Lara y Mas

JT.- Si, como decía el maestro Jean François Revel, la mentira domina el mundo, eso es enteramente cierto referido al periodismo español, y más concretamente al periodismo del presidente del grupo Planeta, José Manuel Lara Bosch, máximo accionista de medios tan aparentemente antagónicos como La Razón y La Sexta.

José Manuel Lara Bosch es el arquetipo de empresario que vegeta a la sombra de los favores políticos. Su único mérito curricular conocido es haber heredado de su padre, otro que tal, un imperio editorial. Podría haber empleado su poder e influencia innegables en servir de contrapoder a los robos y abusos de la casta política. Prefirió sin embargo cohabitar con ella en rentable consorcio. Lara es el pquersonaje tipo sin escrúpulos que es capaz de opinar de una forma y la contraria, de contentar a Rajoy y a Mas al mismo tiempo, de tener en nómina a Marhuenda y Wyoming, de defender en La Razón lo contrario que en La Sexta, de la que es su dueño; de apelar a la unidad de España fuera de Cataluña y a continuación ser condecorado por la Generalitat por sus buenos y serviles servicios, de defender la tradición católica en su cabecera madrileña y anatemizar a la Iglesia, mañana, tarde y noche, en su cadena audiovisual de referencia; de editorializar contra ETA con la mano derecha y defender con la izquierda medidas de gracia para sus presos. Incluso llegó a tener un 40% de las acciones del diario separatista Avui, editado en Barcelona, a la vez que era propietario de La Razón, editado en Madrid. Lo importante para él no es la información como fin sino como medio para lograr las generosas viandas económicas del poder político.

Esa incapacidad gestora le lleva a terminar identificando los intereses de su grupo con los de la casta pagadora. Esa identificación mimética de intereses implica una grosera manipulación y una manifiesta inmoralidad, pues al tiempo, con supina mendacidad, se permite dar lecciones de pulcritud en el ejercicio de la actividad comunicadora, independientemente de sus contenidos. Que quien disfruta de los oropeles y ventajas del poder en España, con millones de euros recibidos con cargo a los arruinados bolsillos de los españols, amén de numerosas licencias administrativas, establezca los límites de la legalidad, no deja de ser tan patético como si un trilero denunciara al gerente de una sala de bingo por supuesta competencia desleal.

Lara y Aznar

Así funciona Lara Bosch en esta España de aromas sicilianos. Mediante el favor político. A través de la publicidad institucional o de la concesión administrativa, que es puramente discrecional. No se informa de nada que a la pagaduría política no convenga. Y la prensa subvencionada es factor añadido de corrupción moral, pues las administraciones se han convertido en cliente fundamental y sólo se dirige a los amigos y a los sumisos.

Lara ha criticado duramente al Gobierno por no hacer algo para impedir que se cumpla la sentencia del Supremo sobre las TDT el pasado mayo. Se refiere al apagón de 9 canales de TDT -que afectaron a tres canales de Atresmedia y dos de Mediaset, al igual que de Veo TV y Net TV- en virtud de la sentencia dictada por el Tribunal Supremo, que anula la asignación de un múltiple digital a cada una de las concesionarias del TDT nacional porque se realizó sin mediar concurso.

El presidente del grupo Planeta sabe más que nadie que las licencias audiovisuales han sido concedidas sin ningún apego a la decencia y a lo justo. Él sabe que estas licencias han ido a parar a las ineficientes manos de empresarios de pacotilla vinculados a la casta. Muchos de estos adjudicatarios no han podido hacer frente a sus obligaciones empresariales al carecer de recursos económicos propios, contraviniendo así y gravísimamente el apartado del consurso de adjudicación que hacía mención a la solvencia del solicitante y al beneficio social de la licencia. De esto el grupo de Lara no ha informado nunca, como es el deber, el imperativo ético de un periodista y de un medio de comunicación. Hacerlo público podía poner en evidencia la farsa y dañar los intereses políticos del PSOE, del PP y de CiU. El grupo Planeta se sumó de esa forma a la mentira y el servilismo. Por eso no vamos a permitirle al perillán ninguna lección relacionada con el recto proceder de una empresa de comunicación. Para indecencia, la suya.

La mentira domina la actividad de Lara al frente de sus empresas periodísticas. Se ha hecho moneda de uso común. Se miente a todas horas, con descaro, al ocultársele al pueblo las corruptelas de la casta, como la degeneración de una lógica perversa del periodismo en propaganda y la identificación del grupo no con principios, sino con intereses, no con corrientes de pensamiento, sino con partidos que paguen. Los medios bajo control de Lara son el vocero de los argumentarios de la casta. No se debe a los lectores, sino a su cuenta de clientes institucionales.

¿Puede dar lecciones de virtuosismo el anfitrión de una escenificación tan obscena? ¿Puede entrarse en un terreno de juego cuyas normas estan trucadas sin corromperse moralmente? ¿Pueden conseguirse licencias sin francachelas ni servicios lacayunos?

La prensa al servicio de la casta ha sufrido un proceso de corrupción moral progresivo. El periodismo sólo es capaz de subsistir en un ambiente de libertad y sólo pervive con la búsqueda humilde de la verdad. Pero la verdad exige compromiso y no da poder, porque la verdad es servicio y respeto; es la mentira la que da dominio, por eso el poder tiende habitualmente a la mentira. Es posible que el político profesional que nunca ha dejado de ser José Manuel Lara Bosch siempre haya incubado en su interior los gérmenes de su proceso progresivo de sumisión al poder. Es una táctica corriente de los editores subvencionados, que les lleva a hacer causa común y a defender a cualquier mindundi si tiene Presupuesto que repartir.

Mientras para nosotros la casta ha sido la causante de la degradación económica, política, social y moral que padece el pueblo al que nos debemos, José Manuel Lara Bosch distingue al poder político con los elogios a que se hace merecedor el repartidor de prebendas, de donosa publicidad y graciosas concesiones.

Esta serie de apuestas empresariales sustentadas por el poder llevan a execrables concubinato con la casta y se distancian cada vez más del discurso público de libertad e independencia para caer en la sumisión y en la mermelada, hundiéndose, cada vez más, en aquello que supuestamente debe combatir un medio de comunicación: el relativismo y la hipocresía.

En ese esquema lacayuno, el político llevará razón siempre y cuando tenga a su disposición el Presupuesto público. Esto no se aleja lo más mínimo de la máxima de Maquiavelo de que el fin justifica los medios. Desde esas pantagruélicas reuniones que celebra su grupo con los representantes de la casta, en todos mis recuerdos en los que aparece Joly lo hace bajo el tosco y oscuro semblante del gañán que, pese a tantas cosas de las que callar, se atreve a darnos lecciones de ética.

En una sociedad sana y decente, justo lo contrario de la que hoy tenemos, los políticos spañoles tendrían que ser juzgados por el uso fraudulento de dinero público para solaz y disfrute de empresarios tan sectarios y arribistas como José Manuel Lara Bosch.