El maestro austríaco Franz Welser-Möst debuta al frente del concierto más tradicional del 1 de enero con sobriedad y los guiños habituales
El primer día de enero va ligado a dos actos que se han incorporado a las tradiciones navideñas: el Concierto de Año Nuevo y los uno de los concursos de saltos del prestigioso torneo de los Cuatro Trampolines.
La Filarmónica de Viena, fiel a su exitosa cita, ha ofrecido el célebre concierto centrado en los valses y polkas de la dinastía musical de los Strauss, y que ha sido transmitido por televisión y radio a setenta países. Por primera vez, el maestro austríaco Franz Welser-Möst, de 50 años, ha dirigido con sobriedad pero con los habituales guiños a la orquesta en la Sala Dorada del Musikverein, donde catorce cámaras de la televisión pública austríaca han captado las imágenes que verán millones de personas en todo el mundo.
El programa ha sido el previsto y se ha mantenido en la línea clásica de las ediciones anteriores, con ocho piezas del ‘rey del vals’, Johann Strauss hijo (1825-1899), dos de su padre homónimo (1804-1849), otras dos de Josef Strauss (1827-1870), un vals de Josef Lanner (1801-1843), una danza de Joseph Hellmesberger (1855-1907) y un vals de Franz Liszt (1811-1886). Es la primera vez que se ha interpretado una obra de Liszt, y con ella se da inicio al año de jubileo de este compositor húngaro, pues en 2011 se cumplen los doscientos años de su nacimiento.
Por otro lado, tres de las citadas obras -la Marcha Española de Johann Strauss, el Cachucha-Galopp y la danza gitana, del ballet La Perla de Iberia, de Joseph Hellmesberger- están inspiradas en la cultura de España, que “siempre fascinó a los músicos austríacos”, según dijo el presidente de los filarmónicos vieneses. Y por supuesto que no ha faltado el Danubio Azul, del ‘rey del vals’, al son del cual la mayoría de los austríacos ya habrán bailado en el primer minuto del año, tras las campanadas de Nochevieja, como es habitual en la república alpina. Ese famoso vals ha venido como segundo bis y antes de la Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre, con la que se ha cerrado este espectáculo.
Historia del Concierto de Año Nuevo
El origen del Concierto de Año Nuevo se remonta a 1939, cuando Austria había sido anexionada al Tercher Reich de Adolf Hilter. El 31 de diciembre, el director de orquesta Clemens Krauss dirigió en el Musikverein un “concierto extraordinario” dedicado a Johann Strauss, y fue algo nuevo, pues las obras del ‘rey del vals’ rara vez eran interpretadas por la Orquesta Filarmónica.
En la Corte del Imperio Austro-Húngaro este tipo de música se consideraba poco seria, demasiado popular, y solo tras la caída de la monarquía los filarmónicos comenzaron tímidamente a interpretarla, al principio solo tocando El Danubio Azul como propina en sus giras de conciertos en el extranjero. Krauss volvió a ofrecer un concierto similar el primero de enero de 1941, y fundó así una nueva tradición que él mismo dirigió hasta 1945, así como entre 1948 y 1954, tras un interludio, en 1946/1947, a cargo de Josef Krips.
Le siguieron Willi Boskovsky y Lorin Maazel, pero luego la orquesta, organizada de forma democrática a la hora de elegir a sus directores, ha variado casi cada año al maestro para esta ocasión. Así las cosas, la batuta pasó a maestros como Herbert von Karajan, Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Zubin Mehta, Riccardo Mutti, Seiji Ozawa, Nikolaus Harnoncourt, Mariss Jansons, Georges Pretre y Daniel Barenboim.