En el nombre del padre
Son legión los sociólogos y trabajadores sociales que han ido constatando que existe relación (aunque no sea la causa exclusiva) entre la falta de padre y problemas tales como los fracasos escolares, la delincuencia juvenil, el consumo de drogas, los trastornos de la alimentación (bulimia y anorexia) los embarazos precoces y el que los menores se acaben fugando de casa.
Si continúa la tendencia actual, a no mucho tardar más de la mitad de los niños que han nacido últimamente en España, vivirán sin uno de sus padres biológicos, generalmente el padre, antes de que lleguen a ser adultos.
Muchos estudios concluyen que los niños que poseen un padre motivado y participativo, en comparación a hijos cuyo padre es menos activo, tienden a ser personas más competentes en el aspecto cognoscitivo y social, menos inclinados a estereotipar por diferencias de sexo, más demostrativos de su empatía, y poseen mayor capacidad de adaptación desde el punto de vista psicológico.
Estudios realizados en la Universidad de Pensilvania (EEUU) concluyen que los niños que sienten apego y cariño por su padre tienen dos veces más probabilidad de ingresar en la Universidad, son un 75 por ciento menos proclives a tener un bebé durante su adolescencia, un 80 por ciento menos susceptibles de ser encarcelados, y menos probabilidad de padecer depresión. La probabilidad de que un joven se involucre en actividades delictivas es doble si se ha criado sin su padre.
Los padres varones deberían ser mucho más que “adultos secundarios o periféricos.
Los que participan en la vida de sus hijos, brindan beneficios a sus hijos que seguramente nadie más puede ofrecer. Dan protección y apoyo económico y representan un ejemplo-referente positivo como hombre. Tienen un estilo para criar a sus hijos que es bastante distinto al de la madre y esa diferencia es importante para un desarrollo saludable.
La paternidad es tan crucial para el desarrollo saludable del niño, como lo es la maternidad. La influencia del amor del padre en el desarrollo de sus hijos es tan profunda como la del amor de la madre y, en ocasiones, hasta más, un padre no cría ni educa como una madre.
Es difícil encontrar a algún experto, llámese Psicólogo, Pedagogo, Pediatra, “Defensor del Menor”, etc. que recomiende la exclusión del padre en la educación y la crianza de los menores; todos recomiendan la presencia de la figura paterna en la vida de los niños y adolescentes para que éstos alcancen el suficiente equilibrio emocional cuando lleguen a la adultez.
Otro 19 de marzo, un año más se celebra el día del padre,… algunos papás tendrán la oportunidad de celebrarlo con sus hijos, pero habrá cientos de miles de padres que no tendrán nada que celebrar, pues no se lo permitirán. Estoy hablando de los grandes olvidados en este día tan señalado…. Miles de padres separados/divorciados que por decisión de la injusta justicia que padecemos en España, lenta, cara y arbitraria, además de sorda y ciega, son tratados y considerados, como delincuentes.
La presunción de culpabilidad respecto de los padres de familia impregna a la totalidad de las normas legales españolas, relativas a la ruptura de pareja y la custodia de los menores tras la disolución del vínculo matrimonial.
En España se viola todos los días la Constitución, en lo referente a preceptos tales como el de que todos –y todas- somos iguales ante la ley, el derecho a un juicio justo –con plenas garantías legales- y el derecho a la presunción de inocencia, o cuestiones tan básicas como que la carga de la prueba corresponde al denunciante y no al denunciado… cuando se trata de padres de familia inmersos en procesos de separación y divorcio. (Ley de Divorcio de 2005 y Ley Integral contra la violencia de género…).
Está de moda proclamar una mayor implicación de los varones en las tareas domésticas y en la crianza y en la educación de los hijos, medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, y cosas por el estilo; medidas a cual más creativa. Pero casualmente sólo cuando la familia esta “intacta”. Se tiende a confundir familia con matrimonio.
Se da por sentado que el principal causante de las rupturas de pareja, si no el único responsable, es el varón, y que la mujer es la parte más vulnerable. Se da por supuesto que las mujeres son madres abnegadas, dispuestas a sacrificios y renuncias miles para lograr el bienestar de sus hijos y procurar lo mejor para la convivencia con su marido y sus hijos, y que esa heroica entrega debe ser compensada si el matrimonio se rompe.
Estamos asistiendo a una cada vez mayor criminalización de la paternidad.
Si un padre divorciado tiene la feliz ocurrencia de pretender ejercer de padre tras el divorcio, continuar educando a sus hijos, seguir dándoles amor y cuidados, aquello que se denomina Custodia Compartida, será considerado sospechoso de perversidades miles, será mirado con lupa y deberá superar una interminable carrera de obstáculos (empezando por la oposición generalmente de la madre de sus hijos, y/o del ministerio fiscal) e incluso será acusado de maltratador y de que con el pretexto de la Custodia Compartida, lo único a lo que aspira es a seguir “victimizando” a su ex mujer y a sus hijos…
Si por el contrario, que suele ser lo más “normal”, lo corriente, a un padre se le disuade de seguir participando en la educación y el cuidado de sus hijos, se le expulsa de la vida cotidiana de los menores, y “no ofrece resistencia” de clase alguna frente al actual sistema legal, se le tachará de egoísta, perverso, mal padre… y si además se le condena –cosa frecuente- a una situación de miseria, hasta el extremo de convertirse en un mendigo o un indigente, y ni siquiera poder abonar la pensión de manutención de los hijos habidos durante el matrimonio, será severamente castigado hasta extremos inconcebibles y con extrema crueldad…
Por supuesto, si una mujer adopta una actitud claramente obstruccionista, encaminada a boicotear las estancias y la comunicación entre los hijos y el padre, y la familia extensa del padre, gozará de una casi total impunidad e inmunidad, o será tratada con absoluta benevolencia por parte del sistema judicial.
El poder de los juzgados de familia es casi ilimitado, la Constitución Española de 1978 no existe en los procesos por disputas domésticas.
Si un padre comparece ante los juzgados, da igual que no haya cometido delito alguno, de inmediato verá sus movimientos, costumbres y hábitos personales, relaciones con amigos, con familiares, compañeros de trabajo, contacto con sus hijos, sometidos a investigación y controlados por parte del tribunal y considerados como dudosos, sospechosos no se sabe de qué…
E incluso, sin causa justificada, el tribunal podrá someter a tutela y vigilancia los encuentros que tenga con sus hijos en los llamados “puntos de encuentro familiar” (ilegales, por cierto), lugares en los que el padre y los hijos serán observados, escuchados, y en los que, incluso, se elaborarán informes que serán determinantes para las futuras estancias y comunicaciones con sus hijos. Medidas todas ellas absolutamente ilegales.
También es posible que sean obligados a pasar un examen de los llamados Equipos Técnicos Psicosociales (Equipos “fantasmas” de los que nadie sabe nada, o no quiere saber, y respecto de los que no existe norma legal que los cree, los regule, y en los que no existe ninguna clase de protocolo) sin garantías legales de clase alguna.
A partir de entonces, el padre no tiene ni voz ni voto sobre dónde residirán sus hijos en adelante, el colegio al que acudan, la formación moral o religiosa que reciban, su salud, sus visitas al médico, … Se le privará de información del centro de estudios de sus hijos, o del centro de salud, cuando lo solicite. E incluso se le indicará a qué lugares, o servicios religiosos, o espectáculos, podrá asistir con sus hijos en el tiempo de estancias que le otorguen, o lo que denominan “visitas” (recuérdese que en España solamente tienen “regímenes de visitas” los presos y los hijos de padres separados…)
Por supuesto, no podrá pedir cuentas respecto del destino que la madre le dé al dinero que entregue, supuestamente para los alimentos, la manutención de sus hijos. Se ha de entender que la madre es quien tiene el buen criterio, sabe lo que mejor conviene para los menores y debe ser la que administre en exclusiva…
La presunción de culpabilidad también estará presente cuando la mujer alegue que ha habido violencia doméstica, maltrato psíquico, e incluso abuso de menores, en el proceso en el que se dilucide la guarda y custodia de los hijos, y las disputas por causa del patrimonio acumulado durante la convivencia marital. El tribunal decidirá restringir el contacto del padre con sus hijos, dictará órdenes de alejamiento, en la mayor parte de los casos sin evidencias o indicios de ninguna clase.
Nunca ha habido situaciones comparables, salvo que nos traslademos en el tiempo a las prácticas del “Santo Oficio de la Inquisición”, o en tiempos más cercanos, en el régimen de apartheid sudafricano…
Como se indicaba al comienzo del texto, todas las corrientes actuales de la Psicopedagogía, y particularmente las autodenominadas humanistas, afirman con total rotundidad que entre las principales necesidades de los niños (por supuesto también de las niñas) están la de sentirse amados, sentirse aceptados (tal cual son, con sus riquezas y sus limitaciones) no sentirse una carga o algo parecido, sentirse aprobados en sus aspiraciones, en sus actos; sentirse reconocidos, sentirse en un entorno de seguridad, tanto material como afectiva, etc. pero si de algo tienen, también, especial necesidad y derecho es de poseer una madre y un padre suficientemente adultos, competentes y responsables que los acompañen hasta la adultez.
Sin embargo, los medios de comunicación, las instituciones de protección de la infancia y de los adolescentes y las leyes españolas, privilegian la relación con la madre en detrimento de una adecuada relación con el padre.
Parece como que la idea preponderante es la de que la madre y el Estado son los únicos capacitados para ocuparse de ellos. Sin duda esta conspiración, premeditada, cruel, innecesaria y no precisamente casual, lo que viene es a reafirmar un neomachismo, que aleja aún más a los padres de su responsabilidad en el cuidado y acompañamiento de sus hijos mientras estos crecen.
Resulta difícil de entender a estas alturas, que haya aún gente en nuestro país que siga considerando positivo obligar a los padres a dejar de serlo, simplemente porque se divorcien de sus cónyuges. Resulta llamativo que se proclame la conveniencia de un mayor compromiso de los padres en la crianza y en la educación de los hijos durante el matrimonio y cuando se rompe el contrato matrimonial se atribuya de forma sistemática la guarda y custodia monoparental a las madres, y de hecho también la patria potestad, (más acertado sería decir autoridad parental) expulsando a los padres de la vida de sus hijos y condenándolos a una orfandad incomprensible, además de otras consecuencias especialmente graves.
Excelente y certero artículo,tan real como que la noche precede al día.
Si, resulta difícil es estas condiciones casarse y formar una familia.