Ni los datos de la declaración de la renta de Mariano Rajoy coinciden con los que él mismo reseñó en su declaración de bienes en el Congreso de los Diputados. Rajoy y su Gobierno padecen una crisis de credibilidad irreversible. Ambos han llegado ya a ese estado en el que cualesquiera de sus declaraciones es interpretada, correctamente, del revés. Resultaba casi inimaginable tener un presidente del Gobierno tan mentiroso como Zapatero pero Rajoy lo ha hecho realidad.

En las democracias, la mentira es penalizada con la obligada dimisión, porque detrás de la mentira viene la corrupción, pues la mentira ya es el germen y el cimiento de la corrupción moral, de la que surge la corrupción material, el meter la mano la caja o cobrar sobresueldos en negro.

Cuando comunicándose a la nación a través del plasma y de su partido, toda una imagen muy simbólica, del desprecio tanto de Rajoy como del PP hacia la opinión pública, hacia los ciudadanos, Rajoy exigió, como un tirano bananero, confianza en su palabra, elevó inmediatamente las sospechas al grado de certezas. Es lo que sucede habitualmente con los mentirosos, quienes, por lo demás, en sus grados máximos, como el de Zapatero y Rajoy, se creen sus propias mentiras.

Rajoy ha mentido de continuo, a sabiendas. Su programa electoral es una sarta de mentiras. Hizo su campaña electoral con el reiterado mensaje de que nunca subiría los impuestos. Otros ejes fundamentales fueron que nunca subiría el IVA, de hecho, junto a Esperanza Aguirre, había protagonizado una campaña de recogida de firmas contra medida similar bajo el gobierno Zapatero. Tampoco iba a modificar la legislación laboral. González Pons llegó a decir que el PP era partidario de incentivar el empleo, no de incentivar el paro. La destrucción de empleo ha duplicado su ritmo bajo el incompetente Mariano Rajoy. La cuestión es que, sin aprender en cabeza ajena, los populares prometieron tres millones de empleos. También fue muy firme el compromiso de Mariano en que nunca, nunca, nunca tocaría las pensiones, nunca, nunca, nunca las bajaría porque siempre, siempre, siempre mantendría su poder adquisitivo.

Cierto que Rajoy y sus secuaces, en sus argumentarios, han incidido en que se vieron obligados porque el déficit era superior al que los socialistas decían, lo cual no fue óbice para condecorar a Zapatero y sus cuates, y por imposiciones de Bruselas. La verdad es que todo el programa electoral del PP, al 100%, era mentira. Así que la palabra de Rajoy no vale nada. Y cuando hace un ejercicio de transparencia encima los datos no coinciden y tienen que venir las explicaciones. Estas son formas habituales de funcionar por los mayores mentirosos, esos que se creen sus mentiras y nunca reconocen que mienten.

Es como lo de la inefable Ana Mato, que ya no sabemos si se divorció, si se separó, si se enteraba de algo o si le convenía mejor mirar para otro lado. El caso es seguir en el cargo, porque mientras se sigue en el cargo se cobra a fin de mes, mientras se hunde a los españoles.

Pero, claro, resulta que el PP había echado a todos los de Gürtel o habían abandonado el partido. Eso se presentó como un estándar ético elevado (el código de buenas prácticas del PP lo presentó Ana Mato, lo cual es un sarcasmo). Pero resulta que Luis Bárcenas seguía teniendo los privilegios de un capo y Jesús Sepúlveda sigue cobrando del partido aunque ni tan siquiera va a trabajar.

Mentira tras mentira, el PP se ha convertido en una absoluta mentira. La mentira domina al PP y el Partido Popular se comunica mediante la mentira. Zapatero la decía con más desenvoltura, Rajoy balbucea.