Jean Bonnevey/Especial para AD.- Los EEUU siguen comportándose como si fueran el faro del mundo y la única superpotencia. Se? inmiscuyen en todo, juzgando e interviniendo cuando y dónde les parece. Y lo hacen sin tener en cuenta sus errores pasados. Ya no consiguen seguir una doctrina coherente y eficaz. De hecho han sido incapaces de adaptarse razonablemente al derrumbre de la URSS. Se han vuelto relativamene superpoderosos en el mismo momento en que su dominación internacional retrocedía. No lo han admitido. Hay un fracaso norteamericano y hasta un aventurerismo que lo vuelve menos seguro desde el fin de los dos bloques.

?La lucha contra el terrorismo islámico hubiera podido ser la columna vertebral de una diplomacia combatiente contra los defensores de un oscurantismo religioso universal. Pero no ha sido así. El pecado original sigue siendo sin duda la guerra inútil e imbécil contra Irak.? Este país ya no existe. El modelo de democracia multicultural y étnica que los EEUU querían ofrecer al mundo árabe-musulmán es un caos sangriento. Un país dividido y reventado, una inseguridad en crecimiento continuo y elecciones inútiles… Las pruebas de ese fracaso no faltan.

?La retirada estadounidense antes de la completa estabilización de Irak es la prueba de la debilidad norteamericana y de su incapacidad para actuar sobre el largo plazo.

?Esta prueba se ve confirmada por el recrudecimiento de la violencia en Afganistán, y las próximas elecciones van a confirmar las fracturas étnicas?. El apoyo a las revoluciones egipcia y tunecina no han sido llevadas a término. La intervención estadounidense contra Libia, aunque modesta, conjuntamente con los franceses y los británicos, ha desestabilizado no solo un país sino todo el Sahel y algunas regiones del África negra. En Siria, el apoyo a la rebelión islamista pone en peligro toda la región, sin por ello haber conseguido derribar el régimen de Bashar al-Assad, cada día más fuerte. Y por fin, los EEUU han fracasado en su tentativa de reanudar el diálogo entre Israel y los palestinos. No se atreven a desafiar al Estado judio en su visión de lo que tiene que acontecer en la región y en el tipo de paz que quiere imponer.

?Tantos fracaso?s deberían llevar a los EEUU a reconsiderar su política internacional, o en todo caso a mostrar menos arrogancia. Y sin embargo, Ucrania prueba que los EEUU quieren regentar, en nombre de la democracia, todas las potencias susceptibles de hacerle la competencia en el plano político, militar y sobre todo energético. Rusia tiene el sentimiento de que Washington quiere encerrarla en un espacio reducido y controlado por Estados sometidos a las influencias estadounidenses. Y tiene razón ¿Pero acaso los EEUU tienen los medios, ahora que su liderazgo está contestado por China y en la India los nacionalistas hindúes están en vías de tomar el poder? El mundo por venir será cada vez menos receptivo a las presiones estadounidenses y a su voluntad de dominación mundial. Otros actores están tomando su propio lugar en el escenario de una historiaen marcha y quieren hablar con su propia voz.

La arrogancia estadounidense está en contradicción con la realidad internacional y las consecuencias de la política de los EEUU en el mundo desde comienzos de siglo. Washington quiere que el siglo XXI sea, al igual que el XX, un siglo norteamericano. Esa apuesta aparece como irreal y perdida de antemano. Pone en peligro los equilibrios mundiales históricos y civilizacionales con todos los riesgos que eso comporta a mediano plazo.