La ‘mujer’ barbuda y galopadas callejeras
Creía haber visto todo y estar curado de espantos. Estaba equivocado. Hemos llegado al límite de la cretinidad humana y todo parecido con la locura y estulticia humana no es un mero incidente en nuestras vidas, sino una generalizada demencia. Solo falta ver volar un burro, para completar el ciclo de lo esperpéntico y absurdo. Pienso que no ha de tardar mucho, pues ya lo hacen algunos en “Jet” privados.
No hay día en que los cimientos de mi razón no se tambaleen y me hagan creer que vivo en un mundo de tarados mentales. Hay momentos en los que creo que soy yo el que padece de alucinaciones y veo rarezas donde otros aseguran que solo hay normalidad. Dicen que las ciencias adelantan, pero al mismo ritmo que los humanos dan marcha atrás afanándose en regresar a ese pasado que unos quieren olvidar y otros revivir, movidos por añoranzas o por una ignorancia supina a la que viven aferrados.
La semana, como ya es habitual en este mundo carnavalesco y trapisondista, viene cargada de sucesos, hechos y circunstancias que rivalizan entre sí en la extravagancia y la farsa. Todos tienen su “aqué”, como dicen en mi tierra y méritos sobrados para figurar. .
Recuerdo que en mi infancia había un circo que anunciaba como atracción destacada a la “mujer” barbuda. A todos nos llamaba la atención esa fémina o lo que fuera, luciendo una larga barba sobre su cara de dama cuarentona y poco agraciada. Me figuro que en aquella época era fácil engañarnos y la susodicha sería una mujer con una barba postiza muy bien pegada y que no podíamos comprobar tras la barrera desde donde nos colocaban. Observo que el engaño continua vigente. .
A mi, sinceramente, que un hombre se sienta y quiera ser mujer o viceversa, me trae sin cuidado. Desde que el mundo inició su andadura humana, han existido gais y mujeres que se consideraban varoniles, a los que los intransigentes llamaban mariposones y marimachos, en plan peyorativo, que yo no comparto, No obstante, una cosa es ser travesti y otra muy distinta convertirse en un híbrido que no solo se ridiculiza él, sino todos los que se prestan a ser cómplices de esa grotesca carnavalada. Que un travesti se sienta mujer y quiera aparentarlo, me parece lógico, lo que raya en lo esperpéntico y la provocación es que intente burlarse de toda Europa y el mundo televisivo, presentándose como mujer y con el “cachondeito” de la barba y el bigote, para hacerse notar y comentar entre el resto de los participantes. Era grotesca la visión de ese no sé qué.
La representación austriaca ha sido una intolerable bufonada que ha acabado con la poca credibilidad de un festival tan dado a amiguismos y compadreos geográficos y otro tipo de intereses ajenos al mundo de la canción. Ha sido el hazme reír y el revulsivo de millones de televidentes. Increíble que la gloriosa patria de la mejor música y autores más celebrados se preste a ese grotesco juego. Nos hemos convertido en objeto de la mofa y el escarnio de ese indescriptible personaje y su macarrada. Intolerable que nuestro jurado le diera los doce puntos, cuando había artistas buenos y serios y mujeres con mejores y adecuados atributos que lo hicieron mejor sin tener que recurrir a convertirse en el payaso de la velada. Para colmo nos quiso involucrar adoptando un nombre español, Conchita, aunque debería haberse quedado con su Tarzán.¿ Eso fue lo que movió a nuestro ilustre jurado a darle los doce votos?. ¡Qué vergüenza!.
Una cosa es ser gay, que respeto, y otra tratar de ridiculizar a los gais y lesbianas con esa mamarrachada. En esta ocasión se premió al esperpento y al ridículo. No podíamos esperar otra cosa de ese ya decadente festival.
Hablando de desfachateces, hubo otro suceso que me sorprendió fue esa Galopada por las calles madrileñas. Era lo que faltaba para completar una semana de despropósitos, organizar un hipódromo en el Paseo de la Castellana de Madrid y en una mañana dominguera. El nuevo “botellón” de nuestra alcaldesa que al no dar una en el clavo, quiere hacerlo directamente en la herradura. Mil cuarenta toneladas de arena y fibra especial comprada, transportada en una flota de camiones y esparcida sobre centenares de metros de calle, para que nueve caballos con sus correspondientes jinetes, demostraran su velocidad y destreza. Para no asustar a los equinos con los gritos de los asombrados espectadores, llevaban las orejas tapadas. Deberían habérselas tapados también a los que organizaron ese insólito evento, para no oír los “piropos” que les dedicaron los hartos de hambrunas y calamidades,
Estimo que esas galopadas se deberían haber celebrado en el Retiro, Casa de Campo o en el ya existente hipódromo y el dinero que se invirtió en esa “gachupinada” se hubiera dedicado a organizar una cadena de mesas con bolsas de comida para las muchas familias que no tienen qué comer y “chuches” para sus críos que carecen de todo. La expectación hubiera sido mayor y el objetivo mucho más noble y positivo en visperas electorales. Dicen que no costó apenas dinero público, pues fue financiada por empresas y marcas comerciales. Yo no lo creo y luego aparecerán las listas negras y gastos camuflados.
Con ver galopar a nueve caballos fuera de su entorno habitual, no se alivian nuestros problemas y se presta a comentarios nada favorables hacia un gobierno municipal que está en sus horas más bajas. El pretexto, es que hace 82 años allí se hallaba el viejo hipódromo. ¿Y qué?.
Cómo se nota que estamos en vísperas electorales y la señora Botella ha querido imitar a los antiguos romanos con lo de “pan y circo”, aunque en este caso nos falta el pan, pero tenemos el circo con tantos payasos, barbudos y gnomos en la política, equilibristas en multitud de hogares familiares y leones montando guardia ante las Cortes para que la plebe no haga de las suyas y mande a los políticos a la arena, pero sin caballos.
Aparte de que el festival es una cagada, los progres quieren convertirlo en un circo.
No creen señores que ya bastante circo tenemos con europa?
Por cierto me importa un pito quien gane, nunca lo veo.
Yo no me preocuparía mucho con ese tema. Eurovisión siempre ha sido un festival hueco y aparatoso de falsa euforia pero también de falso lujo, en el que se quiere escenificar un simulacro de poder adquisitivo a nivel continental.
El chico caracterizado de chica que ganó -con una canción bastante chula para lo que es un festival de canción ligera: no esperéis los últimos Lieder de Strauss- me trajo a la memoria aquellos templos tardopaganos donde había sacedotes travestidos, y que Constantino hizo clausurar. Las conclusiones se las dejo a cada uno.