Enrique de Diego.- Los males acumulados de España son tan profundos que no cabe ya apostar por reforma alguna sino de manera directa por un resurgimiento que pase por la ruptura con el régimen corrupto surgido de la Constitución de 1978.

La sociedad española no sobrevivirá si no apuesta por una posición radical de regeneración y resurgimiento, que parta del diagnóstico de que el actual modelo político hacia inviable a la sociedad, empezando por las insostenibles autonomías y pasando por el modelo de partidos y sindicatos y patronales estatales, instalados en el Presupuesto.

Es precisa también una etapa de depuración de responsabilidades de la corrupción y el despilfarro y de eliminación de los privilegios de los políticos, de la casta parasitaria, que ha de tener tono revolucionario, con tribunales especiales y juicios rápidos.
Ese resurgimiento ha de asentar sobre bases firmes la unidad de España, bajo el principio de pocos políticos y bajos impuestos.

Ese resurgimiento implica un cambio de mentalidad. No se trata de obtener un número pequeño de concejales o de diputados sino de obtener la deslegitimación del sistema mediante la conjugación de acciones radicales y generales de colapso del sistema -como huelgas generales del sector del transporte o insumisión fiscal a través de fisuras legales como el aplazamiento masivo de impuestos o la baja coordinada de los autónomos, superando las meras reivindicaciones sectoriales, para plantear un programa común de exigencias políticas- como la obtención de mayorías amplias y plebiscitarias que conduzcan a la apertura de un período constituyente que modifique la ley electoral y elabore una nueva Constitución, proceso en el que es necesario un referéndum sobre monarquía o república.

No se trata, pues, de ser bisagra o de meramente influir, cuestión que ya ha sido conseguida en el terreno de las ideas, sino de liderar a la sociedad hacia ese resurgimiento.

Los grupos patrióticos han de ser la vanguardia de ese cambio del sistema mediante procesos de confluencia unitarios en torno a objetivos comunes:

1.- Defensa de la unidad de España. La unidad de España ni se negocia, ni se discute, ni se vota.

2.- Lucha contra la corrupción, para depurar las responsabilidades penales de políticos y banqueros mediante tribunales especiales y juicios rápidos.

3.- Fin de la inmigración incontrolada y de la islamización subvencionada.

Frente a las estrategias de división del sistema, a través de etiquetas o de debates circulares ideológicos o esencialistas, esta es una hora, un momento histórico, en el que es preciso luchar por la supervivencia. Es una guerra económica decretada por las ineficientes y depredadoras castas parasitarias oligárquicas contra las clases medias y trabajadoras y ante ese tipo de retos es preciso aunar esfuerzos y limar los elementos de conflicto o división. Es preciso recurrir a lo fundamental con radicalidad y sin componendas. Son necesarias fuerza vital y moral de victoria.

La opción de que España sea una colonia económica ha de ser un acicate para promover el orgullo nacional identificando a los políticos de los partidos tradicionales como los culpables de la situación que atraviesan nuestros compatriotas.

Lejos de empequeñecerse o disolverse en disputas aldeanas, España ha de buscar la unidad con Portugal y la relación preferencial con Iberoamérica, como proyección natural de su espacio económico y cultural.

No debe aceptarse la trampa del mantenimiento de un falso orden injusto, ni tampoco la permanente confusión entre la cobardía y la moderación. De estos tremendos atolladotes históricos sólo se sale yendo a la raíz y exigen, por tanto, radicalidad.

La confluencia de esfuerzos en un gran proyecto nacional de resurgimiento exige capacidad de comunicación, medios de comunicación, a través de Internet que es el único ámbito de libertad. Eso también implica cambiar ámbitos en la base social regeneradora, rechazando los medios del sistema, y apostando por los que sirvan al proyecto de resurgimiento nacional.

El sistema no controla la situación. No tiene solución alguna, sino que sólo aspira al mantenimiento de los privilegios de la casta y a que el adormecimiento de la sociedad conduzca a una sociedad de amos y esclavos, en el que la mayoría de la población sea llevada a la indigencia y al hambre. Es preciso actuar, por tanto, sin miedo alguno, rechazando todas las coartadas reformistas del sistema, para ir a un proceso de sublevación popular, liderado por una vanguardia patriótica. No tenemos nada que perder y mucho que ganar.

El resurgimiento de España es posible. Es la misión que tenemos los españoles de esta hora decisiva de nuestra querida Patria. Fuerza y honor.