Marxistas hasta que se enriquecen
Existe un dicho castellano que debería figurar en el frontispicio de todas las universidades españolas: “Feministas hasta que se casan; ateos hasta que el avión comienza a caer; activistas radicales hasta que se colocan en la Administración; y marxistas hasta que se enriquecen”.
Y es precisamente el último párrafo de este dicho popular, el que viene como remate de un cuento en el que dos vecinos que se dedicaban a las tareas agrícolas y ganaderas, y que vivían en la misma calle de la misma localidad, quedaban cada día en uno de los bares del pueblo después de finalizar la jornada laboral para tomar unos vinos. Uno de ellos era algo politiquillo, el otro solo sabía trabajar.
Hablaban de los continuos robos en los campos y granjas, y de la indefensión que padecían ante el ataque de bandas de delincuencia organizada que los asaltaban para robarles incluso dentro de sus hogares. Reconocían en voz baja y cuando estaban a solas, que en tiempos de la dictadura podían dormir tranquilos sin temor a que arrasasen sus campos y sus cosechas, y que el que la hacía la pagaba.
También se lamentaban de que a pesar de haberles dado a sus hijos la oportunidad de estudiar una carrera, éstos, no encontraban un empleo en España teniendo que emigrar al extranjero en busca de trabajo. O sea, que exportamos jóvenes bien formados –decían-, para que sus conocimientos sean explotados en otros países donde contribuirán además con sus impuestos a su sostenimiento, creando también allí sus respectivas familias.
Comentaban lo que les había traído el euro, una subida de precios de un 66% de golpe y porrazo, ya que lo que costaba veinte duros (100 pesetas) pasó a costar de la noche a la mañana un euro, y sin embargo, los precios establecidos por Bruselas para sus hortalizas y la carne de su ganado cayeron en picado tras nuestra entrada en Europa y el cambio de moneda.
Decían sentirse engañados por el sistema de partidos que fue colocando silenciosamente sin que apenas se notase a más de 450.000 individuos en asientos políticos, y a una lista interminable de estómagos agradecidos en más de doscientas mil empresas públicas a tenor de las diecisiete autonomías que padecemos. Y todo esto, sostenido por el sudor, la sangre, el esfuerzo y el sacrificio de “gilipollas” como ellos.
Debatían sobre la época de bonanza económica fruto de la burbuja inmobiliaria en tiempos de Aznar, ya que el sector primario español al que ellos pertenecían quedó como el felpudo donde todos los mandatarios restregaban las suelas de sus zapatos. Se les invitó a abandonar las tierras de cultivo ofertándoles grandes sumas de dinero, para que después los especuladores en connivencia con los políticos, pudieran recalificar el suelo y construir viviendas a precios desorbitados.
Se lamentaban de la falsa creencia, de que aquella dulce golosina del ladrillo iba a durar toda la vida. Reconocían que el dinero fácil no les dejó ver la tormenta que se avecinaba en forma de ruina para nuestra nación. Y también aseveraban que de no haber sido por la crisis, jamás se hubiesen dado cuenta de la cantidad de parásitos y enchufados que al amparo de la política, habían estado robando a manos llenas durante más de tres décadas.
Maldecían que la democracia premiase a zotes como Zapatero con una pensión vitalicia de 12.500 euros mensuales por haber sido presidente, y que ese dinero saliese exclusivamente de los bolsillos de honrados contribuyentes como ellos.
Entre trago y trago hablaban de la crisis y se mostraban desmoralizados, abatidos, hartos y asqueados, al ver que el fruto de su trabajo y su esfuerzo solo servía para mantener a una caterva de vividores dedicados a la política y colocados en la Administración sin superar ningún tipo de oposición, y cuya única “diplomatura” o acto meritorio había sido haberse afiliado a un partido político o sindicato desde que dejaron el biberón y la lactancia.
El repudio de estos dos trabajadores hacia los vampiros insaciables amorrados a la ubre del Estado, era más que evidente. Por tal motivo, uno de los dos amigos –el más politiquillo-, invitaba al otro a acudir todos los jueves a las asambleas convocadas por un grupo de corte marxista que estaba emergiendo, y que tenían lugar en un local cedido por el Ayuntamiento en la Casa de la Cultura. Después de cada reunión -de donde salían con las pilas cargadas-, cuando estos trabajadores oían en la radio o veían en la televisión a cualquier imputado por un caso de corrupción, los dos echaban humo hasta por las orejas.
Un buen día, el labrador que invitaba a su vecino a las asambleas, se dirige hasta la casa de aquel y le dice:
-Compañero, como ya eres marxista como yo, y el marxismo nos dice que hay que compartir lo que se tenga, he pensado que ante el hecho de que tú tienes dos burros y yo no tengo ninguno, deberías regalarme uno.
El dueño de los dos burros no veía del todo claro eso del marxismo planteado por su vecino, pero a pesar de todo le dijo:
-Si eso es así, llévate uno.
El otro muy contento se llevó el burro hasta su casa.
Pasados unos días, la esposa del generoso agricultor al no ver uno de los burros, le pregunto a su marido:
– ¿Dónde está el burro que falta?
El marido le contó lo del marxismo y que había que compartir lo que se tuviese. Entonces la mujer le espetó:
– Bien, si eso es así, él tiene dos vacas y nosotros no tenemos ninguna ¡Ve y que te dé una!
Allá que fue el buen hombre a ver a su vecino contándole el razonamiento de su esposa sobre las vacas:
– Compañero, yo te regalé un burro porque tenía dos, lo justo sería –según tu doctrina-, que cómo tú tienes dos vacas me regalases una. A lo que el otro le respondió:
– No compañero, esto del marxismo solamente es para burros. Lo de las vacas lo leerás en “el cuento de la lechera”.
MORALEJA: Los marxistas serán muy generosos contigo mientras el patrimonio a repartir sea el de los demás, incluido el tuyo.
Señor Román: Ha descrito usted como nadie lo que realmente nos preocupa a los asalariados españoles. Ese tipo de conversaciones son tal cual. En los bares, en la calle, en los centros de trabajo y en los hogares, repasamos cronológicamente en nuestras tertulias todos los aspectos de la vida social y los acontecimientos que nos llevado a esta situación. Y luego, efectivamente, sale el tema de la opción política que mande a paseo al bipartidismo, y nos encontramos con el marxismo como única solución presentada por los medios, y que viene a confundir todavía más a una masa amorfa y… Leer más »
Y las particiones a partes iguales: Una para mi, otra para ti y otra para mi.-
Una para mi, otra para ti y otra para mi.- Una para mi, otra para ti y otra para mi
Y asi sucesivamente…Hasta que finalmente llega el mas listillo todavia que dice
Una para mi, otra para mi y la otra para mi
Que sera asi a lo que llegaremos con Podemos…
Con el Comunismo Bolivariano.- Como en Cuba y como en Venezuela
Hay que ser imbécil para creer la basura del judío Marx (de familia rabínica, y de nombre Kisel Mordecai). Toda su ideología aparte de antiCristiana es una estafa, y solo busca robar y matar, que era a lo que se dedicaban los comunistas y los soviets. Toda esa basura judía de Lenin, Trotsky, … han sido un cáncer para la humanidad. Ya nos avisó nuestro Señor de la judería y la plaga judía. Dejarlos entrar en un país en un error garrafal que se paga con la descomposición. Marx nunca había trabajado y era un cerdo repugnante. Si no hubiera… Leer más »
Mas claro agua!
El cuento Marxista de la Vaca es el siguiente:
Tú te quedas con la Vaca y Yo con la Leche.