Un recuerdo de gratitud
Ahora se cumplen treinta años desde que los hermanos Martínez Larios asesinaran a tres guardias civiles destinados en el puesto de la Guardia Civil de la localidad valenciana de Moncada. Los acuartelamientos de la Benemérita apenas contaban con efectivos y los índices de delincuencia se habían disparado. Los asaltos a casas de campo y el robo de cosechas eran tan frecuentes, que saltaron todas las alarmas. Montado el control en el lugar ordenado, Agustín procedió a dar el alto a una furgoneta al objeto de identificar a sus ocupantes; éstos, tras detenerse, bajaron del vehículo abriendo fuego sin mediar palabra.
Los tres guardias civiles, aunque respondieron con sus armas de inmediato, resultaron heridos de muerte. Uno de los asesinos falleció horas después del enfrentamiento, el otro, Luis Martínez Larios -que resultó herido en el tiroteo-, fue detenido con una herida de bala y puesto a disposición de la Autoridad Judicial. Enjuiciado y declarado culpable por el Tribunal, ingresó en prisión con una condena sobre sus espaldas de 158 años de reclusión, pero, le bastaron catorce para saldar su deuda con la sociedad. En 1998 paseaba tranquilamente por la calle. A éste, no le hizo falta la derogación de la doctrina Parot para reírse de los españoles, burlarse de las víctimas, y carcajearse del sistema. Los hijos y viudas de los tres guardias civiles caídos, ya hace mucho tiempo que fueron totalmente olvidados por aquellos que desde la tribuna aplauden en los desfiles.
Esta es la Guardia Civil española; la que cada día pide que se le den los puestos de mayor peligro y responsabilidad; la que se desangra y muere en silencio; la que al día siguiente con lágrimas reprimidas vuelve a salir al servicio a combatir las mafias del crimen organizado y la corrupción política; a perseguir el tráfico de drogas; a vigilar nuestras carreteras; a proteger nuestro medio ambiente; a dar si es preciso la vida por que España no se rompa y, para que el pueblo al que pertenece, del que procede y del que es parte integrante, siga viviendo tranquilo.
Ser guardia civil es poner tu voluntad casi sin dudarlo al servicio de la disciplina; es estar consagrado en cuerpo y alma a ser toda tu vida un instrumento de paz; es ser un pronóstico feliz para el afligido; es poner la verdad ante el error, la confianza frente a la desesperación, armonía en la discordia, alegría en la tristeza, perdón en la ofensa y, si es preciso, a pagar con la propia vida las culpas de los demás. Esto es, bajo mi punto de vista, lo más grande y generoso que puede hacer una persona a lo largo de su vida.
Con la presente quisiera, en nombre de todos los españoles de bien rendir un humilde y sincero homenaje; un homenaje de admiración y de respeto a estas tres figuras señeras que entregaron sus vidas al servicio de su Patria. Ellos eran conscientes tras jurar nuestra bandera, y desde el primer día que vistieron tan honroso uniforme, de que en caso de tener que entregar su sangre en acto de servicio, sólo les cabría esperar de los españoles un recuerdo de gratitud.
Nos remontamos al 17 de Enero de 1984, una noche fría de invierno. El Centro Operativo de Servicios (C.O.S.) alertaba a puestos, destacamentos, parejas en servicio y patrullas rurales. A las tres de la madrugada, el tableteo de dos metralletas, rompió el silencio de aquella noche fría. Por cama el asfalto de la carretera y por techo el inmenso firmamento estrellado.
Se llamaban don Agustín Gómez Pérez, de 29 años, natural de Riopar (Albacete), casado y padre de un hijo; don José Álvarez Cortés, de 48 años, natural de Almendralejo (Badajoz), casado con tres hijos; y don Cayetano Carmona Carmona, de 50 años, natural de Arjonilla (Jaén), casado y padre de dos hijos.
Lugar del suceso: kilómetro 5,300 de la carretera que une las localidades de Burjasot y Bétera, concretamente, en el cruce de la urbanización Mas Camarena, a pocos kilómetros de Valencia. Tenían por misión estar alerta, vigilando constantemente cualquier acción que vulnerase la convivencia pacífica de los ciudadanos y de la Patria.
Repentinamente, dos bestias asesinas, sin conciencia, sin escrúpulos, autores también del asesinato de un vigilante jurado del supermercado LECO, el director de una sucursal del Banco de Valencia, de varios atracos y robos, así como de la sustracción de dos subfusiles a soldados del entonces Regimiento de Infantería “Guadalajara 20”, segaban la vida de tres padres de familia.
Las campanas doblaron a muerte; tres féretros fueron alzados por dieciocho guardias civiles; la bandera nacional llevaban por sábana; junto al crucifijo, un tricornio de charol negro; apenas pesaban en sus hombros; caminaban despacio, acompasados, firmes; las cabezas abatidas, los corazones oprimidos, ojos húmedos y mandíbulas apretadas; llevaban sobre sus hombros la gloria y el honor que después de 170 años de historia, sigue siendo el más noble patrimonio de esta benemérita Institución.
Destino, cementerio de Moncada; población de la que nos podemos sentir enormemente orgullosos por el ejemplo de afecto y cariño mostrados tras el trágico suceso. Seguían un camino, el de la historia.
Hoy, en el trigésimo aniversario de sus muertes, en nombre de sus familiares y de todos sus compañeros presentes una vez más al pie de la sepultura, con las fuerzas que nos permita la emoción, vuelvo a pedir a Dios y a repetir, mis queridos amigos, ¡Descansad en paz! Hasta la gloria.
D.E.P.
Cuanta paciencia tiene la GC.
Descansen en paz. Todo nuestro reconocimiento y agradecimiento.
Ojalá algún día esos culpables hijos de puta reciban la misma moneda
Descansen en Paz todos los caidos por la Ley, el orden, la paz y España.
Animo a todas las familias de los Guardias, que son quienes realmente llevan el peso de los Servicios de sus familiares de Uniforme.
Todos con nuestra valiente y entregada a la unidad de españa ,la guardia civil.La benemerita merece el homenaje de todos los españoles por los que dieron su vida en acto de servicio defendiendo ,a españa y nuestro infinito abrazo a sus familiares por el sacrificio que ello conlleva. Estupendo articulo y merecido.
En los tiempos actuales todas las policías se merecen un reconocimiento. Incluso las policías locales.¿ Supongo que estarás plenamente de acuerdo con lo dicho ?