La morada de los monos
Este país de nuestros mayores, pues nuestros hijos y nietos no van a recibir ni la tierra que cabe en una maceta, va a terminar convertido en una serie de parcelas enfrentadas entre sí o en esas repúblicas tipo IKEA, eso sí, con banderas y gobiernos propios, pero sin apenas ciudadanos que carguen con los gastos. Solo quedaremos los mayores y los inmigrantes que nos llegan en pateras, pues hasta los chinos y sudamericanos están abandonando el barco antes de que se hunda.
Con tantas particiones, independencias y autonomías, no es nada extraño que los “llanitos andaluces ” y sus colonizadores británicos, -porque en el momento que el Peñón de los Monos deje de ser Colonia, pasaría su soberanía a España, según el Tratado de Utrecht-, se envalentonen e intenten arrebatar a España lo que con Tratado o sin él, forma parte de su territorio. Esos bloques de hormigón que están echando en nuestras aguas jurisdiccionales, es una nueva usurpación inglesa que no figura en ningún punto del nefasto Tratado que en mala hora y por la llegada del primer Borbón, Felipe V, tuvimos que ceder, ante la fuerza de las armas.
Con ello duplican su latrocinio de tierra española como la construcción del aeropuerto y algunas instalaciones más fuera de sus límites, por obra y desgracia de una guerra de sucesión en la que ellos, los ingleses, no tenían por qué intervenir. Si se lee detenidamente ese Tratado que en estos días cumple trescientos años de ignominiosa y obsoleta vigencia.
El Cuco es un animal que acostumbra a poner sus huevos en nido ajeno y cuando sus poyuelos se hacen mayor, echan a los dueños del nido. Inglaterra se mete en todas las guerras donde puede sacar alguna tajada y cuando encuentra ocasión propicia, aprovecha las dificultades del país en litigio para establecer su Colonia y echar a los naturales, mediante un humillante y vergonzoso exilio. Si con el tiempo ese país recupera su fuerzas y les supone una amenaza se van con todos sus bártulos, banderas y fanfarrias. Si no, se perpetúan en esa intolerable dominación, aunque digan que se trata de un pa´`is amigo y hasta aliado.
De seguir así, sin que le frenen su insaciable y piratesco afán de ondear su bandera donde no le corresponde, terminarán haciéndose con Algeciras, La Línea y si nos descuidamos nos dejan con La Cibeles de pura lástima. Porque al inglés desde su Sir Drake, -nunca un pirata ha llegado tan alto y la nobleza británica más baja-, ha incrementado sus dominios a base de correrías, guerras ajenas y oportunidades de sentarse a la mesa del reparto sin haber sido invitados. Aunque no todo los países sean tan condescendientes como España y Argentina, y han tenido que retirarse con la cabeza baja y su bandera plegada de la India, Hong Kong y otros lugares donde sabían que llevaban las de perder.
Solo hay que ver cómo hablan y los apellidos que tienen los habitantes de ese Peñón de las ánimas perdidas, para darse cuenta que de inglés solo tienen una bandera que nada tiene que ver con esas tierras.
Encima el cinismo de amenazarnos, sin detenerse a pensar que hay dos resoluciones de la ONU que hablan de la descolonización de ese fantasmagórico Peñón. No quieren entender que ellos son los culpables de esta intolerable tropelía.
España está en su perfecto derecho a mantener ese férreo control en la Aduana, para salir y entrar de esa incómoda Colonia isabelina y cobrar los cincuenta euros a los turistas en ambas direcciones, siempre como ya ha aclarado el ministro Margallo, no se le cobre al que justifique su trabajo en esa zona de los monos. Ya es hora de que dentro de la legalidad, respondamos con firmeza y enérgicamente a sus provocaciones. No crean que son los amos del mundo y todos tenemos que cantar por narices a los sones del “Dios salve a la reina”. Pues si no salvamos al nuestro, no vamos a ocuparnos de salvar a la suya.
También veo lógico impedir los vuelos al Peñón, a través del espacio aéreo español. ¿O es que también nos van a imponer su despotismo en el resto de España?. Claro que un país que dedica sus Fuerzas Armadas a contiendas que nos son ajenas, mientras que el propio se dedica a absurdos separatismos, ante la indeferencia y pasividad de sus dirigentes, no es nada extraño que los habitantes de esa Colonia no quieran saber nada de nosotros, ni formar parte de este circo de absurdos y cobardías.
Nada tengo contra el pueblo inglés, sino con su gobierno y con los de esta Roca de la discordia. ¿Merece la pena una roca llena de monos para mantener una ya tan larga enemistad entre dos países considerados parte del mismo bloque internacional?. Ellos han buscado el enfrentamiento con sus continuos abusos y desprecios, ahora que no se hagan los resentidos.