La incuria mental de la manada Sortueta
En las estepas vascas una manada de proscritos lobeznos, al parecer, arrepentidos de sus pretéritos desmanes, se dirigen hacia las instituciones con la sana intención de condenar a sus más sanguinarios colegas si se les ocurre “echarnos el diente”…
Un servidor de ustedes, del cual conocéis mi pobre alijo literario, aunque de pensamiento no abdico de ser compromisario, ostenta su propia lógica para razonar esta retahíla de buenas intenciones de los que genéticamente son auténticos lobeznos carniceros, luego jamás dejarán, por mucho que intenten convencernos, de cometer actos propios de alimañas.
Todo fanatismo, cultura de la cual se alimentan la humanidad, en cualquiera de sus variedades se trasmite de padres a hijos.
Estos lobos y lobeznos son el producto del padre de todos los lobos vascos, Sabino Arana, el cual profesaba que los vascos eran una raza diferente con lengua y tierra propia, ignorando, víctima de su apasionamiento racial que la raza humana es única, monocorde, y parental, las lenguas un conglomerado de gruñidos, sí, gruñidos, dispuestos de diferentes maneras que únicamente sirven para que los demás no nos entiendan. Mientras que el pedazo de tierra de sus anhelos no es de nadie en particular y mucho menos de ser humano alguno. La Tierra existe mucho antes de que la raza humana brotara de ella y pertenece por entero al Universo.
Esta indiscutible lógica, despreciada mediante la incuria mental, producto de la enardecida egolatría mística que subyace en la mayoría de la humanidad, no admite fervor alguno, excepto el fervor de la estupidez, hermana del fanatimo, la cual supera con mucho el vicio carnal que nos envuelve. Y no solo lo digo yo, Albert Einstein lo tenía claro tiempo atrás.
Por otra parte, “el pueblo que engendra ficticios profetas acaba padeciendo reales demonios sangrientos”. La comunidad vasca es un ejemplo entre miles aunque la mejor muestra de lo dicho se halla en Oriente próximo.
En cuanto al comunicado de la manada Sortueta. En primer lugar, destacar la supina memez de determinados políticos y no políticos los cuales dejan entrever que puesto que los lobos ya no matan ovejas y los lobeznos han prometido “condenar toda violencia” no hay motivo aparente para no integrarles dentro del “rebaño social”.
No sé si por interés o por cobardía o tal vez por una mezcla de las dos cosas estos demagogos de academias baratas, amigos de la reinserción mediante sangre ajena, ignoran, que toda violencia es implícita condena al menos en todo ser que en verdad sea humano, luego, la condena de la violencia no es una virtud es una obligación, no es “un paso adelante” es un paso dado desde la impunidad, luego en realidad, es un retrógrado retroceso.
En cuanto al acatamiento de la recta ley por parte de la manada de lobeznos, los cuales llevan décadas caminando en círculo, se trata únicamente de trazar una línea tangente demostrando con futuros hechos que se ajustarán a derecho.
Por último, al menos bajo mi propia filosofía, aún entendiendo que no se me entienda, la humanidad va por libre, juzgo que es de justicia que quien debe, en todo caso, de perdonar al verdugo es la propia víctima… Ni tan siquiera sus familiares tienen potestad para perdonar, pues la vida del ser asesinado es apropiada suya y propia del universo.
El perdón cuando de una vida se trata, es inviable ya que ha de concedérsele en todo caso la propia víctima. Ya sé que esto es imposible, pero no por eso deja de ajustarse a lógica. Otra cosa es que la humanidad, la viva, disponga del supuesto perdón ajeno. La humanidad es la que impone, el castigo o el perdón, mediante la voz de quien no puede hablar.
Mi perdón jamás lo tendrá quien asesina a conciencia de que lo hace, jamás, pues la vida, cualquier vida, es inherente a todas, además aunque quisiera perdonar, no poseo, ni yo ni nadie que no sea la propia víctima, legalidad universal para hacerlo.
La humanidad ha de ser consciente si en verdad desea proteger a las víctimas de los verdugos, a las inocentes ovejas de los sanguinarios lobos y a la vida de la muerte, que quien asesina, repito, a conciencia de que asesina, extermina la dignidad viva de todos los vivos además de todo supuesto perdón. Mientras no sea así, continuará imperando el verdugo, vida, sobre la víctima, plena muerte, sin más derecho que la ajena tumba.
Supongo que este argumento propio a muchos les parecerá mesiánico, pero sin duda se confunden. La estricta omnisciencia de todo acto Universal, computa en su neutro devenir isótropo. Y aunque el nimbo e infinito Universo carece de nostalgia, es intrínsicamente riguroso con la vida y la muerte, el bien y el mal. Luego, todos hemos de dar cuentas de nuestros actos por muy legales que estos sean ante la impronta conciencia propia, la cual siempre acaba muriendo.
El perdón es un don exclusivo de la vida propia.
Muy buen artículo, se atreve a decir las cosas que muchos de nosotros pensamos.
Es lamentable que en este país se proteja más a los verdugos que a las víctimas.