Pincha la burbuja separatista de Artur Mas
Y es que el último capítulo del intento soberanista catalán no se ha escrito. Parece que el globo independentista de Artur Mas se desinfla día a día. No ha hecho falta, a lo que parece, hacer nada para frenar la amanecida nacionalista que se daban por ganada simplemente lanzando soflamas de que España nos roba y demás lemas varios. No ha hecho falta que Mariano Rajoy moviera un músculo -nunca lo hace, claro- para frenar a un Artur Mas desbocado. Sólo hay que leerse a los papagayos de la prensa catalana subvencionada, toda, para presuponer que es el principio del fin de unos políticos que durante decenas de años, muchas decenas, se han enriquecido a costa de comisiones del 3, del 4, del 6 por ciento de la obra pública y huyen de unos tribunales que investigan la corrupción y tienen sede no en Barcelona, donde controlan a jueces y fiscales, sino en la capital del reino. En Madrid. El caso Pujol, por ejemplo, no se hubiera destapado jamás en una Cataluña independiente, claro.
Cuando Pilar Rahola, esa talibán del separatismo y biógrafa del actual inquilino del Palacio de la Plaça de Sant Jaume, desangra por la herida del acto del domingo de Podemos en Barcelona, donde afirmó, entre otras cosas, que quería a Cataluña dentro de España, tenemos claro que todos se han dado cuenta. También la casta que ha gobernado Cataluña tiene los días contados. Y todos los que han robado, se han llevado comisiones, puestos remunerados por no hacer nada, etc, ven a Ciudadanos, a Podemos y a todos los que ponen en peligro el bloque CiU-ERC, al demonio que anuncia el fin de sus días de corrupción y gloria.
Y es que los jefes de la talibán controlan a todos los periódicos y televisiones de Barcelona, pero no controlan las redes sociales. No controlan internet. No saben frenar a las televisiones privadas que entrevistan sin corsé a líderes que hablan y cuentan lo que en Barcelona, lo que en Lérida y Gerona -Tarragona es otra isla muy pegada al Mediterráneo que les acerca a Valencia- es secreto.
Estamos ante un dos mil quince que nos va a dar muchos titulares. No sólo sobre casos de corrupción y de Bankia, que los gordos está por descubrirse, sino porque marcará un antes y un después de la burbuja separatista catalana. Ibarreche pinchó en Madrid… Artur Mas ha pinchado en su propia tierra. Ha pinchado en Barcelona. Los “salvapatrias”, como los denomina despectivamente Pilar Rahola, han llenado el Centre Municipal d’Esports Olímpics de Vall d’Hebron y han anunciado el final de la casta catalana. Y me temo que va a ser verdad. Casi nada, oiga…