Temor en el Gobierno español a que el tsunami egipcio alcance a Marruecos
J. Oneto.- El Gobierno español sigue atentamente la ola de cambios que se están produciendo en Oriente Medio (Túnez, y sobre todo Egipto) y las posibles repercusiones que esa ola, que parece imparable, en la que se exigen cambios políticos y mayor democracia, llegue a Marruecos, nuestro vecino del Sur.
España, después de los últimos enfrentamientos con Marruecos por el conflicto del Sahara que contribuyeron a un notable deterioro de las relaciones por la posición tomada por la prensa española a favor del pueblo saharaui, contempla con preocupación las consecuencias que pueda tener en el vecino país la revolución que se ha producido en Túnez con la consiguiente caída de Ben Ali, y el cambio de régimen que se está produciendo en Egipto, con la posible caída de Mubarak, el principal aliado de Estados Unidos en la zona.
Egipto tiene para Estados Unidos más importancia que Túnez (más ligado a Europa y, sobre todo, a Francia) porque se trata del país más poblado del mundo árabe, que controla el Canal de Suez -uno de los puntos de paso neurálgicos para el petróleo- y además, es el único país árabe junto con Jordania, en haber reconocido a Israel.
Igual que para España, Marruecos tiene también más importancia que Túnez, no sólo por razones de vecindad sino por razones económicas, políticas, y por encima de todo y primordialmente, de seguridad.
Frente a quienes creen que esos movimientos con tintes de revolución democrática, similares a los que Europa vivió en el siglo XIX y la Europa del Este con la caída del muro de Berlín en el siglo XX y que se está extendiendo como un tsunami imparable por la casi totalidad del mundo árabe, no afectará a Marruecos, otros sostienen que probablemente el contagio puede ser inevitable, a pesar de la diferente situación del vecino país con Túnez y Egipto.
El tema es tan sensible que una simple noticia del canal 24 horas, de RTVE -que, por cierto, sin la competencia del canal CNN+ está haciendo una cobertura vergonzosa para una televisión pública, de un acontecimiento que es histórico- sobre supuestos movimientos de tropas en el sur del país, para prevenir posibles manifestaciones, ha provocado la indignación de Rabat, la llamada al embajador de España, Alberto Navarro, y las correspondientes excusas de la Ministra de Asuntos Exteriores Trinidad Jiménez.
La Ministra Jiménez ha dado un paso más de lo que se le pedía y ha declarado que no ve “ningún riesgo” de que la crisis que se está viviendo en Egipto y las protestas que han llevado en Túnez al derrocamiento de su presidente, pueda contagiarse a Marruecos, porque en este país se inició un “proceso de apertura democrática” hace “algunos años”.
Un proceso, que efectivamente se puso en marcha a finales del mandato de Hassan II, que impulsó durante los primeros años Mohamed VI pero que, en estos momentos, está paralizado.
Este lunes en Bruselas, los veintisiete, junto con la jefe de la diplomacia europea, la ineficaz e inexperta Catherine Ashton, se han reunido para confirmar su voluntad de dar una señal positiva a Túnez, lo que todavía es insuficiente en relación a las aspiraciones de los pueblos de la otra orilla del Mediterráneo, esos pueblos integrados en la fantasmagórica Unión por el Mediterráneo, tan querida por Zarcos y Zapatero, que lo que están pidiendo en las calles es un cambio de régimen, el fin de una serie de castas familiares que, con la excusa del peligro del islamismo, han usurpado el poder y han hecho de la política un gran negocio, protegidos y amparados por los países europeos y por los Estados Unidos.
Hay que decir que el derrocamiento de Ben Ali en Túnez y, la posible caída de Mubarak en Egipto, no hubiera sido posible sin la existencia de la televisión por satélite, la telefonía móvil, Internet, las redes sociales y, sobre todo, Wikileaks, el portal de Internet que ha revelado, en versión de embajadores norteamericanos destacados en esos países, el grado de corrupción y de nepotismo de todas esas castas familiares que ahora se agolpan en los aeropuertos para huir, después de haber esquilmado sus países…