La tiranía de los incapaces
La sociedad española parece estar sometida a la tiranía de los incapaces y desorientada respecto de tener claros los conceptos del comportamiento racional, lo que lleva a hacer impensable que se pueda, por tanto, exigir una conducta medianamente marcada por el sentido común, a aquellos que tienen en sus manos los designios de España.
Para la mayoría de los españoles, el gobierno y las autoridades de la Justicia deberían haber contrarrestado la decisión adoptada hace unas semanas, que marcó el fin de la doctrina Parot, y que puso en la calle a toda la colección de asesinos y mangantes, representantes de las diversas especialidades del delito y del crimen. ¡Vamos!, que los españoles piensan, y no sin razón, que si esta decisión hubiera afectado a Alemania, el Reino Unido, Francia o, incluso, Italia otra habría sido la actitud del gobierno y demás autoridades de cada uno de estos países. Y nadie habría rechistado lo más mínimo. Echen, si no, un vistazo a la Historia reciente en lo que atañe a decisiones de organismos internaciones y a alguno de los países citados y compruébelo el incrédulo. Y no menciono, por que no hace falta, a países como Estados Unidos, Rusia, Japón o China.
Esta tiranía ejercida desde las instituciones del poder parece permitir, cuando no fomentar, que asistamos impasibles a la puesta en libertad de individuos acusados de múltiples asesinatos, y que, por única reacción, algún miembro del gobierno desgobernado critique que los asesinos sean recibidos en ambiente de fiesta por familiares y amigos, para luego tener que pedir perdón por ello.
De la inaceptable actuación de autoridades, instituciones, colectividades y medios de información, me llaman la atención dos noticias: la primera tiene que ver con el único condenado por los asesinatos de Alcácer, Miguel Ricart, al que ésta campaña ha puesto en libertad el pasado viernes, y al que, según parece, una productora de televisión ha “fichado” para uno de estos programas mañaneros. El tema no es nuevo, porque a Eleuterio Sánchez, (a) El Lute, en la Transición, lo presentaron como una víctima del franquismo, y no había acto social de cierta relevancia que no contara con su presencia. Un día desapareció de estos escenarios y ahora sólo lo llaman, breves minutos, cuando presenta un libro. Las televisiones hicieron popular más tarde al Dioni, que se había llevado un montón de millones de un furgón de la empresa de seguridad para que la trabajaba. Le jalearon, le invitaron, le entrevistaron, le dejaron interpretar rock y demás parafernalia y hubo gilipollas que estaban encantados de hacerse una foto con él, y hasta alguna que otra tonta estaría complacida de quedarse embarazada de este chorizo.
Ahora llevan a Ricart, sobre cuya conciencia caen los delitos de violación, tortura y asesinato de tres niñas de la localidad valenciana de Alcácer y presiento que algunos inconscientes están tensando la cuerda demasiado.
Si el programa en el que salga este asesino alcanza ciertos niveles de audiencia, y si los anunciantes no toman una postura ante la desfachatez, el insulto y la provocación que supone, confirmaría que la sociedad española tiene síntomas de seria enfermedad, o lo que sería aún peor, que nuestra autoestima ha caído a los niveles más bajos y que, ante este comportamiento, los políticos, los jueces y algunos periodistas tienen el campo abierto para hacer y deshacer a su gusto, sin que luego sirvan las lamentaciones.
El segundo asunto que me ha llamado la atención tiene relación con dos niños. La crueldad, otro síntoma de enfermedad social, se ha cebado con los niños, que no son ajenos a la realidad cotidiana. La noticia la da el diario El Mundo, en su edición del domingo 1 de diciembre. Los hijos del presidente Mariano Rajoy y del que fuera ministro del Partido Socialista, José Blanco, comparten colegio. El curso pasado, ante la avalancha de críticas que ambos destacados políticos tenían por dos diferentes cuestiones, pero ambas relacionadas con la política, los dos niños fueron acosados por muchos de los compañeros del colegio llegando a causarles un serio problema, mientras uno y otro se consolaban por la campaña de acoso.
La tarde del sábado 29 me desplacé, en transporte urbano, al centro de Madrid. Por si alguien compartió viaje conmigo, daré algunos datos comprobatorios: bus de la línea 147, con mucho viajero, entre otros, varias familias con niños seguramente para ver las animaciones navideñas del centro de la capital. Al llegar a la altura de los Nuevos Ministerios, un niño pregunta a sus progenitores qué es aquello, refiriéndose al complejo ministerial, y el padre responde: es donde están los que nos roban…, lo que provocó una carcajada general, y se deshizo luego en más explicaciones sobre el mismo tema. Creo que no hacen falta más comentarios.
A las gentes,se las ha y se las sigue ahora mismo, deseducando y mentalizando,para ser y actuar,no como personas,sino como borregos y conejos.
Y como borregos y conejos,reaccionan.
Decir,si buana a todo ante el mal pastor,acudir a su mano al pienso o al pesebre indicado y luego asustadizos y miedosos a la voz o a la porra.
Mientras esto no cambie,esta complicado el tema.
Todo el gremio educativo participe en ello,es una put…. mierd.. culpable.
Es que cuando los que quedan con un poco de sentido comun, llega un momento en que pierden la compostura y dicen barbaridades delante de las criaturas.
Pero si no tuvieramos una poblacion aborregada (la mayoria) y se hiciese un frente comun contra los politicos degenerados, tal vez este pais marcharia de otra manera.