Por Enrique de Diego.- El arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, ha declarado que está a favor de la celebración de un referéndum sobre la independencia. Jaume Pujol es numerario del Opus Dei y, a lo que se ve, es uno de esos “clérigos mundanizados”, a los que denunciaba San Josemaría Escrivá de Balaguer en “La tercera campanada”.

Jaume Pujol está más en comunión con los corruptos Pujol –por cierto, para cuándo una condena episcopal de la corrupción rampante, pecado de avaricia- y con Artur Mas, que con el Santo Padre y, desde luego, que con la Conferencia Episcopal que considera la unidad de España un bien moral.

No quiero pecar de injusto y a lo mejor el arzobispo de Tarragona habla mucho de la familia y del derecho a la vida, de los sacramentos y de la necesidad de la oración y la conversión, y no lo recogen los medios de comunicación, fuera de las hojas parroquiales. Es probable que haya ordenado a muchos sacerdotes y que florezca el Seminario de Tarragona y nadie se haya enterado. Porque Tarragona es zona de misión y algunas ciudades como Reus, el mayor centro integrista de Europa, están altamente islamizadas. De los frutos de la espiritualidad del arzobispo nada sabemos y es cuestión de hacer una investigación sobre ellos. Lo que nos llega es la declaración de un politicastro, de un activista político, de un clérigo mundanizado.

También nos ha llegado la del obispo auxiliar de Barcelona cabeceando por la misma senda tortuosa del separatismo, que tiene muchos componentes de la herejía nacionalista, tan denunciada por Juan Pablo II, y que con frecuencia se convierte en un sustituto de la religión, en su peor enemigo. De hecho, Cataluña es la región más descristianizada. De eso no nos llega nada del arzobispo de Tarragona, ahí se nos aparece como uno de esos “pastores mudos” que execra San Josemaría Escrivá de Balaguer en “La tercera campanada” (está en todas las librerías de España un libro mío con ese título, que incluye, como anexo, un texto fundamental y deslumbrante del Fundado del Opus Dei).

El caso del arzobispo de Tarragona me parece más grave, mucho más grave, porque es numerario del Opus Dei y, por su edad, conoció el espíritu de la Obra, de elevada espiritualidad, y hubo de leer y meditar a menudo ese aldabonazo de “La tercera campanada”. Cuando el 14 de febrero de 1974, San Josemaría Escrivá de Balaguer escribió el mejor texto del pensamiento cristiano del último siglo, y del no cristiano, por supuesto, no había en España ningún obispo de la Obra, ni lo iba a haber, se suponía, y eso se tenía a gala porque los sacerdotes que ingresaban en el Opus Dei sabían de antemano que no iban a hacer “carrera eclesiástica”. Era un plus de humildad y de santidad.

Eso ha cambiado. Hay ya varios obispos del Opus Dei, aunque se les nota poco, no desentonan, no transmiten ejemplaridad. El nombramiento de un miembro numerario para una diócesis tan importante como la de Tarragona, tan relevante en la historia de España, podía haber sido una renovación de la Iglesia, convirtiendo a la vieja Tarraco en un foco de espiritualidad. Pero en vez del cura de Ars o de San Antonio María Claret el parto de los montes ha producido un Setién de tres al cuarto que es partidario del referéndum sobre la independencia, que, por de pronto, es una ilegalidad, un delito.

Que yo sepa ningún obispo ni sacerdote se ha preocupado por la niña agredida por las hordas separatistas y tiendo a pensar que el Pujol arzobispo se sitúa al sol que más calienta de los Pujol corruptos y de los Mas incompetentes. A confesar los propios pecados, a denunciar la corrupción, a llamar a la conversión, esos son los mensajes de “La tercera campanada”.

Por de pronto, es un escándalo y, sobre todo, un cachondeo que la Conferencia Episcopal diga que la unidad de España es un bien moral, y que ese bien moral sea cuestionado por los obispos catalanes, por el auxiliar de Barcelona y por el arzobispo de Tarragona.

El gran mensaje de “La tercera campanada” es que el mundo está en crisis, que “toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales” como eco tremendo de la crisis de la Iglesia y que la causa de esa crisis está en los eclesiásticos. El arzobispo de Tarragona debería haber sido signo de contradicción y no mimetizarse con el ambiente. Porque en Cataluña la civilización no se tambalea menos sino bastante Mas. En Cataluña la civilización se ha derrumbado y se está abriendo paso la barbarie pagana. El proyecto separatista es una Cataluña multicultural descristianizada con la Virgen de Monserrat convertida, de manera blasfema, en un tótem pagano de la nación esotérica, que ni tan siquiera se parece a nada de lo propugnado por Enric Prat de la Riba. Lejos de oponerse a eso y denunciarlo, el numerario del Opus Dei, arzobispo de Tarragona hace la ola al separatismo totalitario y paganizante, caballo de Troya de la islamización. El arzobispo de Taragona ha recibido una exquisita formación para poder percibir trampas tan chuscas y grotescas del neomodernismo.  Jaume Pujol, a lo que se ve, es antes catalán que español y antes catalán que católico.

Empiezo a pensar que no sea mera casualidad que el Prelado del Opus Dei en España, Ramón Herrando Prat de la Riba sea nieto del padre del separatismo catalán. Lo digo porque es muy probable que Nunciatura le preguntara por un candidato del Opus Dei para la diócesis de Tarragona y Ramón Herrando Prat de la Riba, hijo de la hija del padre del separatismo catalán, recomendara a este pequeño separatista, que a lo mejor ha hecho florecer muchas vocaciones en Tarragona y ha convertido a la diócesis en un foco de espiritualidad, pero lo debe llevar muy en silencio porque no nos llega nada de eso.

Tanto al arzobispo Jaume Pujol, como al Prelado del Opus Dei, Ramón Herrando Prat de la Riba les conviene, como a todos, leer “La tercera campanada”: “En una palabra, el mal viene, en general, de aquellos medios eclesiásticos que constituyen como una fortaleza de clérigos mundanizados. Son individuos que han perdido, con la fe, la esperanza: sacerdotes que apenas rezan, teólogos –así se denominan ellos, pero contradicen hasta las verdades más elementales de la revelación- descreídos y arrogantes, profesores de religión que explican porquerías, pastores mudos, agitadores de sacristías y conventos, que contagian las conciencias con sus tendencias patológicas, escritores de catecismos heréticos, activistas políticos”. Sí, activistas políticos… partidarios del referéndum sobre la independencia, como el arzobispo de Tarragona.

Tampoco está de más que leyera “La tercera campanada” Antonio María Rouco para que acabe con este escándalo de una Iglesia satelizada del Estado y sumisa al PP por la crucecita y las subvenciones, y también los directivos de ese engendro, de esa cloaca pepera de 13TV, parodia de la peor Intereconomía. Pero eso puede ser materia para otra reflexión. Porque el mal viene de los eclesiásticos han confundido los fines de la Iglesia con los del Estado y unos andan con el nonnato Estado catalán y otros con el Estado pepero y todos danzando alrededor de la casta parasitaria. El fin de la Iglesia es la salvación de las almas. “La tercera campanada” ha venido a recordarlo porque se ha olvidado.

De nuevo resuena “La tercera campanada” con la fuerza de los santos sin respetos humanos: “Hay, por desgracia, toda una fauna inquieta, que ha crecido en esta época a la sombra de la falta de autoridad y de la falta de convicciones, y al amparo de algunos gobernantes, que no se han atrevido a frenar públicamente a quienes causaban tantos destrozos en la viña del Señor”.

Es posible que ahora se entienda mejor esa absurda y estúpida pretensión de la Asesoría Jurídica del Opus Dei de que retire mi libro “La tercera campanada” (Editorial Rambla”, en el que, como anexo, se incluye el texto premonitorio de San Josemaría Escrivá de Balaguer de 14 de febrero de 1974, por excusas, infundadas, de patentes y marcas: el Opus Dei no tiene los derechos de propiedad de mis libros, y el anexo se publica sin tergiversación alguna. Es posible que quieran hablar de derechos de autor y de dinero, pero la tirada, por ahora, es corta y el precio ajustado. A lo mejor, es que no se está a la altura de exigencia de lo expuesto con tanta fuerza y lucidez por el Fundador del Opus Dei hace la friolera de cuarenta años y se considera mejor mantener oculto el decisivo y clarificador texto.