Pedro Sánchez y el régimen endémico andaluz
El estado de las Autonomías políticas, en trance de convertir España en un Estado federal, o quizás en una confederación de Estados, o en Estados independientes vinculados de un modo personal a la Corona, ha contribuido de manera alarmante al aumento insoportable de la presión tributaria, precisa para mantener una burocracia múltiple y en gran parte poco eficaz, que pesa sobre la economía y encorseta su desarrollo. “La casta” lo sabe, pero a pesar de ello, y no siendo suficiente la dotación presupuestaria del Estado a los gobiernos autónomos, éstos, se han endeudado en tales proporciones -debido principalmente al expolio y a los sobrecostes de las obras muy por encima de lo presupuestado en cada caso-, que los intereses a pagar absorben la mayor parte de aquella dotación, gravando muy seriamente a las futuras generaciones.
El “estatus” que han alcanzado muchos miembros de esa casta sin haber conocido otra vía para realizarse que el partido, el mitin y la pancarta, no es directamente proporcional ni se corresponde en absoluto con las penurias por las que pasa cualquier trabajador autónomo, por cuenta ajena o pequeño y mediano empresario en la situación actual. Nunca acertó tanto este dicho castellano: “El que de servilleta pasa a mantel, Dios nos libre de él”.
Pero, centrémonos por un momento en el feudo socialista por excelencia que es por lo visto desde donde se ha avalado principalmente al nuevo secretario general del partido Pedro Sánchez. Una región (Andalucía) que bien gestionada podría ser la más próspera de España, está sumida en el inmovilismo más absoluto fruto de la incapacidad de sus dirigentes políticos. Un diamante sin pulir por su potencial turístico, la amabilidad y hospitalidad de sus gentes; cantera de talentos y emprendedores, y sus múltiples recursos naturales, no tienen la fuerza suficiente para despertar a una masa que vive mayoritariamente de la subvención y el subsidio, y ensimismada por el discurso populista que la atonta y ensordece.
La existencia de un seguro de desempleo constituye un postulado de la justicia social, pero, una cosa es el seguro de desempleo que cumple con su cometido, y otra la desviación funcional del mismo. Y esa desviación funcional se produce cuando en vez de asegurar una prestación económica al que por causa ajena a su voluntad pierde su empleo, y otra muy distinta es, que lo que asegura es una clientela política y, por consiguiente, el voto del que no quiere trabajar aunque se le ofrezca una colocación.
Al despilfarro de dinero que esta disfunción lleva consigo, ha de agregarse, por un lado, el fomento de la holgazanería, y, por otro, la tentación, que va generalizándose, de buscar un pretexto cualquiera para ingresar en lo que ya se conoce en todo el país como “ejército de subsidiados”.
Andalucía, granero de votos socialistas, y que ya acumulaba una deuda en Septiembre de 2004 de 7.000 millones de euros, reclamó en su día del gobierno central una deuda histórica que ascendía a 1.900 millones de euros. Por aquel entonces, aun no se había arremangado la juez Alaya para “limpiar” toda la mierda generada por la corrupción en torno a este “cortijo político” infecto y putrefacto, pero el gobierno del “bobo solemne”, en lugar de descontar aquellos 1.900 millones de euros de los 7.000 que esta región adeudaba al Estado, satisfizo tal cantidad para que Andalucía siguiese igual de endeudada pero con dinero fresco para seguir en su línea de siempre: Control de los medios de comunicación al servicio del régimen, subsidios a porrillo, subvenciones para cursos de formación y ERE,s falsos, dinero para agrupaciones “progres” y derivados; dispendios para “plataformas” al uso, para asociaciones de toda índole, y para fundaciones y chiringuitos varios.
Unos 885 millones de euros expoliados según el informe de la Juez Alaya; 200 imputados, de los cuales 12 aforados y 7 exconsejeros. La corrupción política y financiera en Galicia, Baleares, Cataluña, Comunidad Valenciana o Andalucía, no favorece precisamente el clima de respeto que demanda una nación económicamente sana. Los socialistas no han hecho caso jamás a las denuncias de la corrupción en sus feudos respectivos a pesar de las imputaciones y detenidos, se han limitado como mucho a tildar esas denuncias de estupideces, y la palabra estupidez ni deja sin base la realidad ni pone remedio al problema.
Como decía un senador italiano, la democracia de partidos y listas cerradas lleva la corrupción en sus entrañas, porque para conseguir votos es lícita, no sólo la mentira, como afirmaba el socialista Tierno Galván, sino la financiación, tanto la que se impone al contribuyente a través del Presupuesto, como la que se consigue con las ayudas ilegales y deshonestas que se descubren o están por descubrir.
Andalucía no levantará cabeza mientras continúe este “régimen” endémico y particular de subvenciones sin control, y seguirá siendo un lastre para nuestra más que famélica economía nacional. Da igual quien aparezca en la foto, Susana Díaz, Pedro Sánchez o maroto el de la moto, da lo mismo, se han quedado todos ellos sin autoridad moral, incluido Moreno Bonilla, porque el Partido Popular también ha dejado el marchamo mafioso con la estela de la mentira, la traición, el engaño, la corrupción y el latrocinio en otras comunidades donde gobierna y principalmente a nivel nacional estafando a sus votantes y liberando a criminales, terroristas y narcotraficantes.
Mientras no surja una nueva formación sin contaminar que fortalezca la unidad nacional; gente nueva en la escena política con sentido social, honesta, integra, y capaz de premiar el esfuerzo y el sacrificio, distinguiendo al holgazán del patriota ejemplar y honrado que trabaja y lucha para levantar España y sacar a su familia adelante; mientras no desaparezca el “bipartidismo”, y no sean barridos literalmente de la escena política andaluza todos los que sostienen ese “chiringuito” y esa “clientela política” para perpetuarse en la poltrona al precio que sea, esa bella y “rica” región española no irá a parte alguna, y ¿saben por qué? Porque sus dirigentes seguirán basando su existencia en una doctrina trasnochada, obsoleta y caduca, que reparte con justicia la miseria que genera mientras ellos se enriquecen con la corrupción y el latrocinio.