Rectifico con sumo placer: muchas veces había dicho que en el PP no quedaba nadie honrado. Me equivocaba. Quedaban dos y han dimitido. Mientras los concejales del PP eran asesinados en Vascongadas –y en Cataluña- Rajoy se enriquecía con dinero negro. Ese es el hecho tremendo de este presidente indigno de España. Militar o tener un cargo ahora en el PP es asumir la responsabilidad de pertenecer y ser cómplice de una mafia.

Esos dos españoles honrados que han abandonado la cloaca pepera son el concejal de Gijón, Eduardo Junquera, y el concejal de Galdácano, David Pasarín-Gegunde. Junquera ha declarado que abandona el PP “por motivos de salud”, y con buena ironía ha añadido que “no porque esté enfermo sino para no ponerme enfermo por el caso Bárcenas”. Por muchos motivos, que están en la mente de todos, en la historia trágica de la España reciente, es aún más significativa la dimisión del concejal de Galdácano. Pasarín ha recordado que empezó a militar “en una situación de amenaza terrorista, donde los intereses personales quedaban relegados ante la defensa de la democracia y los valores de convivencia de una sociedad como la española”.

Muchas veces en los debates se me ha puesto como ejemplo a los concejales del PP de Vascongadas para justificar a toda la casta parasitaria, a toda la clase política, y siempre el argumento me pareció un ejercicio de inmundicia, porque es notorio que la corrupción vilipendia a las víctimas y a los héroes, a quienes daban y dan la cara en situaciones de conflicto y riesgo, y muchos de los cuales –más de veinte con carnet del PP- dieron su vida por los ideales de libertad y de España.

Tiene más autoridad moral para afear a sus dirigentes su degradación moral el concejal de Galdácano, porque se han aprovechado de él, de su coraje y de su lucha, mientras se enriquecían, mientras cobraban sobres en negro e incluso, como el indigno presidente de España, compraban por esa forma oscura y putrefacta la ropa y las corbatas.

El gesto de dignidad de Pasarín es una reivindicación de Gregorio Ordóñez, de Miguel Ángel Blanco y de todos los patriotas asesinados por el terrorismo separatista. Es una bofetada moral a los dirigentes felones y trincones del PP. Da coraje ver a Jaime Mayor Oreja enfangado en el tráfico de sobres, mientras concejales de su partido se jugaban la vida cobrando miserias, por puro amor a la libertad.

Resulta insoportable confirmar que Mariano Rajoy estuvo cobrando sobresueldos durante once años, once, sin ningún problema de conciencia; una persona que ha jurado, cargo tras cargo, que ha sido también ministro del Interior, cumplir y hacer cumplir la Ley y que ahora, con absoluta indignidad, ostenta la presidencia de esta querida nación hoy tan mal servida. Prefiero no imaginar que el mismo día o el mismo mes que asesinaban a Miguel Ángel Blanco, los dirigentes de su partido hacían la procesión al despacho de Bárcenas a recoger el sobre.

A la patente, evidente y flagrante corrupción, estos miserables, que se han ciscado en la sangre y la memoria de los mártires de su propio partido, han añadido la mentira, de la forma más grosera. Llevan años degradados en la mentira, mintiendo a toda hora. Rajoy es un hombre sin moral y sin palabra. Llevan dos años negándolo todo cuando todo era verdad. Incluso cuando se publican del puño y la letra de Bárcenas se ponen a negar tomando a los españoles por mucho más tontos de lo que son. Los tontos y los miserables son ellos. Ellos son los que han ensuciado la memoria de Gregorio Ordóñez y de tantos otros. El concejal de Galdácano no ha soportado la mentira, el vilipendio y la ignonimia de este pandilla de cuatreros y de mafiosos que son Rajoy, Cospedal, Arenas, Trillo, González Pons y toda la caterva.

Quedaban dos hombres honrados en el PP y han dimitido: concejales de Gijón y Galdácano. Ahora ya puedo afirmar sin error que no queda nadie honrado en el Partido Popular.