Por Enrique de Diego.- El Partido Popular puede ser el partido más votado en las elecciones municipales y autonómicas pero perder casi todo el poder actual, casi todo el botín electoral. Una buena cantidad de cargos del partido perderían sus puestos y el PP previsiblemente entrará en un proceso autodestructivo.

En términos partidarios, las elecciones municipales y autonómicas son más importantes, mucho más importantes que las generales, puesto que la estructura del partido, el mayor número de cargos depende o se coloca en ayuntamientos, diputaciones y autonomías. Cuando en 2.004, el PP pidió inopinadamente las elecciones generales, los cargos excedentarios del partido se colocaron en las autonomías bajo control pepero, especialmente la Comunidad de Madrid y la Valenciana. Si el PP se derrumbara en esta ocasión, incluso aunque fuera el más votado, los cargos no tendrían retaguardia, no tendrían donde colocarse, pasarían al paro. La destrucción por saqueo de las cajas quita otro lugar dorado de retiro.

El hecho de que el CIS sitúe al PP como el partido más votado con el 29% de los votos es una auténtica catástrofe sin paliativos, que, sorprendentemente, no está provocando ningún debate dentro del PP, ni está haciendo saltar ninguna alarma. Para retener el poder en la Comunidad Valenciana, tanto en la Generalitat como en los ayuntamientos, que ahora están prácticamente todos en manos peperas, los de Génova precisan obtener en torno al 45% de los votos. Eso actualmente es impensable. Desde el 29%, que ha sido celebrado por lacayos y peperos, hasta ese 45% de listón hay una distancia de 16 puntos insalvable. Ni la tenue recuperación, con cargo a una deuda disparada, ni las crecientes referencias al voto del miedo parecen suficientes para mejorar posiciones en tales niveles.

Lejos, por tanto, de la mayoría absoluta, el horizonte de la generalidad de los peperos es la oposición o el paro. El PP aparece actualmente atenazado ante esta marcha clara y decidida hacia el encallamiento. La falta enervante de nervio de un Rajoy que cada vez adquiere más el perfil pasmado de Carlos II se ha extendido por un partido, que, como él, espera una remontada que no llegará porque no hay ni el más mínimo viso de ello.

Ciertamente, en las elecciones locales y autonómicas pesa poderosamente el candidato, la relación personal, pero eso está también en contra del PP, pues sus candidatos, por lo general, son políticos gastados, que han hecho de la política su profesión, o los aires alisios que recorren la sociedad española buscan savia nueva, incluso aunque esconda peligros bien conocidos del pasado. Estamos ante el fin del sistema de la transición y tanto el PP como el PSOE van a quedar desarbolados. Han perdido, por ejemplo, toda conexión con una juventud abocada al paro o a la emigración. También con los sectores profesionales entre los 35 y los 45 años que están asqueados con la corrupción generalizada. Las elecciones municipales y autonómicas se ofrecen como una ocasión no tanto para el voto del miedo, más influyente en unas elecciones generales, como por el voto de castigo.

El hecho de que Esperanza Aguirre pueda ser la candidata del PP al Ayuntamiento de Madrid, al margen de su condición de bluff y de madre nutricia de todos los corruptos, y una compulsiva practicante del nepotismo familiar, indica el nivel de debilidad interna de Mariano Rajoy. Y también el pánico interno, que no aflora al exterior, que lleva a que el PP, en su condición de mafia política, dedicado al enriquecimiento de sus cargos, y que establece una pulsión hacia la unidad y hacia el cierre de filas entre facciones que se odian muy intensamente.

Nada motiva más el debate dentro de una formación que el paro. Si un número significativo o incluso mayoritario de cargos del PP pasa al paro, en un momento además en que van a concitar la repulsa social y un elevado nivel de vacío, previsiblemente pasará a introducirse en un proceso autodestructivo. Todo lo que no ha debatido en su autocomplacencia mortecina el PP pasará a hacerlo en niveles de crispación. Todo lo que se le ha permitido a un Rajoy inane dejará de pasárselo por encima y se le considerará lo que es: un incompetente, un vago y seguramente un corrupto sin referencia moral. Se le considerará culpable. Por supuesto, se reabrirá el debate, en términos agrios y cainitas, entre Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre. ¿Podrá regenerarse el PP? No. En absoluto. El PP va hacia su desaparición.