Se dice que la libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones es un derecho fundamental e inalienable inherente a todas las personas. Esto es lo que nos dice la doctrina del sistema, pero, cuando esa libertad de expresión la ejerce un sacerdote como el Padre don Jesús Calvo, termina por ejemplo, donde comienza la de cualquiera de sus detractores. Entonces, nos encontramos ante una falsedad más, de lo que se nos vende como democracia.

Cuando unas feministas toman desnudas el Congreso de los Diputados o entran en una iglesia católica armando gresca, no pasa nada, eso forma parte del derecho a manifestarse libremente. Distinto sería que lo hiciesen en una sinagoga o en una mezquita, entonces sí que sería motivo suficiente para que los globalizadores y sus esbirros se sintieran ofendidos, y tomaran cartas en el asunto. En alguno de los casos, incluso se les golpearía hasta la muerte o se les colgaría públicamente como hacen con los homosexuales.

Demonizar y criminalizar hoy al Padre Calvo es sencillo, sobre todo, cuando usted señor obispo -sabedor de la verdad de sus palabras-, en lugar de apoyarlo y protegerlo se une al linchamiento. Ustedes no han movido ni un solo dedo en más de tres décadas de democracia, contra aquellos que desde sus filas han dado cobertura a los terroristas y a los asesinos, y se han negado a oficiar funerales por las víctimas del terrorismo. Ustedes no se han manifestado jamás cuando el cine y la televisión han hecho mofa y befa en múltiples parodias, sobre religiosas y sacerdotes que ejercen una misión encomiable y ejemplar en todos los continentes. Ustedes se han tapado la nariz y han mirado para otro lado, cuando el cine se ha ciscado una y otra vez con la Iglesia católica española, han representado a la Virgen María como a una vulgar prostituta, o al Santo de Valencia San Vicent Ferrer vertiendo sobre él todo tipo de insultos e infamias. Ustedes son cobardes frente al político poderoso, y extremadamente rigurosos con aquel que defiende la verdad frente a lo políticamente correcto.

En 2003, don Jaime Larrinaga, párroco de Maruri (Vizcaya) y presidente del foro El Salvador, tuvo que abandonar la parroquia donde fue sacerdote durante 34 años por enfrentarse abiertamente con la verdad, a los separatistas y terroristas vascos. La presión ejercida por el PNV y las amenazas de la ETA, llevaron a la jerarquía eclesiástica a lo políticamente correcto: “El Padre Larrinaga fuera del País Vasco”.

Ese mismo año 2003, una emisora de radio a nivel nacional, publicitaba la inauguración de una exposición en Barcelona titulada: “Me cago en Dios”. El entonces alcalde socialista de la ciudad Joan Clos, dijo apostar por la “cultura” con aquella exposición de la mano del Institut de Cultura de Barcelona (ICUB), y la justificó hablando sobre la importancia del “civismo” y abogó por “un clima de dinamismo, convivencia y creatividad”.

Pues bien, si la palabra de Dios nos dice: “por los frutos los conoceréis”, no cabe duda –y buena lección es para ustedes que tienen por oficio y misión la rectoría de nuestras comunidades- que estos frutos podridos, y malolientes, son propios de la “cultura de la muerte” como bien dice el Padre Calvo. Aquella blasfemia de la exposición de Barcelona fue, a mi juicio, la peor de las afrentas que a Dios se le hacen. Una Iglesiamque guarda silencio ante algo tan perverso como la exposición: “Me cago en Dios”, es una prueba clara de que un virus demoledor y aniquilante ha adormecido y debilitado a quienes, por obligación ineludible, debieron reaccionar de inmediato.

Les resulta incómodo escuchar al Padre Calvo censurar al sistema y al PP que acepta el matrimonio entre homosexuales pero no la adopción de niños por éstos. Es decir, descolgamos el retrato erótico de la pared del salón del prostíbulo en que nos encontramos, pero nos parecen bien las actividades que se practican y desarrollan en él. Postura de un partido al que teóricamente votan la mayoría de los católicos españoles, incluidos obispos, mientras oímos decir a la jerarquía eclesiástica que no podemos mantener una moral pública y otra privada en referencia a los gobernantes de nuestro tiempo. Asimismo, vemos en la televisión ofrendas al Apóstol Santiago, con asistencia de políticos haciendo solemnes peticiones, sin que los obispos se atrevan a indicar a sus fieles en qué lugar deben situar su preferencia electoral para no ser fáciles presas de los vividores de la política y, lo que es más importante, no ser responsables ante Dios ni ante su conciencia, de un sufragio envenenado que permite el aborto, rompe la unidad de los españoles, y promueve el negocio del sexo, la droga y una educación sectaria.

Es evidente que el Padre Calvo molesta, señor obispo. Molesta por decir públicamente, ejerciendo esa libertad de expresión de la que nos habla el sistema, que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, pero el César y la comunidad también son de Dios, por lo tanto la política y el César tienen que estar al servicio de Dios y al servicio de la eternidad.

Hay que tener la fuerza moral muy integra vistiendo una sotana, para dirigirse a una sociedad adoctrinada por la “telebasura”, y señalar con el dedo y sin miedo a una formación política que recoge los votos de los católicos españoles incluidos sus obispos, y de la que no sale una voz que, escarbando en su conciencia y en su fe, limpie de un manotazo el cristal empañado por un vapor contaminante. Prefieren acomodarse ante una situación perversa, antes que buscar la forma de remediar el mal. Y a ello, está claro que contribuyen ustedes, que no sacan a nadie a la calle para defender lo que el Padre Calvo sostiene cada jueves en “La Ratonera”, y tal vez sea porque durante estos años con sus extraños comportamientos, han anulado en los creyentes los reactivos y concepciones que antes movían su conciencia cristiana.

¡Hay que apartar al Padre Calvo como sea! Ha debido ser la orden recibida desde el gobierno. Y esa orden debe ser cumplida ante una difícil postura de entendimiento con el César que amenaza con restringir o suspender todo signo externo de catolicismo (procesiones, peregrinaciones, cofradías, belenes en las calles, etc.) Invocando un presunto Estatuto de Laicidad, principio de igualdad de trato para todas las confesiones.

Algunos judíos se han ofendido también por las palabras del Padre Calvo, ¿verdad señor obispo? Lo que hay que ver. Los que dominan económicamente el universo cierran filas contra un cura católico que ejerce su labor pastoral en una zona rural de España ¿Por qué será? Menos mal que el párroco de Villamuñío no hizo alusión para nada al que podríamos llamar “holocausto palestino”, de haberlo hecho, posiblemente hubiesen cursado una orden de detención contra él a nivel internacional.