La democracia no está en el sistema, sino en los gobernantes
Quiero aclarar que no soy monárquico, ni republicano, aunque las circunstancias del pasado me hacen recelar de la segunda opción política, en cuanto al uso de la violencia para con los no afines. Me gustan las repúblicas al estilo de Francia, Alemania, Islandia y otra serie de países donde se vive el presente y se piensa en el futuro, sin seguir anclados en el pasado. Considerando que son otros tiempos y diferentes generaciones. Me gustan las monarquías como la inglesa, noruega, danesa, holandesa y de otros países similares, en los que los reyes son aceptados por su pueblo, porque han sabido ganarse su respeto y admiración. El buen o mal gobierno de una nación, insisto una vez más, no está en el tipo de institución que la representa, sino en la honestidad y eficacia de la persona que la encabeza.
La monarquía, por su carácter hereditario, tiene el inconveniente de que hemos de aceptar al sucesor desde el instante de su nacimiento, sin tener en cuenta sus circunstancias personales. Y el gobierno de una nación no es un cortijo o una empresa familiar. Hay millones de familias que dependen de sus despropósitos o aciertos. La idea del origen divino de la realeza de nuestros antepasados ha pasado totalmente al reino de la fantasía y es menos creíble que la batalla de Hércules contra los hermanos Geriones, por citar una leyenda escenificada en mi tierra chiclanera.
El actual rey tuvo sus años de gloria y entusiasmos populares, pero aconsejado por alguien o “de motu proprio”, abrió la caja de Pandora y se sometió a los dictados de unos y otros, sin percatarse de que estaba socavando los cimientos de su poder y su oportunidad de decidir en el futuro. Asumió el papel de figura decorativa y ser el portavoz de un gobierno que hasta le indica donde debe colocar los puntos y las comas en sus mensajes. Tampoco ha sabido o no ha podido imponerse en las bodas de sus hijos, que se han saltado el protocolo y sus obligaciones dinásticas, como si fueran atletas de la pértiga, Y los privilegios reales deben tener su contraprestación y sacrificios. A excepción de la reina, no han sabido estar a la altura de sus categorías sociales. Lo digo como lo pienso.
Uno de sus mayores errores reales, asimismo, es no haber tenido el coraje de haber dado un puñetazo sobre la mesa, negándose a firmar esa medida que no le parecía justa y positiva por ir en contra del interés de su pueblo. Sé que constitucionalmente no podía hacerlo, pero hay otros muchos puntos de esa Carta Magna que se omiten y obvian por parte de gobernantes y políticos y no he visto dimitir a ninguno. Cuando no les interesa hacen caso omiso a su articulado y a las justificadas protestas populares, que no todas son violentas y desfasadas. Sobre todo cuando se trata de medidas restrictivas contra el bienestar del ciudadano, vivienda, trabajo y una justicia igual para todos, que son conceptos obsoletos al parecer.
Pronto vamos a tener un nuevo rey y una nueva y controvertida reina consorte. Del primero no sé aún de qué pie cojea, aunque quiero figurarme que será menos aventurero en correrías que puedan ocasionar motivos de escándalo que su padre y más exigente e independiente a la hora de poner los puntos sobre las íes en este caos que nos domina. De los escarceos amorosos de su antecesor, muy propios de todo Borbón, nada tengo que objetar. Son cuestiones que afectan a su vida familiar y es la reina la que decide en este aspecto. Mi admiración y respeto por esta señora que ha sabido mantener su dignidad en todo momento. Un gobernante puede ser excelente, eficaz y altamente beneficioso para el pueblo sin necesidad de hacer voto de castidad fuera de su matrimonio. No es que alabe el adulterio, pero si lo considero indiferente a su manera de gobernar o reinar. Prefiero un rey mujeriego, pero sensible y preocupado con los problemas de los ciudadanos, que a un casto y beatífico marido que no sea capaz de realizar eficazmente su misión. ¿Es que piensan que si llega la república su presidente no va a tener aventuras amorosas e incluso divorcios?.
No me entusiasma Leticia. No la conozco, ni tengo nada en contra o a favor de ella a título personal, pero ser reina de España es un título muy elevado y de una gran dignidad y sus biógrafos, incluidos sus propios familiares, no la dejan en muy buen lugar. Una de ellas, su propia tía Henar, saluda su próximo reinado, proclamando su republicanismo. Y claro, al que llega de fuera, todo esto le mosquea y le pone en guardia.
Cuando Juan Carlos llegó al poder se dispuso a emprender una nueva aventura con más ilusiones y esperanzas que experiencias y conocimientos del arte de reinar en un país como España, donde todos nos consideramos dueños absolutos de nuestros destinos y decisiones y con mayor experiencia que los que nos gobiernan. Que en los tiempos actuales, puede que no sea tan descabellado este punto de vista.
Monarquía o República son las dos palabras que más se oyen estos días A excepción del omnipresente Cayo Lara que nos intenta confundir al pedir “Monarquía o democracia”, asumiendo que la segunda opción es exclusiva del sistema republicano. El mal gobierno y la corrupción política generalizada, no son debidos a la inexistencia de democracia, sino al voto popular y democrático que eligió a los políticos que no nos debían representar. Y esto no es consecuencia de un sistema de gobierno determinado, sino de la decisión del votante. El señor Lara y otros veteranos y nuevos compañeros de viaje, no quieren reconocer que si actualmente no existiera libertad y democracia, no estarían donde están, ni podrían exponer públicamente sus críticas, ni yo escribir este artículo. No venga ahora a darnos lecciones democráticas el nostálgico de un régimen donde la libertad se hallaba silenciada por el miedo y las represalias. Porque no es precisamente de libertad de lo que pueden presumir los comunistas.
Sus proclamas me recuerdan al referéndum franquista de la Ley de Sucesión, que nos la ofrecía bajo la mascarada de “Franco es sí y comunismo es no”, para evitar fuera rechazada por el miedo que entonces producía esa formación política. Hay que ir con la verdad por delante y llamar a cada cosa por su nombre, para que el ciudadano no se sienta nuevamente timado y confundido. .España ha sufrido algo más que una dictadura y no solo de derechas. No lo olvidemos.