Dos personajes que están hundiendo una empresa, que están hundiendo a personas concretas, que han mandado al paro a cuatrocientas personas, como son Julio Ariza y Mario Conde todavía tienen la osadía y la desfachatez de intentar dar lecciones a la nación y de presentarse como una novedad cuando están más vistos que el tebeo y son más casta casi que Andrea Fabra, a cuya corrupta familia Intereconomía ha apoyado hasta llegar a los episodios delirantes e indignos que narro en mi libro “Dando caña” (Editorial Rambla), que cada día estoy más orgulloso de haberlo escrito, porque aclara muchas cosas de tanta impostura.

Julio Ariza y Mario Conde forman tándem y Julio Ariza y Mario Conde han hecho un desastre de gestión a su empresa que ha hecho perder el trabajo a cuatrocientas personas. No están para dar lecciones sino para recibirlas. Sin duda, la mayor responsabilidad le incumbe a Julio Ariza que es el socio mayoritario y el que toma las decisiones, aunque tampoco queda ajeno Mario Conde porque es accionista minoritario –por eso se le ha lavado su oscura imagen- y porque no consta que haya puesto ningún pero a la forma de hacer las cosas. Antes al contrario, le ha convenido utilizar a Intereconomía y a sus trabajadores, sin mostrar el más mínimo interés por ellos y por su suerte. Ellos, Ariza y Conde, pertenecen a otra clase, al de la de los desaprensivos y de bajo nivel de escrúpulos.

No han tenido ni la deferencia de pagarles sus finiquitos en mano sino que les han sometido a una dolorosa agonía. Tengo muchos testimonios lacerantes de ello y de la forma inhumana con que se les ha tratado.

Si no saben gestionar Intereconomía, y no saben, menos pueden gestionar la nación. Ahora que Ariza, como si fuera un bufón al que se ha despedido de una patada de la mesa de sus señores, se ha puesto a chantajear con descaro a Mariano Rajoy, con mucho menos estilo que Vito Corleone, y que en su desfachatez, llevando su colosal hipocresía a niveles superlativos, ha dicho que abandona lo de orgulloso de ser de derechas, porque tiene el corazón en la izquierda, cuando lo que tiene en la izquierda y en la derecha es la faltriquera, hay que ir, por sus hechos, que estamos ante dos personajes siniestros de la derechona. No me imagino al pelotas y lameculos de Antonio Jiménez haciendo críticas a Rajoy. Puede ser un espectáculo sadomasoquista. Los cuatro aburridos gatoadictos que quedan –el hundimiento en las audiencias es de tal calibre que Prnoticias lo califica de descalabro, y no es para menos, con un 0,7% de share que lo sitúa casi como una televisión local- pueden morir de infarto si ahora tienen que reinventarse de izquierdas o proclamar, con Julio Ariza, que están orgullosos de ser de izquierdas. Soberana chorrada, por cierto, que Ariza le espetó a Zapatero cuando le citó en La Moncloa y que dejó al socialista desconcertado. La patética anécdota la cuento en “Dando caña”.

Al margen de bromas, el salvaje ERE –y están anunciados más despidos- se ha perpetrado con nauseabundos criterios clasistas, y sin ninguno relacionado con el mérito o la profesionalidad, como predica este tándem de impostores, que sólo engañan a dos desesperados.

Se han quedado todos los inútiles y todos los pijos y las pijas, que es el modelo pútrido que está hundiendo en Intereconomía, y han echado a cuantos podrían definirse por ser de clases medias y no tener otro patrimonio que su trabajo, que su buen trabajo. Porque han echado a los mejores y se han quedado con los peores, esos que la derechona sin principios describe como de buena familia.

Como esas cachas sin cerebro que protagonizan un programa que es la exaltación de la estupidez. Cierto que la responsabilidad incumbe casi por completo a Julio Ariza, pero casi, porque Mario Conde es accionista minoritario –junto con Rodrigo Rato, por cierto, lo cual demuestra que Conde no le hace ascos a la corrupción del sistema- y porque no consta que haya demostrado el más mínimo interés por la suerte de esos trabajadores que ha utilizado para lavar su oscura imagen de pionero de la estafa bancaria y generoso donador de mordidas, como reconoce en sus libros autobiográficos, poniendo encima el rictus de víctima.

Tengo numerosos testimonios de la crueldad estúpidamente pija desplegada en los pasillos y en las redacciones de la hundida Intereconomía. De los comentarios de que ellos y ellas iban a seguir, que se irían de vacaciones de lujo al extranjero y que a ellos y a ellas no les afectaría la crisis, regodeándose en el sufrimiento de los demás, de madres que viven con sus hijos en una habitación alquilada y que han perdido el trabajo por la inutilidad de esas vanidades heridas de Julio Ariza y Mario Conde. Ese es el nauseabundo clasismo que practican estos triunfadores de pacotilla y el que practicarían si algún día tuvieran algún poder, que no lo tendrán nunca, porque están más vistos que el tebeo y tienen muy poco recorrido. Ese es el ambiente que ha generado el católico oficial Julio Ariza, todo por la pasta y que ha intentado pillar del cepillo eclesiático, y el seguidor de una extraña secta oriental, Mario Conde.

Este par no está para regenerar nada, sino para que les regeneren a ellos. Vade retro.