El sur cristiano de Sudán se prepara para dar el ‘sí’ a su independencia
La región separatista del sur de Sudán celebra este domingo un referéndum histórico para declarar su independencia del Gobierno central de Jartum y convertirse así en el estado más nuevo del mundo. Todas las partes implicadas coinciden en dos aspectos: primero, que este plebiscito va a celebrarse en las condiciones más pacíficas posibles y en segundo lugar, que la votación no es más que el inicio de un camino lleno de incógnitas marcadas por el inmenso impacto económico que la decisión de los sursudaneses tendrá no sólo en el norte del país, sino en la práctica totalidad del cinturón centroafricano.
En términos históricos, el referéndum supone una ruptura a todos los niveles con el violentísimo pasado del país y con las divisiones socioculturales entre el norte, predominantemente árabe, y el sur, cristiano, animista y sometido a los designios de Jartum, que durante décadas ha explotado las inmensas reservas de crudo de las regiones meridionales, que aglutinan el 85% del total de la producción del país.
Sudán no ha conocido más que breves episodios de paz durante los últimos 150 años, primero con las redadas esclavistas realizadas desde el norte del país en los últimas décadas del siglo XIX, seguidas de dos cruentas guerras civiles estrechamente relacionadas, a las que se añade un genocidio sistemático en la región occidental de Darfur; conflictos que en total han dejado al menos tres millones de muertos y otros tantos desplazados.
El país rompe esta dinámica con el histórico Acuerdo Integral de Paz de 2005, base jurídica de este referéndum que tendrá lugar en toda la región con la excepción de la fronteriza ciudad de Abiyán, territorio exigido por ambas partes. Allí, la situación es tan delicada que el plebiscito ha sido aplazado sin fecha.
Una semana de referéndum
Casi cuatro millones de sursudaneses se han registrado para depositar su papeleta a lo largo de la semana que durará el plebiscito. Pocos dudan del resultado: para la población de la región, la independencia no sólo supone el fin de la opresión del norte, sino más aún, una oportunidad para la paz.
Hay dos símbolos en la papeleta: dos manos unidas representan el ‘no’ a la independencia; una mano solitaria, la secesión de Jartum. “No conozco a nadie que esté interesado en votar a favor de la unidad”, ha señalado el antiguo rebelde Ezekiel Lol Gatkuoth, que aventura que hasta un “98% de la población” está a favor de la separación. Juba sería la futura capital del estado independiente. Entre las personas registradas para votar se incluyen más de 100.000 antiguos desplazados que han decidido volver a su hogar para participar en el plebiscito.
La votación terminará el próximo 15 de enero y los resultados se darán a conocer el 2 de febrero a más tardar. Si triunfa la mano solitaria, norte y sur se involucrarán en un proceso de negociación durante seis meses, que concluirá con la declaración oficial del Sur de Sudán como estado independiente el próximo 10 de julio.
Si se pregunta a las dos principales fuerzas enfrentadas -el presidente sudanés Omar Hasan al Bashir y, en el sur, el Movimiento para la Liberación del Pueblo de Sudán- las condiciones para la celebración del referéndum son prácticamente ideales. Prueba de ello, por ejemplo, es el alto el fuego firmado el viernes entre los antiguos rebeldes del sur con el grupo de combatientes liderado por el ex general George Athor, que neutraliza una potencial fuente de inestabilidad de cara al plebiscito.
Otro gesto conciliador ha sido la reciente visita de Al Bashir a Sur de Sudán, en la que garantizó el respeto total y absoluto del Gobierno de Jartum al resultado del referéndum: “Los partidarios de la unidad hemos fracasado”, aseguró el mandatario, consciente de que su ya de por sí debilitada posición política puede verse afectada aún más si no consigue un acuerdo económico satisfactorio con Juba, sin tener en cuenta la orden de arresto internacional que pesa sobre él desde 2009 por presuntos crímenes de guerra y genocidio en Darfur.
Respaldo de EEUU
Estados Unidos ha abanderado la respuesta pública internacional a la celebración del referéndum, empezando por el presidente Barack Obama, que advertía el pasado mes de septiembre ante Naciones Unidas de que “el futuro del país pende de un hilo”. “Lo que suceda en Sudán de ahora en adelante”, estimó, “decidirá si el pueblo sudanés, harto de la guerra, avanza hacia la paz o si por el contrario se desliza de nuevo por el camino del derramamiento de sangre”.
Uno de los oficiales estadounidenses más implicados ha sido el ex candidato a la Presidencia y presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, John Kerry, que ha viajado hasta en cuatro ocasiones a Sur de Sudán, la última de ellas esta semana, cuando subrayó la importancia de “mejorar las condiciones económicas y humanitarias del país” independientemente del resultado.
Estados Unidos es el portavoz público, pero es China el más interesado en el resultado del referéndum como principal socio comercial del país africano, con un 40% de participación en los negocios del petróleo en Sudán a través de sus consorcios. Se trata de una relación económica que se ha desarrollado intensamente durante los últimos años, a pesar de numerosas denuncias de grupos humanitarios como Human Rights Watch, que acusan a Pekín de vetar sistemáticamente cualquier iniciativa para perseguir y condenar a los responsables del genocidio de Darfur, y de vender armas ligeras a grupos rebeldes.
Ante el referéndum, China mantiene una política de cautela. El enviado especial del gobierno chino, el embajador Liu Guijin, se limitó a pedir “que el referendo se celebre de forma pacífica, así como que conduzca a un resultado benigno y no a un nuevo caos que provoque la guerra”.
Con todo preparado, sólo queda ultimar detalles como el nombre de ese más que posible nuevo país. Quizás se llame Sur de Sudán, quizás se llame Nueva Sudán. “Todavía estamos debatiendo cómo llamar a este bebé”, indicaba Gatkuoth, que entiende que, por el momento, hay otras prioridades.