El Madrid cumple ante el Celta (2-0) con Dortmund en el horizonte
Con Dortmund en el horizonte, y en la cabeza, el Madrid hizo exactamente lo mínimo para derrotar al Celta, situarse ya en la zona noble y olvidarse cuando antes de su maldita semana de lesiones. Su integridad no peligró durante el partido, que resolvió con los goles de Higuaín y Cristiano (de penalti), noveno del portugués en la Liga, pero tampoco se le vio un interés excesivo en bordarlo ni el hambre atroz que le permitió llegar el curso pasado a unas cifras marcianas. Fue una victoria de suficiencia que no pasará a la historia, pero es que tampoco lo pretendía el Madrid.
Y eso que el inicio del campeón sí fue convincente, como para demostrarse que sí peleará por esta Liga. Mourinho, problemático en otros asuntos de su discurso, sí fue fiel a sus ideas el once y obvió a quienes pedían la alineación de Nacho. Essien, correcto y con tablas, impecable durante el partido (asistencia incluida a Cristiano que CR perdonó) pareció lateral izquierdo de toda la vida. Además, se juntaron en el mismo once Özil, Modric y Kaká. Ese adorno, tal vez un mensaje a quienes daban por hecho que nunca se juntarían en un once, sí resultó un adorno artificial. A Mourinho no se le ocurrirá repetirlo en partidos con más vuelo y, dicho sea de paso, tampoco mezclaron tan bien como para repetirlo.
El Madrid estuvo activo y excelente hasta el gol de Higuaín. Rápido y con energía, con todo su frente de ataque intercambiando posiciones (Cristiano, Higuáin Özil y Kaká). Con las selecciones olvidadas y metido en la Liga.
Higuaín encontró el gol de forma casi casual. Apareció por la banda izquierda y empezó una jugada que no iba a ningún sitio y que se quitó de encima con un centro que cogió una trayectoria diabólica y terminó en golazo.
El Madrid se olvidó del partido con un 1-0 que, sin embargo, no destruyó al Celta, un equipo bien puesto y con fe en lo que hace. Un buen competidor con una bandera, Iago Aspas, que asustó a Casillas en un disparo con la izquierda. Fue lo más peligroso del Celta que dio mejor imagen de lo que produjo en la primera parte y, en general, durante el partido.
Mourinho volvió a bajarle el pulgar a Kaká, que desapareció como el resto a excepción de Cristiano, que disparó fuera, al larguero y pidió un penalti antes del descanso por una mano de Lago. El Madrid se apagó. Cuando eso pasa, se piensa en el fuego de Di María, que esta vez sin embargo estuvo sin chispa, menos alborotador y brillante que de costumbre.
Resultó curioso el proceso que experimentó el Madrid, tan animado al principio como progresivamente aburrido del partido. Paco Herrera intentó remover el partido con dos cambios, uno de ellos extrañísimo. Sentó a Iago Aspas, el atacante con más criterio y más veneno de su equipo y no mejoró en nada con Mario Bermejo. El Madrid apretó para liquidar el partido. Lo hizo Cristiano, al transformar un penalti evidente a Özil. Penó el partido hacia el final con Casillas en el foco. Primero, por una acción un tanto ridícula en la que se salió del área con el balón en las manos. Y luego, por dos paradas, una de ellas con su copyright de toda la vida, que el Bernabéu aplaudió a rabiar por cómo quiere a su portero. “Iker, Iker”. Un final más bello que un partido que se olvidará rápido.