Con los sobresaltos a los que vive sometida la economía española es fácil perder de vista el gran debate que preocupa en estos momentos a Europa. Se trata del invierno demográfico. Con una población cada vez más envejecida, Europa pierde capacidad de competir y de innovar y se disparan los gastos en sanidad y pensiones. El problema ha estado en el centro del último encuentro anual entre líderes religiosos y los máximos representantes de las instituciones comunitarias, celebrado en el Parlamento Europeo. Entre los obispos estaba monseñor Adolfo González Montes, que ofreció un incisivo diagnóstico sobre la crisis en España.

Aludió a la burbuja inmobiliaria pero también al «desorden moral» que se refleja en factores como el «ansia de enriquecimiento fácil». Y aunque a su juicio el «acoso de los mercados» es en buena medida especulativo, para superar esta crisis hará falta un cambio de mentalidad. Hay que recuperar virtudes como la capacidad de esfuerzo y de sacrificio. Hay que recuperar, en definitiva, los valores que entraron en crisis con la revolución cultural del 68. Y en primer lugar, «la visión trascendente de la vida humana», que históricamente ha cimentado la civilización europea. Con la secularización se ha extendido una «concepción materialista» de la vida, que ha generado una crisis de la familia sin precedentes. Y eso se paga caro: sin los hijos y sin los valores que sólo aportan las familias fuertes, la sociedad, sencillamente, deja de ser viable.