usó los cuarteles como mezquitas y prohibió cualquier acto cristiano.
Cuando llegaron, esos dos decían que venían para darnos LIBERTAD.
En ningún momento nadie mencionó la palabra prohibida. Paracuellos del Jarama.