El Gobierno no es la solución a nuestro problema, el Gobierno es el problema
Como cualquier persona de buena voluntad educada en el cristianismo, yo en mis años mozos era de los que se creyeron “El sermón de la montaña” o “bienaventuranzas” del Evangelio de San Mateo (incluso pensé, tal como San Agustín, en la posibilidad de instaurar el “Reino de Dios en la Tierra”) Luego, más tarde, también consideré deseable “el gobierno de los sabios” o “sofocracia” que propone Platón. Todo ello me llevó a pensar –ingenuo de mí- que era posible cambiar el mundo con el esfuerzo de la gente buena, que haberla hayla. Adquirí compromisos socio-comunitarios, abracé alguna que otra “ideología” (nada más lejos todas ellas de su significado etimológico de “idea-lógica”) hasta acabar llegando a la conclusión, tal como afirma el estoico Marco Aurelio en sus “Meditaciones”, que el mundo no está dispuesto a “dejarse cambiar”.
Total que, después de ser partidario durante cierto tiempo, del intervencionismo, del estatismo, para aquello de corregir las desigualdades, hacer más llevadera la vida de los más desfavorecidos, y demás consignas colectivistas; acabé en el liberalismo como opción política y económica.
Vamos que… Por múltiples razones dejé de pertenecer a eso que llaman “la izquierda”.
Uno de los grandes logros del “socialismo” ha sido conseguir que a algunas personas les avergüence reconocer públicamente lo que son y lo que sienten, como si denominarse de derechas, liberal-conservador, fuera algo deshonroso, denigrante; como si tal cosa fuera una inmoralidad. Está de más rehuir el apelativo en cuestión, e incluso dar a entender que es inmerecido e injusto. Está de más cualquier intento de endulzar nada, de tratar de suavizarlo…
Así pues, llamemos a las cosas por su nombre.
Los mejores diccionarios de la Lengua Española, el de la Real Academia Española, y el “María Moliner” de Uso del Español, no dicen de la palabra “conservador” que posea connotaciones negativas, conservar es sinónimo de hacer durar las cosas buenas que se poseen.
Ser “de derechas” significa abordar las cosas de forma “recta”, sin torcerse hacia ningún lado, ser justo, razonable, ir derecho a los asuntos (sin tibiezas ni medias tintas) o actuar con legitimidad.
– Yo soy de los que piensan que las personas son los únicos titulares de derechos. No creo que existan los derechos de la nación, de la patria, de la colectividad, ni de ninguna clase social. Yo creo en los derechos de las personas, que no pueden ni deben decaer ante entelequias que unas veces son mitos, y otras forzadas obras de ingeniería social.
– Sí ser “de derechas es oponerse a la supremacía del Estado sobre el individuo, a la reducción de la persona a simple miembro de una colectividad, oponerse al afán “igualitarista” en lo moral e ideológico, a la obsesión por la uniformidad, oponerse a que el estado se arrogue la potestad exclusiva de educar al ciudadano, negándole a las familias ese derecho,… Entonces, es posible que quienes dicen que soy de derechas, tengan razón.
– Si ser de derechas es creer en que los seres humanos son suficientemente capaces de mejorar su circunstancia personal, promocionar, buscar y encontrar su propio camino, explorarlo, recorrerlo, llegar a la meta y hacer de su vida una experiencia apasionante… Sin que el Estado los tutele, o les proporcione todo lo que solamente se puede llegar a apreciar cuando se ha conseguido desde el ejercicio del albedrío y la superación personal… entonces, es muy posible que quienes dicen que yo “soy de derechas” estén en lo cierto.
– Si ser de derechas significa creer en la Libertad, y no en la Igualdad, pues “La Igualdad” no existe, es una cosa infrecuente en el Mundo en el que vivimos en todos los niveles o escalas, desde el atómico, o subatómico, al animal, pasando por el celular… pues, insisto, entonces ciertamente el abajo firmante es derechista.
– Si ser de derechas es ser partidario del derecho a la objeción de conciencia, respecto a cualquier obligación impuesta de manera arbitraria por el Estado, entonces yo también soy de derechas, sin duda alguna.
– Si ser de derechas es ser partidario de la libertad de “todas” las personas para fijar su domicilio en el lugar que les plazca, en cualquier lugar del mundo y considerar obsoleto el concepto de nacionalidad frente al de residencia; entonces –insisto- yo soy de derechas.
– Si ser de derechas significa pensar que la glorificación del Estado del Bienestar ha sido un gran error, y que la universalidad de la sanidad, la educación, la atención jurídica o la previsión de la vejez son conquistas irrenunciables, pero que no están siendo gestionadas de la mejor manera posible; entonces, también yo soy de derechas…
– Si ser derechas es desear una Democracia “más profunda, y permanente”; profunda en el sentido de que no se dé un cheque en blanco a los políticos sino un mandato concreto, y permanente porque los actuales medios tecnológicos permiten frecuentes consultas a la ciudadanía; entonces, yo sí soy de derechas.
– Si ser de derechas significa desear un sistema electoral más justo que el actual, matemáticamente proporcional a lo votado, sin las manipulaciones actuales que propicia la Ley d’Hondt; entonces, efectivamente quien esto escribe es de derechas.
– Si ser de derechas significa pensar que el Estado no debe financiar con nuestros impuestos ni a los partidos políticos, ni a los sindicatos, ni a las patronales, ni a ninguna entidad privada, sino que debe ser la sociedad quien libremente debe costear a aquellas entidades que prefiera (siendo fiscalmente desgravables en la declaración de la renta, las aportaciones que se realicen a cualquier entidad no lucrativa) pues sí, sin duda alguna, soy de derechas, de la “derecha más extrema”.
– Si ser de derechas significa pensar que una democracia auténtica requiere una Administración de Justicia realmente independiente, lo cual significa, también estar en contra de que el nombramiento de los órganos judiciales y de la fiscalía se realicen por parte del poder ejecutivo o legislativo; entonces soy de derechas.
– Si ser de derechas significa condenar cualquier clase de violencia, el uso de la fuerza para condicionar la acción de otros, ya sea el Estado o un particular quien la ejerza; si ser de derechas significa tener el firme convencimiento de que el referente moral debe ser la Declaración Universal de los Derechos Humanos y Civiles, y pensar que toda forma de tortura o trato degradante (incluyendo la pena de muerte) son absolutamente detestables; entonces sin yo soy de derechas.
En definitiva, no tengo dudas de hacerme llamar como lo que soy: “de derechas” por aspirar a vivir en una sociedad de hombres y mujeres responsables de sí mismos (la responsabilidad es la otra cara de la moneda de la libertad). Una sociedad de seres adultos, soberanos, autogobernados, una sociedad de personas en la plena extensión de la palabra, es decir, una sociedad libre.
Y dirán quienes esto lean ¿A que viene que este señor nos hable de todo ello? Pues muy sencillo:
En España (como en el resto de Europa, aunque no es ningún consuelo) el Gobierno no para de crecer en tamaño y en poder mientras que los individuos se ven cada día que pasa más y más postrados, condenados a situaciones de dependencia, llegando al punto crítico en que la dependencia se convierte en la norma (cuando siempre se ha considerado que debería ser excepción), habiendo llegado a tal magnitud que incluso el más mínimo repliegue del “estado de bienestar” lleva a la desesperación y, para los más agresivos, a manifestaciones y huelgas.
Don Mariano Rajoy Brey pese a que durante la campaña electoral prometió hacer lo contrario a lo que venía haciendo el Partido Socialista, ahora emprende acciones en la misma dirección: más impuestos, más impuestos, más estado, más burocracia.
Durante la campaña electoral no paró de decir (y su pandilla de aduladores y trovadores) frases tales como:
“Un programa para crecer y generar empleo, para apoyar a nuestros emprendedores“. “Estamos convencidos de que los problemas de España tienen solución y de que los españoles tienen futuro”. “Presentamos un programa contra la resignación“. “Lo que España necesita”.
Si hora empezamos a tener algo claro muchos españoles, es que Mariano Rajo no es el presidente que España necesita.
Mariano Rajoy si algo ha demostrado es una habilidad especial para traicionar a sus votantes, y mientras piensa en más y más impuestos (la penúltima ocurrencia es la subida de los impuestos especiales y el de sociedades, además de la creación de nuevas tasas medioambientales y otra más para gravar los depósitos bancarios) solicita a los españoles y a sus familias, y las empresas un mayor “esfuerzo”, y todo ello para evitar meter la tijera en el disparatado gasto público que padecemos.
Diez minutos después de ser elegido presidente, Ronald Reagan (cuadragésimo presidente de los Estados Unidos, 1981-1989) declaró: “El gobierno no es la solución a nuestro problema, el gobierno es el problema”.
Rechazaba de esa forma la premisa fundamental del New Deal (medidas económicas intervencionistas promovidas por el presiente Franklin D. Roosevelt, frente a la “crisis de 1929”, que sentaron las bases del “estado del bienestar” en los EEUU, literalmente en castellano «Nuevo trato» es el nombre dado por el presidente Roosevelt a su política estatista/intervencionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos. Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de sostener a las capas más pobres de la población, reformar los mercados financieros y redinamizar una economía estadounidense herida desde el Crac del 29 por el desempleo y las quiebras en cadena.)
Ronald Reagan se puso de inmediato a la faena, empezando por atacar a los cimientos del New Deal con una radical reducción de impuestos, una desregulación masiva, un enfrentamiento frontal contra el sindicalismo (atropellando, hasta derrotarlos, a los controladores aéreos por intentar hacer una huelga ilegal) y tratando de contener el crecimiento del gobierno (lo cual consiguió sólo en parte).
Dado que Mariano Rajoy Brey no se parece en nada a Ronald Reagan, y puesto que los “responsables” de haber colocado al frente del Gobierno de España a un hombre “sin lo que hay que tener”, son los 185 diputados que forman el Grupo Popular del Congreso, solamente es posible que ellos mismos lo destituyan aunque solo sea para intentar evitar un batacazo del PP en las próximas elecciones; aunque solo sea para tratar de conservar su “empleo”, pues lo que está clarísimo es que Mariano Rajoy llevará a España al caos más absoluto, y arrastrará a su partido a un callejón sin salida…
Los diputados del Partido Popular deben destituir a Mariano Rajoy y su Gobierno, y empezar a poner en práctica el programa con el que se ganaron las elecciones de hace año y medio, emprender proseguir sin tibiezas, sin complejos, sin temor de clase alguna el camino de la “regeneración” prometida durante la campaña electoral:
Iniciar las reformas económicas necesarias para salir de la crisis económica y emprender el camino del crecimiento.
Reajustar el número de empleados públicos, y reajustar, también, sus salarios a la productividad.
Suprimir algunos Municipios y las Diputaciones Provinciales. Agrupando ayuntamientos en mancomunidades de no menos de 10.000 habitantes.
Bajar el sueldo de los políticos profesionales y acabar con sus privilegios.
La única salida, por tanto, es una regeneración democrática que se apoye en la energía vital de la sociedad.
Dos han de ser los objetivos claves de ese esfuerzo vital y de esa regeneración democrática: 1) los partidos, sindicatos y patronales han de salir del Presupuesto y han de financiarse con las aportaciones de sus afiliados; 2) el Estado Autonómico ha de darse por muerto y desmantelarlo cuanto antes.
Las dos son condiciones imprescindibles para la supervivencia de la sociedad española. De esos dos objetivos, de esos dos principios, se deducen un cúmulo de consecuencias ulteriores entre las que está la reforma completa de la Ley electoral y la eliminación del sistema de listas cerradas y bloqueadas, así como la marcha inexorable hacia la efectiva división de poderes.
La gente en general se pregunta si es necesario mantener 17 modelos educativos de tan escasa calidad como denuncia el informe Pisa, 17 sistemas sanitarios, 17 sistemas de licencias de caza y pesca (como tener 17 permisos de conducir), 17 fiscalidades, 17 parlamentos autonómicos, 17 representaciones internacionales…
En definitiva, 17 modos de imitar en pequeño y sin recursos, a los grandes Estados, con ambiciones de gasto versallescas.
El Gobierno Central, a la Administración del Estado, ha de recuperar con la mayor prontitud posible las competencias de Sanidad, Educación, etc. transferidas a las “Comunidades Autónomas”, y no proseguir con las que están en camino de ser transferidas, como la de Justicia.
Liquidar-desmantelar todas las Empresas, Fundaciones, y demás “Entes Públicos deficitarios”, sean a escala regional, provincial o municipal.
“Estas” son algunas medidas a tomar sin dilaciones, por parte de Gobierno Central, una vez apartado Mariano Rajoy y su panda de incapaces, si no se quiere seguir defraudando las esperanzas que millones de españoles depositaron en el PARTIDO POPULAR el 20 de noviembre de 2011, lo contrario sería tratar de impedir por todos los medios granjearse las antipatías de “la izquierda”, procurar no padecer incomodidades a corto, medio e incluso largo plazo…
Insisto, todo depende de esos 185 diputados… A ver si hay cojones y ovarios…
Todo depende de un puñado de euros
Fuera Rajoy!!!