Europeas 2014: ‘Tierra firme’
Comentaba a ustedes en mi artículo ‘Arenas movedizas‘, la desilusión sufrida con la presentación de uno de esos nuevos partidos que se presentan a nivel nacional a las elecciones europeas y como ese débil hálito de regeneración de la viciada atmósfera política en España que nos prometen, desapareció en poco menos de 60 minutos. Al final y como conclusión, salí pensando, que era más de lo mismo.
Seguía sin que nadie de los que tienen la obligación de hacerlo, los candidatos a las elecciones, se preocupase en ilustrarme sobre la creciente importancia que el Parlamento Europeo ejerce sobre muchísimas de las cosas concretas que inciden en nuestras vidas cada día.
Sin embargo, mira por dónde, se hizo realidad ese refrán español que dice que “Dios escribe recto con los renglones torcidos”. Imprevistamente tuve noticia de que el Cardenal Don Antonio Cañizares tenía programada una conferencia sobre el tema: “Pérdida de valores en Europa”. Por fin, alguien que me merece el máximo respeto por la solvencia intelectual de su magisterio; alguien sobre quien recae una eminente responsabilidad y goza de la experiencia que le proporciona el desempeño de sus servidumbres en el Vaticano —a pesar de lo cual no tiene el menor empacho en llamar a las cosas por su verdadero nombre aunque ello pueda calificarse de políticamente incorrecto—; alguien que es neutral en la contienda electoral, podía ofrecerme una visión responsable sobre la transformación sociológica que se viene produciendo en el viejo continente.
Tratando de situar los hechos en su adecuado contexto, el Cardenal don Antonio Cañizares puso de manifiesto que la crisis económica, era la consecuencia inevitable de haber prescindido de la persona como ser humano, para convertirlo en una mera estadística, al servicio de una globalización en la que solo impera la competitividad de los intereses económicos.
Señaló el conferenciante que esta planificación económica que estamos sufriendo, divide a la sociedad en tres estratos: el de los contribuyentes —que son los que más interesan al Estado—, los parados y los excluidos, que son aquellos que no cuentan y que muy difícilmente encontrarán una salida a la actual situación de desequilibrio social creada.
Este contexto, añadió el Cardenal, no se ha producido fortuitamente, sino que encuentra su origen en la pérdida de los valores en los que hasta ahora se ha venido sustentando la sociedad; pérdida que ha sustituido al individuo por la suma que conduce a la globalización, convirtiéndolo únicamente en un elemento de producción y consumo, ignorando así los derechos de la persona como ser humano. Un proceso que se ha producido como consecuencia de la degradación del sistema educativo y el ataque sistemático y permanente a la vida y a la familia; las dos, fuentes en las que durante siglos, Europa ha bebido para impregnarse de lo que hasta ahora ha constituido su esencia: el humanismo cristiano.
Esta es la auténtica crisis en la que estamos sumidos y que nos hunde en la miseria moral y económica.
Solo fortaleciendo la familia, columna que sostiene la sociedad, y potenciando la educación, raíz que alimenta y enriquece al ser humano, podremos superar la verdadera crisis poniendo a trabajar nuestro espíritu de superación, de sacrificio y esfuerzo, ya que esta es una labor que a todos nos compete y de la que todos somos responsables.
No esperemos por tanto que nadie venga a sacarnos del hundimiento moral en que estamos sumidos. Solo iniciando el camino por la senda del esfuerzo, alcanzaremos la meta. Pues cuanto mayor sea la dificultad, mas crecida será la recompensa y más firme será el logro.