El P. Van Straaten y la caridad a gran escala
Alberto Royo.- Werenfried van Straaten, el conocido como “Padre Tocino” representa el arrojo de la Iglesia en el s. XX para socorrer a los más necesitados portando ante todo el mensaje evangélico. Nació en Mijdrecht, Países Bajos, el 17 de enero de 1913. Sus padres eran maestros y el joven Flip, aunque inclinado y dotado para la pintura, decidió estudiar magisterio cumpliendo el deseo de su padre. En 1932 comienza sus estudios en literatura clásica en la Universidad de Utrecht. Sin embargo su corazón apuntaba a otro lugar y poco a poco empezó a discernir su vocación. En 1934 entró en la abadía de Tongerlo, cerca de Amberes, en Bélgica. En la abadía norbertina tomará el nombre de Werenfried.
La estancia en la abadía no comenzó con buen pie. Al poco tiempo de ser monje van Straaten contrajo la tuberculosis, por lo que quedó alejado de la labor pastoral y profundamente debilitado. Una vez recuperado de la enfermedad se incorporará al puesto de secretario del abad al no poder atender las demandas diarias del servicio pastoral. No podía predicar, no podía hacer misiones y no podía hacer frente a muchas de las obligaciones de la vida monástica. Pero quería seguir entregado. Por esa razón sus superiores decidieron no expulsarlo de la orden, decisión frecuente en este tipo de casos, asegurando su permanencia en el monasterio como secretario y encargado de la edición de la revista del monasterio.
Vivirá la Segunda Guerra Mundial junto con su comunidad, sin destacar particularmente, pero su vida dio un vuelco en 1947. Consciente de las penurias de los refugiados alemanes que habían huido de la zona oriental y que malvivían en búnkeres y antiguos cuarteles decidió salir en su ayuda. Cuando llegó la Navidad, profundamente conmovido, publicó un artículo en la revista de Tongerlo titulado ¿La paz en la tierra? No hay lugar en la posada. Con 34 años se decidió a ayudar a los 14 millones de alemanes refugiados, de los que la mitad eran católicos.
La situación era complicada. Para los belgas era enormemente doloroso atender al pueblo que les había invadido seis años antes y que había llevado su país a la ruina. La iniciativa de van Straaten encontró una gran oposición pero su celo apostólico y su insistencia acabaron por convencer a muchos belgas para que ayudaran a los refugiados alemanes. La clave no era ayudar a los antiguos invasores. Para van Straaten lo importante no era la nacionalidad, sino que detrás de aquellas personas estaba Cristo. Con el propósito de ayudarles creó una asociación que coordinara sus esfuerzos, la Ayuda a la Iglesia Necesitada.
El comienzo de la asociación fue sencillo. El P. Werenfried se acercaba a las granjas de los campesinos flamencos pidiendo tocino, materia barata, pero energética que se convertiría en la base de la alimentación de los refugiados. El método era el acertado. Difícilmente los agricultores podían dar dinero para los alemanes, pero no les costaba nada desprenderse de una parte del tocino de sus cerdos. La campaña fue todo un éxito; se recogieron toneladas de tocino y el P. Werenfried consiguió el apodo que le acompañará toda su vida, el de “Padre Tocino”.
En 1948 se incorporó al trabajo monseñor Kindermann, fundador de la “Casa del Padre para los desplazados” y responsable del seminario de Königstein, cerca de Frankfurt. Juntos comenzarán en Königstein la iniciativa de los “sacerdotes mochila”, que en medio de la dura situación de la postguerra alemana se dedicaban a atender a los desplazados para prestarles servicios pastorales.
La siguiente iniciativa fue mucho más ambiciosa. Titulada “Un coche para Dios”, pretendía que los “sacerdotes mochila” se movieran en automóvil para hacer así más fáciles los desplazamientos. De nuevo fue un éxito rotundo, consiguiendo más de 400 Volkswagen para los sacerdotes y consiguiendo además 35 coches capilla, una revolución para la época, vehículos de más de 16 metros de largo en los que poder realizar el culto. En cada coche capilla viajaba un sacerdote misionero para administrar los sacramentos en las zonas protestantes alemanas, en las que no había ni iglesias ni comunidades que pudieran acoger a los más de 6 millones de católicos desplazados en 1950.
A partir de 1952, una vez estabilizada la situación en Alemania Occidental, el Padre Tocino colaboró con otros movimientos para que la ayuda pueda llegar al otro lado del Telón de Acero. La Iglesia estaba siendo duramente perseguida en el Este, sometido a la dictadura comunista. Ese mismo año P. Werenfried se embarcó en una gira por Alemania, Austria y Suiza para recabar apoyos. Ese mismo año se comenzó un proyecto para construir casas a los desplazados, especialmente iglesias y viviendas para los más pobres. Para esta iniciativa contribuyeron numerosos jóvenes organizados en la “Compañía Internacional de la construcción”. La iniciativa no sólo fue un éxito pastoral, también ayudó a reconciliar a los ciudadanos de las dos Alemanias al desarrollarse los proyectos en una parte en la Oriental.
Durante los siguientes años las actividades crecerán en intensidad y número, la fama de van Straaten crecía en Alemania y los católicos se organizaban en la labor asistencial. En 1958 tuvo un encuentro con el canciller alemán Adenauer en Bonn. Son los años de la iniciativa de los “millones”. El Padre Tocino se dedicaba a pedir fondos por toda Alemania mientras seguía llevando un sombrero agujereado, signo de su pobreza. Durante el encuentro Adenauer alabó la labor de Ayuda a la Iglesia Necesitada, conoció la labor de la asociación entre los pobres de Bonn, pero al final del encuentro no hizo ninguna donación. Al día siguiente P. Werenfried escribía a Adenauer pidiéndole su colaboración porque una simple foto no valía de nada. La respuesta no se hizo esperar. Al día siguiente llegaba un cheque de 3000 marcos firmado por el propio Adenauer.
Esta anécdota es sólo un ejemplo de la facilidad que tenía P. Werenfried para conseguir fondos, incluso entre la clase política. Aun viviendo pobremente, el control de los fondos de Ayuda a la Iglesia Necesitada era meticuloso, aprovechando cada céntimo. Esta es una de las razones de la efectividad de la asociación: caridad cristiana con riguroso control económico. El destinatario de la ayuda económica sabía a ciencia cierta que si no era bien aprovechada no volvería a repetirse, algo que hacía que la eficiencia creciera a la hora de manejar la ayuda. El trabajo se extendía por Alemania y Austria. El novicio torpe de finales de los 40 a principios de los 60 había creado una gran institución a nivel internacional. Era organizador eficiente, un auténtico altavoz público de las necesidades de los católicos oprimidos del Este. A partir de la sublevación húngara de 1956 había intensificado su actividad de ayuda a Europa Oriental, creando un fondo de ayuda a los sacerdotes orientales.
Pero la Iglesia no estaba necesitada únicamente en los países del entorno soviético. Juan XXIII pedirá a van Straaten que extienda su influencia a América Latina. A partir de los años 60 Ayuda a la Iglesia Necesitada se extiende en América, Asia y África. Mientras tanto su actividad como predicador se multiplicó. Él, que de joven no podía predicar ningún sermón por su estado de salud llegó a predicar 90 sermones en un mes, una media de dos por día. Había descubierto su verdadera vocación, vivir la pobreza evangélica ayudando a los más pobres. Su iniciativa de los “millones” se había extendido por la mayor parte de las parroquias y escuelas de Alemania.
El Padre Tocino, además, cuidó la difusión de su obra en los medios de comunicación. El boletín mensual de la asociación comenzará de una forma muy modesta, pero poco a poco se convirtió en una publicación internacional. En la actualidad se publican más de 700.000 ejemplares en siete lenguas distintas. También fue creciendo su autoridad moral. En medio de la revolución húngara de 1956 consiguió que el cardenal Mindszenty saliera de la cárcel tras mediar con el régimen. En 1959 visitó Asia y conoció de primera mano la obra de Teresa de Calcuta, algo que le impresionó. En 1960 aparecía su primer libro, Me llaman el Padre Tocino, en el que cuenta su trayectoria.
La actividad de van Straaten no quedaba al margen de la Iglesia, estaba plenamente inserta en el tejido eclesial. En 1962 asistió al Concilio Vaticano II, ocasión que aprovechó para encontrarse con más de 60 obispos de países del Este y valorar el trabajo realizado hasta esa fecha. De esa reunión salió un fortalecimiento de las actividades directas e indirectas de Ayuda a la Iglesia Necesitada. En 1964 Pablo VI le nombra Moderador General de la misma, dando un cuerpo organizativo definitivo a la asociación.
Terminado el Concilio, en 1965, van Straaten se embarcaría en un viaje para conocer las actividades en África. En Zaire (la actual República Democrática del Congo) fundó junto a la monja belga Hadewych la congregación de las Hijas de la Resurrección para la atención de los niños más necesitados.
Su labor activa como responsable de la organización continuaría en los siguientes años. En 1981, con 68 años, dejó el liderazgo más activo y pasó a dedicarse más profundamente a ser asistente eclesiástico y a predicar. Ese mismo año recibió la Gran Orden del Mérito de la República Federal Alemana y es premiado en Bélgica y Austria. En 1989, tras la caída del Telón de Acero, parecía que la misión de Werenfried van Straaten había finalizado. El mundo oriental podía ser libre. Pero, sin embargo, había que llevar a cabo una enorme tarea de reconciliación, labor que comenzó a realizar con empeño. La tarea a realizar daba de lleno en el problema del ecumenismo, era intentar propiciar el acercamiento de posiciones entre los católicos romanos y los ortodoxos rusos.
Desde 1992 su grito fue superar las divisiones del cristianismo. Llamó a los católicos a ayudar a la Iglesia hermana ortodoxa en su reconstrucción, igual que había llamado a los belgas a ayudar a sus antiguos enemigos alemanes. Fue el empeño de los últimos años de su vida. Reconocido internacionalmente en su 80 cumpleaños en 1993 se retiró a vivir en el estado alemán de Hesse. El 17 de enero de 2003, con motivo de su 90 cumpleaños, se realizó una celebración extraordinaria a la que acudieron más de 700 invitados. Pocos podían pensar que unos días después van Straaten caería en coma, falleciendo el 31 de enero en su residencia de Bad Soden. Una larga y activa vida para un sencillo premonstratense tuberculoso que supo entregar su vida.
Un abrazo a la familia premostratense, y mi más emocionado reconocimiento al P.
Werenfried van Staaten -nacido en Holanda, aunque generoso y abiero a ayudar a todo el mundo-, fundador de la “Ayuda a la Iglesia Necesitada” / AIN, que fue conocido tras los años de la II Guerra Mundial , como “El Padre Tocino” precísamente porque era este el producto que pedía y que repartía a los necesitados de aquella época, que entonces eran muchos, ya que Europa acaba de salir de una espantosa II Guerra Mundial, que había durado ¡¡seis años…!!