Españoles cum laude
De la mano de un extraordinario anfitrión, el profesor D. Ignacio Rierio Marín, de la Universidad de Castilla La Mancha, he recorrido la antigua Fábrica de Armas de la Vega Baja de Toledo, un espacio convertido hoy en el campus toledano de la citada Universidad. Tendríamos que remontarnos, al menos, hasta los tiempos de conde de Gazzola, Felipe de Gazzola, militar y aristócrata italiano al servicio de Carlos III, al que se habilitó con el nombramiento de teniente general de los Ejércitos en 1761 y poco más tarde Inspector del Cuerpo de Artillería y de las Fábricas de Armas y Municiones, para buscar el origen de la que fue hasta hace pocas décadas, la Fábrica de Armas de Toledo ubicada en la Vega Baja.
Gazzola se hizo con los servicios de Sabatini para, en 1772, viajar a Toledo y buscar un nuevo emplazamiento para la antigua fábrica, que encontraron en la zona de la Vega Baja, con la referencia del Tajo y la utilidad que sus aguas debían aportar al nuevo proyecto. Sabatini fue, al parecer, de quien partió la idea de prolongar los servicios de la nueva fábrica para las armas de fuego, y no únicamente las espadas luchando, como suele ocurrir siempre, con los presupuestos. En 1775 se aprobó el proyecto y en 1780 era una realidad sobre los terrenos de la cofradía de la Santa Caridad de la iglesia mozárabe de Santa Justa y Santa Rufina, como bien documentan los autores del libro “El edificio Sabatini en la Fábrica de Armas de Toledo”.
Doscientos mil metros cuadrados de terreno, y construidos una cuarta parte de los mismos, que actualmente albergan espacio para unos cuatro mil estudiantes. Los antiguos edificios de la Fábrica han sido rehabilitados para albergar aulas –digamos que en un ochenta por ciento del total, pues aún quedan por acondicionar los antiguos transformadores y algún otro- y, a decir de los expertos, el nuevo enclave universitario ha producido una corriente de sinergia con la población y el ambiente cultural de la ciudad, a pesar de la coexistencia con los terrenos de la Vega Baja y el yacimiento visigodo, que ha impedido la construcción de un centro comercial, una vía de dinamismo y activación económica.
El recorrido por el trazado de calles que comunican los antiguos pabellones, hoy, como he dicho, convertidos en el nuevo aulario, los laboratorios y los diferentes departamentos universitarios, te permite respirar el aire juvenil de un centro universitario privilegiado por su entorno. Estudiantes de Arquitectura, de Ciencias Jurídicas, Ambientales, Bioquímica, del Deporte… Humanidades, aprovechando la última repesca del curso académico que ahora finaliza, me crean una sensación de ansiedad cultural y me sirven de hilo conductor de un extraordinario reportaje, firmado por Ángela Sepúlveda en El Confidencial.com, en el que destaca que cuarenta y siete españoles figuran, se “cuelan”, dice la autora, en la lista de los 3219 investigadores más influyentes del mundo.
Resulta refrescante el artículo por la excesiva politización que adorna a nuestros medios de comunicación en general. Hace días, en una tertulia con algunos colegas, apuntaba yo el hecho de que ningún reportero, actualmente, se acercara al Consejo Superior de Investigaciones Científicas para tomar contacto con los proyectos punteros y de actualidad. La falta de asistencia a los muchos actos culturales programados actualmente, con la correspondiente información de los mismos, más allá de una escueta nota de prensa que, por lo general y por la disposición que actualmente tienen los medios, suele ser un suelto perdido sin ubicación específica; la falta de información para el lector medio acerca de si, por ejemplo, todavía se escriben libretos y partituras para nuevas zarzuelas, si el mal llamado “género chico” es un género histórico o aún sigue vivo, en la producción de nuevos temas, no en la representación solamente. O, sin ir más lejos, un vistazo por las aulas universitarias para ver la temática de los trabajos fin de carrera, las tesis doctorales y en qué medida nuestros estudiantes, ya con su licenciatura o grado bajo el brazo, se implican en los proyectos más atractivos y sugerentes en las diferentes especialidades científicas y humanísticas.
La autora del reportaje destaca los nombres de algunos de este casi medio centenar de investigadores españoles que llevan a España hasta el lugar número 12 del ranking mundial, aún a pesar de no tener el potencial de otros países de nuestro entorno. José Manuel García Verdugo, Hermenegildo García, Juan Bisquert, David Parada o Avelino Corma Corma Carnós, premio Príncipe de Asturias nombrado recientemente.
Destaca mi anfitrión, Ignacio Rieiro, amigo desde los tiempos, ya lejanos, de nuestro paso por el Colegio de Nuestra Señora de la Paloma, entonces referente, la manera en que se ha expandido el modelo universitario actual, y los frutos que vienen dando y convenimos en la sangría que supone la salida de nuestros jóvenes, bien preparados, a ocupar puestos en los países que pueden permitirse admitirlos y mantenerlos sólo porque en ellos aún impera la filosofía en la que nosotros nos hemos criado y crecido, la del trabajo como medio para alcanzar objetivos.
Muy bonito y muy ameno el articulo del periodista asturiano Honorio Feito, que sigue siendo la misma persona discreta, cabal, correcta y buen profesional de la palabra escrita, que el que ya trabajaba, años ha, en el desaparecido diario, luego semanario, “El Alcázar”, que mi padre nos traía a casa cuando venía a comer.-
Definitivamente se ha quedado calvo del todo,que agudeza,que poderio.
Por cierto,acaba de subir el pan.