BD.- De sobra conocida es la participación, más aún la responsabilidad, de Bernard-Henry Lévy en la guerra de Libia. Se ha jactado en más de una ocasión, con el desparpajo que es el suyo, de haber convencido a Sarkozy, en una pocas horas de reunión muy privada con él y algunos representantes del llamado gobierno democrático libio en el exilio, de atacar a Gadafi, con el que Francia tenía entonces una relación diplomática normal y fluida.

BHL, como es conocido en el mundo de la filosofía de plató de televisión y de la política espectáculo, es uno de eso intelectuales afeminados que compensan su falta de virilidad con un gusto insaciable por la sangre de los demás. Que un pomposo imbécil como este pueda tener la más mínima influencia sobre la política francesa, al punto de convencer a un presidente de lanzar ataques contra un país que no había agredido, ni amenazado, ni puesto en peligro vida de ciudadano francés alguno, habla claro del naufragio moral de la nación francesa y de la quiebra intelectual de su élites.

Que un denominado filósofo (en realidad un charlatán millonario, un magnate con ínfulas de pensador, el Gran Inquisidor de la intelligentsia parisina) cuente entre sus habituales tareas el golpear la puerta de los despachos presidenciales para pedir bombardeos, eso es muy revelador de la degeneración de las élites gobernantes y el descalabro del sistema político que atiende a tales demandas hechas por semejantes personajes. La alta política se ha convertido en un asunto de amigotes sin escrúpulos, de bribones conchabados alrededor de una mesa nocturna decidiendo de la vida y la muerte de miles de lejanos seres humanos y del destino de países enteros que tienen la desgracia de no ser más que fichas en el tablero de los dueños del mundo.

El lugar que se le hace en la escena política gala, el trono que tiene el señor Lévy en los medios franceses, es revelador del profundo decaimiento intelectual, moral y espiritual de este momento de la historia de Francia. Bernard-Henry Lévy es en sí mismo una metáfora de la ideología dominante, la de las clases dominanes, es decir el del capitalismo financiero.

El filósofo Bernard-Henry Lévy ha declarado que es “como judío” que ha participado en la aventura política en Libia (los bombardeos ordenados por Sarkozy contra el régimen de Gadafi). Esa declaración ha sido efectuadas en la primera convención nacional organizada por el Crif (Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia). “He portado en estandarte mi fidelidad a mi nombre y mi fidelidad al sionismo y a Israel”, ha dicho Bernard-Henry Lévy.

La convención nacional del Crif, bajo el título de “Mañana: los judíos de Francia”, se ha desarrollado en Paris. En ella han participado numerosos intelectuales, politólogos, sociólogos, investigadores… Cerca de 900 personas han asistido a los debates, muy abiertos y animados, sobre los desafíos comunitarios, las nuevas caras del antisemitismo y los nuevos desafíos para los judíos de Francia.

En su discurso, Bernard-Henry Lévy ha declarado: “Es como judío que he participado en esta aventura política (la intervención francesa en Libia contra Gadafi) contribuyendo a definir los frentes militantes, y contribuyendo a elaborar para mi país (Francia) y para otro país (Israel) una estrategia y unas tácticas. No hubiera hecho nada de eso si no fuera judío”.

Recordemos, para aclarar el sentido de estas palabras, que Bernard-Henry Lévy se vanagloria de haber convencido, en apenas unas horas de entrevista muy privada con Sarkozy, que éste decidiera intervenir a favor de los islamistas (Al-Qaeda, Hermanos Musulmanes, salafistas y demás enemigos del régimen de Gadafi) y ordenara unos ataques aéreos y otras operaciones en tierra contra las tropas del dictador libio (además del suministro de armas y logística a los llamados “luchadores democráticos”).