Adolfo Suárez y la transición
Me había propuesto no escribir de Adolfo Suárez llegado este momento. Me había propuesto dejarlo para más adelante, como hizo un día otro Adolfo, Marsillach, cuando a la muerte de Alfonso Paso, en la clásica rueda que desde las redacciones solíamos hacer los periodistas buscando opiniones de destacados miembros afines al finado, Marsillach, entonces, me espetó aquello de que el momento era delicado y el respetaba el dolor, por eso no podía expresar su opinión sobre el que un día había sido su amigo. No es el mismo caso. Yo no era amigo de Adolfo Suárez. Ni tuve trato con él más que en alguna rueda de prensa, cuando ya no era Presidente del Gobierno, cuando apenas pudo mantener el Centro Democrático y Social.
La anunciada muerte de Adolfo Suárez, afectado por una enfermedad degenerativa durante la última década, ha llevado a algunos comentaristas al inevitable análisis sobre la gestión del que fuera presidente del Gobierno desde julio de 1976 hasta el 28 de enero de 1981. Y a algunos otros, a valorar los aspectos políticos en los que el fallecido ex presidente fue protagonista o co protagonista. Se han escrito también numerosos artículos en los que se intenta transmitir, con poco éxito debo decir, aspectos de la personalidad de Suárez, consiguiendo en el lector el efecto contrario al que se busca, que es lo que suele ocurrir cuando los trepas sacan pecho.
No se entiende muy bien por qué se ha dejado a Adolfo Suárez al margen, cuando se han buscado interpretaciones o noticias sobre el 23 F; por qué se han atribuido a Sabino Fernández Campo o al general Alfonso Armada las claves de lo ocurrido aquella noche; Existen, en cambio, versiones sobre cómo se produjo su dimisión que supongo que formarían parte de una biografía no autorizada.
Mantengo, como en otros casos recientes de nuestra Historia, que el juicio que la gestión de Adolfo Suárez merezca deberá escribirse dentro de unos cuantos años todavía. Pero tal vez, ante la avalancha de artículos, homenajes, declaraciones, opiniones, anécdotas, chascarrillos y demás, decía que tal vez convenga acercarse por las hemerotecas para echar un vistazo a las portadas de los principales diarios nacionales y refrescar la memoria, los que hemos vivido la transición, de lo fue aquello y, para los que no la han vivido, comprobar por sus propios medios, y sacar sus propias conclusiones.
El régimen inaugurado por Adolfo Suárez –y no creo que sea atribuible a él sólo los cambios habidos- se caracteriza por una debilidad del Estado, una pérdida de España en las posiciones internacionales; una debilidad social con el aumento de la delincuencia a niveles no conocidos por las generaciones de españoles que vivieron el momento; una presencia terrorista –ETA, FRAP y GRAPO-, causante de cientos de muertos, generalmente policías y miembros de la Guardia Civil, pero también militares y civiles, y las amnistías de aquellos años; una conflictividad laboral, manejada por los grandes sindicatos, que obligó al cierre de muchas empresas y envió a cientos de miles de trabajadores al paro; la situación económica de la Seguridad Social al límite; la incertidumbre entre diversos sectores sociales y la desestabilidad económica, social y política. Sin entrar en detalles, como la prohibición de utilizar la Bandera Nacional.
Creo que la España de hoy dista mucho de ser la España que soñó Adolfo Suárez, pero de aquellos polvos tenemos estos lodos. No hay ruptura, la España de hoy es una continuación de la obra que él empezó, porque la desmembración de España es una empresa meditada hace tiempo y los plazos se van cumpliendo, aunque tal vez él fuera ajeno a lo que hoy es España.
El partido que sirvió de vehículo a Suárez para disponer el nuevo régimen saltó en pedazos poco después de dibujado el esquema de lo que sería el nuevo Estado. El que fundó para intentar mantener su escaño en las Cortes, apenas duró un par de asaltos. Suárez dejó la política obligado por muchos de los que hoy le adulan. España, rota, sigue siendo de charanga y pandereta, como dijo el poeta.
Muy objetivo y sincero su análisis.