Por Enrique de Diego.- Adelanté que el Partido Popular había entrado en un proceso autodestructivo y que, en términos políticos, habíamos entrado en una etapa postPP. Las manifestaciones de esa autodestrucción son ya palmarias y la autodestrucción se ha tornado tan irreversible que, en términos históricos, puede decirse que el PP es ya pasado.

Las notorias incapacidades de Rajoy, su tendencia instintiva a no hacer nada y dejar que los problemas se pudran ha sido letal para una estructura partidaria que ha tenido un fallo multiorgánico: ha agredido a su base electoral, las clases medias, mediante subidas de impuestos confiscatorias, acompañadas de fuertes recortes que siempre se han quedado púdicamente en la antesala de los privilegios de la casta parasitaria a la que Rajoy y la dirección del PP pertenecen; ha defraudado a las latentes pulsiones patrióticas financiando con cheques en blanco la secesión de Cataluña. Y el PP en su conjunto ha perdido todo rescoldo de credibilidad ética, pues no es más que una mafia –como el PSOE e IU- que añade a la corrupción el aliño nauseabundo de la hipocresía.

La autodestrucción del PP deviene de los datos de las encuestas que señalan la pérdida de la posición de privilegio para la inmensa mayoría de la estructura partidaria, que ha entrado en pánico. Y que esa autodestrucción no se consume de inmediato es a causa sólo de que esa estructura partidaria tiene un año y medio de sueldo asegurado y de disfrute de las prebendas anejas al poder, para seguir repitiendo esas mentiras insoportables de la recuperación, mantra heredado de Zapatero. Ciertamente es una cuestión menor dentro de esa autodestrucción los guiños de secesión de Alejo Vidal-Quadras, un simple caradura, que pretende chantajear al aparato del partido para que le permita repetir en las listas al Parlamento europeo y que si tuviera una posición de salida asegurada estaría más callado que una puta babilónica. Vidal Quadras, quien hizo cuestión de honor no bajarse de la clase bussiness, es hoy un personaje insustancial y sin peso político, que se resiste a abandonar una escena en la que ya no tiene ningún papel. Tampoco tiene demasiada relevancia la búsqueda de Esperanza Aguirre de titulares fáciles con sugerencias de cuestiones que bien pudo llevar a la práctica como presidenta de la Comunidad de Madrid y quien aún podría poner como presidenta del PP madrileño. Güirtel nació de las entrañas de José María Aznar y fue amamantado por Esperanza Aguirre, cuyo nepotismo es sólo menos escandaloso que el de su delfín, el patente corrupto Ignacio González.

La consunción del PP tampoco consiste en el enconamiento entre una desprestigiada María Dolores de Cospedal, la simple esposa del comisionista a gran escala Ignacio López del Hierro, con un amortizado Javier Arenas, y las pugnas de zonas de poder de Cospedal con la marisabidilla Soraya Saénz de Santamaría, sino que esa consunción es básicamente territorial. El PP vive hoy intensos naufragios en medio de fuertes turbulencias en Valencia, Madrid, Andalucía, Cataluña y Vascongadas. Ahí es nada. En Valencia un PP corrompido hasta los tuétanos quiere quitarse de encima al ultragris Alberto Fabra, pero ni tan siquiera tiene recambio. Lo de Ana Botella en el Ayuntamiento de Madrid es de aurora boreal o de café con leche en la Plaza Mayor e Ignacio González, a pesar del cariño con que es tratado por los medios receptores de publicidad institucional, es un aventurero con ático. Andalucía es un erial donde el PP no es capaz ni de capitalizar el caso de los EREs y donde, tras muchas idas y venidas, es muy posible que se recale en Esperanza Oña, porque no hay más tela que cortar. Arantza Quiroga en Vascongadas es un peso liviano que se difuma por semanas, mientras Alicia Sánchez Camacho lleva una racha de despropósitos que ha hecho que Ciudadanos sorpase al PP e incluso salga de su feudo y se lance al ruedo nacional. Es tan claro el desastre general que los barones autonómicos tratan de salvar sus expectativas distanciándose de esa esfinge con aura de estupidez superlativa que es Rajoy. Igualito que sucedió en la última etapa del bobo solemne de Zapatero.

Como partido de poder, infectado de corrupción, el descalabro previsible en las europeas hará las tensiones insoportables. Es posible que el PP agote la legislatura, si Mas no lleva al precipio a la nación y al colapso político al sistema de la transición, que es muy posible, porque el sueldo es el sueldo y es lo único que importa. Pero aunque el PP gobierne con mayoría absoluta y controle la mayoría de autonomías y diputaciones y ayuntamientos, la marea azul está en reflujo, hasta el punto de que ya es pasado. Me parece muy difícil que las siglas PP puedan sostenerse en el futuro, porque toda la estructura está corrompida y no tiene posibilidad de regeneración, ni hay nadie capaz y con autoridad moral para liderarla. Y sin las comisiones, sin el dinero en negro, sin las cajas B, el PP es una cáscara hueca.

Es por esa evidencia por la que Ciudadanos ha dado el paso al ámbito nacional, porque olfatea la podredumbre del gigante muerto y hediondo. Percibe el vacío que estaban llenado UPyD y la abstención (opción por la que optaría el 30% de los exvotantes del PP). Pero ni Ciudadanos ni UPyD son la solución sino parte del problema, mucho menos que PP y PSOE, y bastante menos que IU y los tripartitos que se avizoran. Ciudadanos y UPyD al menos tienen clara cierta convicción sobre la unidad de España, aunque no incluyen ninguna propuesta de desmantelar el nefasto e insostenible Estado autonómico. Además, tanto Albert Rivera, que lleva en esto desde las Nuevas Generaciones del PP, y Rosa Díez, que lleva más tiempo, desde las juventudes socialistas, no son otra cosa que componentes de esa plaga de personas que han hecho de la política su profesión.

Pero si perciben que la etapa postPP genera un vacío que reclama ser llenado. Y ese vacío realmente sólo puede ser resuelto por una opción nueva regeneracionista, de liberalismo patriótico, que se mueva en la línea de salvación civilizatoria que es la ola creciente en Europa, donde el previsible triunfo del Frente Nacional en las elecciones europeas pondría todo el panorama político de la caquética Europa del revés. En España se precisa un Frente Nacional que, sin maximalismos ni purezas ideológicas, defienda la unidad de España, el fin de las autonomías, la división de poderes, la lucha sin cuartel contra la corrupción y los corruptos, el control estricto de la inmigración y la revisión constitucional, sin dejar fuera en ningún caso el modelo de Estado, para ir hacia una democracia de verdad, en donde se recuperen los valores de trabajo, sacrifico, ahorro e inversión. Por ahora ese vacío se hace cada vez más grande y no recibe una respuesta satisfactoria. Ni Ciudadanos ni UPyD lo son. No son más que casta vergonzante.