Los ángeles en Málaga salen al llegar la noche
Cada día cientos de personas aguardan la caída de la tarde para acudir a una cita obligada si no quieren acabar el día con estómago vacío. De 19:30 a 21:30, el grupo Ángeles de la Noche reparte alrededor de 1.000 bocadillos entre los más necesitados, que desde horas muy tempranas aguardan en los alrededores de la Iglesia de Santo Domingo, junto al río Guadalmedina, el momento en que la caseta abra sus puertas para distribuir los productos.
Un total de 50 colaboradores se organizan en turnos para que la comida no falte ningún día de la semana. Gracias al altruismo de estas personas y a las aportaciones del banco de alimentos Bancosol, así como de iniciativas privadas, cada día un nutrido grupo de gente puede puede optar a hacer la que, para muchos, es su única comida del día. “Aquí repartimos cada día lo que haya”, comenta Salvador Guillén al tiempo que asegura que nunca saben lo que podrán ofrecer al día siguiente.
Los efectos de la crisis han provocado que cada vez sean más los que acuden en busca de esta ayuda, independientemente de su estatus, “aquí la mayoría son indigentes y drogadictos, pero en los últimos tiempos hemos notado que cada vez viene más gente con mucha preparación y muy bien vestida, incluso algunos vienen en coche”, explicaba Salvador.
Cada persona recibe una bolsa que contiene dos bocadillos, que suelen ser de mortadela, salchichón, jamón cocido o queso. No obstante y, pensando en aquellos que no tienen una dentadura adecuada, elaboran sanwiches para que les sea más fácil la ingestión. La bolsa también incluye dos yogures y además se les entrega en mano dulces, fruta todo el pan que no se ha usado en la elaboración de los bocadillos.
El grupo también se encarga de repartir bebidas y, dependiendo del día, otros pequeños lujos, “hoy por ejemplo hemos podido hacer 100 litros de gazpacho y otra de las colaboradoras ha preparado una sopa”, explicaba Ana María Castillo, orgullosa de la labor que realizan, aunque consciente de que queda mucho por hacer.
Es un trabajo sacrificado y gratificante a partes iguales y que da más satisfacciones conforme pasa el tiempo y se va viendo los frutos, “cuando empezamos la caseta era la mitad de lo que ahora y no teníamos ni agua ni servicios”, recordaba Ana María. Gracias a las aportaciones que muchos particulares han realizado pueden seguir adelante y ofrecer sus servicios en mejores condiciones, aunque reconocen que aún tienen algunas carencias.
La organización asegura que cualquier aportación, por pequeña que sea, es bienvenida. Admiten todo tipo de donativos, excepto dinero. Si alguien quiere aportar alimentos pero no puede llevarlos, los mismos voluntarios se ofrecen para recogerlos en su domicilio.
El artífice de este milagro es Antonio Menéndez, cuyo compromiso por los más desfavorecidos y su propósito de despertar conciencias al mundo constituye uno de esos ejemplos que la sociedad no siempre es capaz de valorar. Una de las peculiaridades de este grupo es la no admisión de dinero. “Quien colaborar lo tiene muy fácil: O bien nos trae los alimentos directamente o los deja pagados en alguno de los establecimientos de alimentación que colaboran con nosotros”, explica Menéndez.