Suspensiones de pago
Increíble, pero cierto. Somos el país de Europa que en más ocasiones hemos sufrido suspensiones de pagos. En total trece. Ocho mientras reinaron los Habsburgo y los Austrias, cuatro durante el período de los Borbones, más una simulación encubierta, en tiempos de José Bonaparte ¿Por qué? ¿Tan mal se gestionaron las finanzas? ¿Cómo están en la actualidad? ¿Mejor? ¿Peor?
El siempre genial Francisco de Quevedo, decía, en tiempos de Felipe IV, apodado por su valido Olivares, “El Grande”, que el monarca no se merecía tal calificativo. Según el poeta, con su pluma sarcástica y siempre bien afilada, decía que al rey le pasaba lo mismo que a los pozos: “que eran más grandes cuanta más tierra les quitaban”. Curiosa e inteligente similitud. El escritor madrileño hacía ya una referencia al atraco sistemático de los navíos de la Monarquía que componían la llamada “Carrera de Indias” cargados hasta los topes del oro y plata americano, por parte de piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios holandeses, franceses y especialmente ingleses. También daba a entender la falta de apoyo tributario de los reinos que conformaban la llamada Monarquía Hispánica, que sólo era apoyada financieramente por el Reino de Castilla y León (que entonces incluía Andalucía).
Todo se inició antes que Carlos V se consolidara como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, en 1520. El emperador hispano-alemán para hacerse cargo del Imperio tuvo que sobornar a los notables pagando 850.000 florines de oro, una cifra astronómica para la época, que consiguió mediante un préstamo de los banqueros alemanes Fugger que nunca les fue devuelto, aunque sí se les pagó parte de los intereses con el oro y la plata que llegaban de las Américas, pero ni con eso fue suficiente para hacer frente a los intereses y el principal, que ya estaban empezando a acumularse, y no era por el lujo que pudo haber tenido y disfrutado (que otros reyes posteriores sí que lo hicieron), sino por el sinfín de guerras en las que estaba implicado por diferentes causas, en casi todo el orbe. Consumía y gastaba. Gastaba y consumía a pesar de las remesas de metales preciosos que venían de América, que no eran pocas. Lo malo de todo esto, es que normalmente éstas iban a parar a Flandes, Italia o Dios sabe dónde (se incluyen los robos de particulares, el contrabando y las no declaraciones a la Hacienda Real), pero en la Península, desgraciadamente se quedaban pocas remesas. La deuda empezó a crecer, a crecer, sin saberlo el emperador (o sabiéndolo). El caso es que la trampa pasó a su hijo Felipe II, que sin quererlo, se encontró al comenzar su reinado, con un agujero de unos 20 millones de ducados (al cambio actual serían unos 2.500 millones de euros, aunque esta cifra es muy difícil de cuantificar, por no decir imposible, debido precisamente a las devaluaciones monetarias que tuvieron que hacerse posteriormente).
La primera suspensión ocurrió en 1557. El “pobre” Felipe II, al venírsele encima tal cantidad de gastos, pagos (los de su padre y los propios, ya que no cejó en seguir librando batallas y guerras) no tuvo otra opción: el llamado “Remedio General”, que hoy se conoce por “reestructuración de la deuda”. Dicho “Remedio” llevado a cabo en 1577, llegó a contemplar un calendario de devoluciones a ¡80 años! avaladas por los metales que llegaban de América, pues se tenía plena confianza en los filones metalíferos, pensando que nunca se iban a acabar. Pero como se tenía que seguir viviendo (y gastando), alguien tenía que adelantar pagos. El “Rey Prudente” recurrió al banquero alemán de Augsburgo (Baviera), Jakob Fugger, viejo conocido de su padre Carlos.
También recurrió a los banqueros Welser y Ehinger, asimismo alemanes, a los que Carlos también ya había recurrido. Como el rey no supo gestionar adecuadamente sus cuartos, y seguía gastando (y por lo tanto necesitando más dinero), su desastrosa administración le llevó a otras suspensiones de pagos; en 1575, y en 1597.
Con el fin de reforzar sus compromisos de pagos, el monarca redescubrió un sistema magistral, que ya se había utilizado en el siglo XIII; emisión de “juros” (deuda pública de la Corona) a favor de los acreedores a un interés del 7%. (el “juro” era el equivalente al bono de hoy en día). Independientemente, estuvo pidiendo préstamo tras préstamo, cuyo interés llegó hasta el 40%. La trampa crecía y crecía, retroalimentándose, cual bola de nieve. Capital más intereses. Suma y sigue. Año tras año. Gastos y más gastos. Guerras y conflictos. Para generar más fondos, se incrementó la presión fiscal, siendo los campesinos castellanos los que más soportaron la carga, ya que los nobles y religiosos apenas pagaban impuestos, por lo que la picardía popular aumentó en proporción geométrica; muchos castellanos intentaron conseguir, como fuera, un título de nobleza o una hidalguía, incluso meterse cura (En 1600 contaba Castilla con 100 Grandes y Títulos, en 1621 había ya 145, en 1665, 236 y en 1700, 425.
Las Cortes concedieron permiso al rey para vender 100 hidalguías a 4.000 ducados cada una*). Muchos se fueron a vivir a las nuevas ciudades aumentando la ya ingente cantidad de mendigos y desocupados. El caso era pagar los mínimos impuestos, lo que implicaba menos ingresos para la Hacienda Real. Era la sardina que se mordía la cola.
En resumen; los que tenían “posibles” se iban a vivir cerca de la Corte, dejando sus tierras desocupadas, ya que la mayoría de los impuestos se grababan sobre los bienes raíces, de los que estaban exentos los juros. Si eran nobles, a subir en el “escalafón”, y si no lo eran, a intentar “colarse” dentro. La consecuencia fue que los lugares particulares se iban despoblando poco a poco. A este respecto, vuelvo a sacar a relucir (expuesto en otro artículo) el dicho de Quevedo: “¿Qué diré que no sea con gemido? Vosotros sois presa de la guerra; nosotros del ocio y de la ignorancia. Allí se consumen nuestros soldados y nuestros recursos; aquí somos nosotros los que nos consumimos.”
Se sumaron más gastos (la pérdida de la Gran Armada costó diez millones de ducados, el reforzamiento de las guarniciones y posiciones en Europa, fortificaciones americanas, etc.). Ante su alarmante aumento, Felipe II, “pensó”. ¿Qué hizo? Transformar en señoríos algunas de las villas que dependían directamente de la Corona, vendiéndolos a la nobleza, con la precaución de que los pueblos “vendidos” estuviesen bajo dominio de la Iglesia y no adscritos directamente a un noble (para no enemistarse con el clero y no herir susceptibilidades). Pero para efectuar dicho apaño, el Papa lo tenía que autorizar… y lo hizo.
El caso es que la economía de la Monarquía Hispánica, es decir la de Castilla, se encontró al borde del desastre, del abismo. Por último, acudió a políticas matrimoniales. Pensó el rey “Si vive, tendré un buen yerno, si muere tendré un buen reino”. Estaba pensando un casar a una de sus hijas con el entonces rey de Portugal, Sebastián. La jugada le salió bien, relativamente. Enzarzándose contra el moro, y en contra de la opinión de Felipe II, el portugués encontró la muerte en la batalla de Alcazarquivir (norte de Marruecos), lo que le supuso a Felipe II convertirse en rey de Portugal (1580), por derechos dinásticos (su madre Isabel era portuguesa) después de ciertos rifirrafes con el prior de Crato, otro pretendiente a la Corona lusitana. Y digo relativamente, porque al ser proclamado rey de Portugal, el nuevo territorio supuso más gastos, al tener que defender la defensa marítima de sus extensos y nuevos dominios sin aportar prácticamente ningún ingreso a la Corona española. La situación no podía considerarse precisamente muy prometedora. Pero se seguía gastando y gastando, y la bola de nieve… engordando.
La situación, ya muy complicada, fue a peor con la llegada de su hijo Felipe III. El nuevo monarca, en cuanto vio lo que había heredado financieramente hablando, no tuvo otra solución que emular a su padre: en 1607 tuvo que hacer otra suspensión de pagos, pues no podía hacer frente a las deudas (sólo Castilla continuaba apoquinando). Las arcas reales estaban vacías o casi, aunque el oro y la plata americana no dejaban de hacer acto de presencia en… Europa y poca en España, por lo que no se generaba casi ninguna industria, ni prácticamente comercio en la Península. La inflación (aumento de precios), muy alta, apareció de repente. Como consecuencia, de esta también “buena gestión”, se importaba casi todo, de todos los sitios que no fueran territorios peninsulares; el que podía pagar, lo hacía, y el que no, se entrampaba hasta las cachas. Los pudientes y hasta los mendigos, pensaban, que con los metales americanos que estaban por venir, se iba a solucionar todo. ¡Que trabajen otros! – decían. Así se pensaba en aquella época.
Mientras tanto, España se hundía más y más. El dinero sufrió una importante pérdida de poder adquisitivo que redundó automáticamente en nuevas subidas de precios. En la primera mitad del siglo XVI la inflación acumulada era ya del 107%, por lo que los artículos duplicaron su valor con relación a los que tenían a principio del siglo. En la segunda mitad del siglo, la inflación ya acumulaba el 98%. El tercer Felipe, visto lo visto, dictó la pena de muerte a los que sacaran plata y oro fuera de la Península. ¡Que si quieres arroz Catalina! No se cumplió la norma y el dinero se fue a Flandes, Italia, etc… Y se seguía con la costumbre de comprar títulos de nobleza, al no pagar éstos casi ningún impuesto. Hubo protestas ante tal situación, pero el rey se negó a aceptarlas, porque alegaba que era un “buen medio de ingreso”, lo que supuso nuevamente menos dinero para las arcas reales, al disminuir el número de contribuyentes (a finales del siglo XVII había más de 600.000 hidalgos aproximadamente **, mientras que en 2009 existían cerca de 2.874 títulos nobiliarios, en posesión de 2.205 personas, de éstos, cerca de 400 poseían la distinción de Grandes de España, al respecto Quevedo también ironizó diciendo “pronto vendrán los marqueses de Ramillete y de Legumbres”).
En tiempos de Felipe III, el presupuesto de la casa real pasó de 400.000 ducados a más de 1.300.000. ¡Se notaba que sobraban los cuartos! Son datos a tener en cuenta para saber que no había conciencia de la situación real por la que atravesaba España. En tiempos de Felipe III y Felipe IV, se concedieron en las Indias 13 títulos nobiliarios, 152 hábitos de la orden de Santiago, 41 de Calatrava, 22 de Alcántara y 2 de Malta, todos ellos previo pago). Nuevamente, la pescadilla se mordía la cola. Ayudó al desastre la actuación de ciertos validos (el duque de Lerma fue un caso clínico) y ministros incompetentes, lo que favoreció, aún más, que la bola de nieve financiera engordara mucho más, cual piara de marranos comiendo bellotas. Entonces, se “descubrió” una nueva forma de generar dinero. Las devaluaciones. ¿En qué consistían? Rebajando el valor intrínseco de la moneda acuñándolas en parte, en cobre. Así apareció la “moneda de vellón”, pero el problema era que la gente no sabía qué porcentaje de plata tenía, y por tanto no sabía exactamente el valor de las monedas, ni cuanto valía exactamente lo que compraba.
Para intentar remediar la situación, se emitieron en las cecas (españolas y americanas), emisiones de monedas con diferentes proporciones de cobre, hasta llegó a emitirse monedas solo de cobre, sin que aparecieran ni el oro ni la plata americana. Fue un desbarajuste descomunal, hasta tal punto que la misma moneda valía más en América que en España ¡siendo la misma! (por el coste del traslado a la península, cuando la ceca estaba en México o en el Perú). Entre 1621 y 1626, la Corona acuñó e introdujo en Castilla más de 20 millones de ducados de vellón, produciendo un quebranto generalizado al que se añadió el generado por una reducción del 5% en el interés de los juros. Ni los reyes, ni los gobernantes y mucho menos el pueblo llano eran conscientes de la realidad desastrosamente financiera. Días de derroche y muy poco ahorro.
La cosa siguió exactamente igual durante los reinados de Felipe IV y Carlos II. Se suspendieron pagos en 1647, 1652 y en 1662. La Monarquía Hispánica, económicamente, se encontraba ya en un profundo precipicio. Y los extranjeros, se daban cuenta de la situación. Y las campañas militares continuaban (Francia, Holanda, Portugal, Cataluña, etc.). Y el empobrecimiento de la población española también. Felipe IV, ostentoso maestro del disimulo, pues en sus tiempos se llegaron a organizar numerosas fiestas reales que costaban una verdadera fortuna (unos 200.000 ducados cada una) y hubo años que apenas tuvieron cien días laborables.
Antes del fin del conde duque de Olivares, España había solicitado obligaciones reales por valor de 72 millones de ducados al 8% de interés. En 1654 Corona tenía una deuda de 120 millones de ducados. Durante el reinado de Carlos II, se empezó a hacer efectivo el uso del papel timbrado en los documentos oficiales. El problema era tan enorme que hubo que “inventar” para el simple papel, un precio superior de un valor técnico que se pudiera justificar, cosa harto difícil, debido a los precedentes financieros, por lo que en 1666 se produjo una nueva suspensión de pagos. En tales circunstancias se llegó a acuñar más moneda en cobre, lo que supuso una devaluación de más del 250%. Llegó el problema a tal situación, que no se pudo pagar la altísima deuda contraída, por lo que se renegoció con los banqueros y acreedores perdonando éstos la devolución del 70% de lo que se debía (conocida como la “quita”), lo que causó la ruina de muchos acreedores.
Las suspensiones de pagos de los Borbones. La economía todavía empobreció mucho más al país, especialmente en la Corona de Aragón, a causa de la guerra de Sucesión, en tiempos de Felipe V. Luis XIV de Francia, el rey más poderoso de la época apoyó, con el respaldo de las riquezas de América, a su nieto Felipe, para que modernizara las estructuras financieras españolas. Así, crea un cuerpo profesional de funcionarios para gestionar la Hacienda Pública. Del mismo modo, se empieza a gravar a nobles y a la Iglesia, lo que era algo completamente nuevo. Aparte de ello, se crean las aduanas, con el fin de recibir una retribución por el comercio internacional y, al mismo tiempo, acabar con el contrabando.
Además, consigue una nueva forma de ingresos, procedente de la trata de negros, que en aquellos tiempos, era una actividad muy rentable. El caso es que todo ello hace posible que durante su reinado, al igual que en el de su hijo Luis I, y en los de Fernando VI y Carlos III, no se volvió a sufrir suspensiones de pagos. El sistema funcionó a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, pero en el XIX, la cosa cambió radicalmente a causa de una nueva situación en España: la entrada de las tropas napoleónicas y la guerra de la Independencia. Carlos IV, rey inútil donde los hubiera, tuvo que hacer frente ¡una vez más! a otra suspensión de pagos en 1799. El país prácticamente estaba en quiebra (el concepto de quiebra implica que nunca se podrán pagar las deudas, pues no se tiene con qué, lo contrario de suspensión pagos, que si se puede responder, y pagar, aunque sea en siglos).
El último rey de Francia, Luis XVI, cuya cabeza rodó por necesidades de la causa revolucionaria, era primo suyo y para vengarle declaró la guerra al país vecino. ¡Craso error! Esto llevaría a España a una nueva catástrofe financiera, ya que contraería una nueva deuda de 451.000 millones de reales para financiar esa guerra, por la que se pagaban unos intereses anuales de 18 millones. Para conseguir esta nueva financiación, la Corona emitió vales reales, muy parecidos a nuestros bonos actuales. Más y más trampas. La historia de nunca acabar.
Durante el reinado de José Bonaparte no hubo en sí devaluación alguna, sino una encubierta, pues el valor y prestigio de la moneda española seguía siendo internacional y no era conveniente rebajarla sino “modificarla ligeramente” y equipararla, teóricamente, a la moneda francesa. Al rey intruso le interesaba facilitar la actividad comercial con Francia y el pago a las tropas en moneda francesa, por lo que permitió la circulación del numerario francés en España (que estaba prohibido aunque no se cumplía estrictamente).
El problema fue que al establecer por Real Cédula de 5 de septiembre de 1808 la libre circulación de la moneda de los gabachos en España y la equivalencia entre la moneda francesa y española, dicha Cédula favoreció a la moneda francesa sobrevalorándola pues pesaba menos que la española. Consecuencia, la de siempre, salía del país la moneda española y entraba la francesa; el negocio no podía ser más favorable para Francia, que fundía la moneda española y la “devolvía” acuñada en moneda francesa, quedándose con una sustanciosa ganancia. Se cumplía la ley de Gresham; la moneda mala desplaza a la buena. En dos ocasiones verá al Estado, ya en manos de Fernando VII, su incapacidad de devolver las deudas solicitadas para financiar la Guerra de la Independencia. En su reinado se producirán dos nuevas suspensiones de pagos en 1814 y 1820. La cosa empeora aún más con la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias americanas, que se emancipan, y por el peso económico que supone el intento de restauración absolutista. La verdad es que el siglo XIX constituyó, en España, una larga etapa de crisis económica, bancaria, aparte de política y militar.
Las revoluciones no paran de sucederse durante sus cien años. Aparte de ello, la situación política no era la más halagüeña. Así, se sucedieron continuas sublevaciones y cambios de gobierno, abdicaciones e, incluso, importantes modificaciones en el sistema de organización del Estado. Nos referimos, en este último caso, a la proclamación y al desmantelamiento de la Primera República Española. Desde el punto de vista económico, el siglo XIX se puede decir que fue un desastre. De hecho, cuando se dan intentos de poner en práctica las reformas necesarias, la discordia permanente con los opositores, enturbiará su marcha y provocará que no se alcancen los logros deseables. Y es que dos tercios de los habitantes de nuestro país se dedicaban a labores agrícolas y se mantuvieron pobres e ignorantes a lo largo de todo el siglo, para variar. Para el crecimiento y desarrollo industrial, habrían hecho falta algunos factores que no se dieron en la medida necesaria.
Uno de ellos era contar con una red eficiente de transporte. Y precisamente, al intentar desarrollarla, se cometieron nuevos errores que llevaron a otra suspensión de pagos en 1866. Reinaba, por entonces, Isabel II que tuvo que ver con las nuevas y altas deudas contraídas por el Estado para financiar la construcción del ferrocarril, idea muy buena, pero para variar mal gestionada y con una caterva de trampas nada desdeñables. Así que la deuda pública era cada vez mayor. Llegó un momento en que las deudas viejas eran pagadas con deuda nueva y, de vez en cuando, el Estado anunciaba su incapacidad para devolver el dinero que debía. El caso es que, en 1848, se cerraron las Bolsas de Londres y París a los valores españoles, creando un ambiente de total indignación por parte de los tenedores de deuda. El problema de la alta deuda pública acumulada por el Estado español en el siglo XIX fue lo que provocó la desamortización de Mendizábal, que acabó siendo una verdadera chapuza. Así, aunque la idea era poner en venta una superficie de terreno considerable y que estaba en poder de «manos muertas», o sea de la Iglesia, acabó siendo una medida fiscal. Y es que el Estado español aceptó que los compradores de la tierra entregasen títulos de Deuda Pública como medio de pago. Por tal motivo se podría llegar a la conclusión que la desamortización de Mendizábal estuvo destinada a restablecer el equilibrio presupuestario y a sanear la Hacienda Pública, en lugar de ser una auténtica reforma agraria. Pero también en eso falló.
Ahora entramos en el siglo XX. Cuando comenzó la Guerra Civil, Franco, reconoció la deuda del bando nacional, pero no hizo lo mismo con el importe adeudado por el bando republicano. Así que los prestamistas que lo habían aportado jamás recuperaron su deuda y en 1939 se produjo otra suspensión de pagos. Y por fin entramos en el último tramo de defenestración económica. A principios de la década de 1990, los países desarrollados se vieron afectados por una crisis económica y financiera originada por el estallido de la burbuja económica en Japón, agravada con las tensiones del precio del petróleo ocasionadas por la Guerra del Golfo. Los efectos de esta crisis tardaron en llegar a España, gracias al volumen de inversión pública entre 1990 y 1992 para preparar al país para grandes eventos como la Exposición Universal de 1992, en Sevilla, la línea AVE Madrid-Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. El gobierno de Felipe González tuvo que hacer frente a un importante nivel de gastos (y por tanto de deudas). Fue la última devaluación, en 1993 de un 8%. Esperemos que no vuelva a haber más.
Analizando los tiempos actuales, y con la gran crisis que a toda Europa nos viene afectando desde 2007, que ha generado un desorbitante número de desempleados y una larguísima relación de quiebras empresariales, es difícil comprender como en España no ha habido más suspensiones de pagos. Hasta en una quiebra se podría pensar, dado el aumento vertiginoso que ha tenido la Deuda Pública española en estos últimos años, generada por los gastos del Gobierno Central por un lado, más los producidos por el despilfarro continuado y sin apenas control de las 17 comunidades autónomas que se parieron en 1977 (asunto no baladí), por otro. No hace falta tener mucho sentido común para comprender que no tenemos gran cosa de valor que respalde todas nuestras deudas (a no ser que vendamos el Monasterio del Escorial, la Catedral de Sevilla o el Museo del Prado, por poner algunos ejemplos, como han intentado hacer los griegos con su Partenón).
Ojo al dato: ¡Que ya no viene, ni vendrá ningún metal precioso de América, por si a alguien se le ha olvidado! ¡Que eso se acabó para siempre! ¡Cuánta plata y oros desperdiciados! ¡Qué mala gestión tuvimos! ¡Qué mal se hicieron las cosas! Y ahora nos quejamos. ¡Pero si la culpa es exclusivamente nuestra, mejor dicho del atajo de reyes y gobernantes inútiles que hemos tenido! De los que se salvan, solo hay muy pocos, pero que muy pocos. Pero y los de ahora ¿son acaso mejores?
Mariano José de Larra, con su especial clarividencia dijo: “No hay nación mejor gobernada que aquella en que tiene uno un empleo”. Aviso a navegantes. Visto lo visto, nos preguntamos: Nuestras finanzas ¿Están mejor o peor gestionadas que las de nuestros antepasados? Como siempre, que el lector, que es el que tiene la última palabra, opine.
* USOS, COSTUMBRES Y MENTALIDADES EN EL SIGLO XVII, Ignacio Lozón Urueña.
** Mismo autor y título.
Que coño suspensión de pagos ni que lechugas fritas. Dejen de confundir al personal y expliquen y digan quién fabrica el dinero virtual (93%) y como se puede manejar el mundo con un 7% de dinero productivo. SISTEMA INTRINSECAMENTE CORRUPTO. Como la mayoría de los que os empeñáis en crear opinión sobre una mentira. Harto de estar cansado de demagogia y tecnicismos, políticos y politiquillos. A trabajar coño que nos hundimos. La verdad nos hará libres.
Antonio: Yo no confundo a nadie. Como no soy economista no puedo responder a su pregunta. Me limito a comentar nuestra historia. Ni más ni menos. Ni creo opinión de nada, ni es una mentira lo que digo. Si cree lo contrario, demuéstremelo.
Yo también de estoy cansado de demogogos.Por cierto, yo trabajo ¿Y usted?
Creo que nos estamos olvidando de que el “dinero es deuda”, de quien maneja la máquina de fabricar y consecuentemente malgobierna el mundo desde antes de que viniera el oro y la plata. Salir del euro es la única salida. Tener soberanía económica y financiera la única solución si queremos sobrevivir a la Nueva Orden Mundial que con la derecha y la izquierda, los reyes, políticos y politiquillos menosprecian al ser humano. Los de antes y los de ahora. Información “galáctica” ayuda interplanetaria y cerrar todas las facultades de economía, historia y ciencias políticas hasta que no nos digan la… Leer más »
Antonio: Gracias por leerme, soy el autor del artículo. Tenga en cuenta, que sin dinero no se puede tener nada. Miento. Muchas deudas. Nos han metido, tanto si nos gusta como si no, con calzador en la UE y salir de ella, no es tan fácil como dice. Hay muchos intereses creados. España no puede, ella sola, hacerlo. Es una maraña de intereses inimaginables. Aunque usted critique, con razón, las trapacerías que se han hecho, se hacen y las que se harán, nos guste o no, la sociedad en que vivimos, desde Adán y Eva, ha sido siempre así. Y… Leer más »
Algo parecido al artículo, leí en La Historia de España, Contada Para Escépticos. No puedo estar más de acuerdo. ¿Qué falta, faltó y faltará en nuestros gobernantes y reyes? lo de siempre, patriotismo. Los Austrias, porque eran extranjeros, vinieron a gobernar, pero no sentían a España, solo sentían delirios de grandeza. Los Borbones, por lo mismo, incluso el tal Amadeo de Saboya, se fue pitando de aquí, al menos, fue mas honrado que los otros, o mas transparente. Tal parece que los únicos Reyes Españoles dignos de tal nombre, fueron los Reyes Católicos. Y de los reyes y gobernantes actuales… Leer más »
Gracias por leerme y por el comentario. Soy el autor.
Pienso igual que usted.
No se potencia(ni potenció) nuestra historia. Los españoles somos unos ignorantes de nuestra historia (no quiero ofender a nadie), pero es la verdad.
Aparte, los españoles no somos muy monárquicos que digamos, precisamente por eso. Muchos fueron reyes de “fuera” y no eran patriotas. Así nos luce (nos ha lucido y lucirá) el pelo.
SAludos.
José A. Cepas.
Habra más, con la cantidad de mafiosos-vampiros, que anda sueltos por las tierras de España seguiremos sin tener una nacion un poco decente.
Al español no le gusta trabajar, solo quiere que trabajen por el y vivir del cuento, por tanto no esperemos milagros ni con Podemos ni con nadien.
Puede que España se salve por si sola, como otras veces.
Gracias por leerme y por su comentario.
Los milagros, como dice, son eso, milagros. El hacer bien las cosas no es milagrería, es sencillamente trabajar. Pero eso mucha gente no lo entiende.
Un saludo.
Hola,me presento. Soy Jose Alberto Ceporro,soy un pardillo prejubilata que me aburro,no se que hacer,y me dedico a juntarletras,es decir,soy un juntaletras. Me ha dado por leer todo lo que pillo,sin tener ni puta idea de nada,mi capacidad de analisis es nula. Luego,junto todo lo que me han colado,desde autores de chistes malos,a autores de novelas de terror,de ciencia ficcion por supuesto,o unas supuestas autoridades en las materias a tratar y tambien expertos sexadores de pollos,lo junto todo y voila,hete aqui,que me casco unos articulos historicos del copon,reconocidos por las mas altas instancias academicas y politicas de hoy en dia.… Leer más »
Igualmente, saludos.
El artículo, muy interesante, me ha gustado y explica muy bien el verdadero motivo de la famosa falsa hidalguía hispana. Cómo no iban a querer un título nobiliario, si les arruinaban a impuestos. Pero luego, en la literatura de la historia, se habla del carácter quijotesco, del querer holgazanear,etc, cuando la verdad es que era la única manera de evadir al fisco, legalmente además. Hay que ver cuántas barbaridades han hecho los reyes y gobernantes en España. Pero, con todo y con eso, infinitamente mejor que los impresentables actuales, infinitamente mejor. Pero es lo de siempre en España, la falta… Leer más »
Soy el autor. Gracias por leerme. De estoy de acuerdo totalmente con usted. Lo más triste de todo es que con todas las riquezas que tuvimos, no las supimos aprovechar adecuadamente. No se crearon industrias, ni se potenció el comercio, ni la educación, etc. Somos los tristes herederos de los que un día “fueron” y ahora no “son”. Por no tener, ni hemos sido capaces, al igual que UK, de crear una especie de “Commonwealt” a la española. Nada de nada. Hemos vivido (y seguimos haciendolo) del cuento, juergas, toros, nacionalismos, vino , panderetas y castañuelas, pero lo que se… Leer más »
Así, es, don José, por desgracia. Y a cada año que pasa, es peor. En los años 90 me escandalizaba yo por ciertos comportamientos, actitudes, formas de ver la vida, aunque levemente, a veces. Ya en el siglo XXI, solo sobrevivir en España es estar expuesto a insultos diarios, faltas de respeto por doquier, pasotismo de lo importante, mientras se hace caso y se habla solo de pijadas, chorradas, nimiedades (véase fútbol, lo que dijo ese en el programa tal, etc etc). No solo así nos va, sino que además ya no somos independientes como país. Estamos controlados y esclavizados… Leer más »
Señor Ay, le felicito y agradezco sus comentarios. Una de las causas es la falta de cultura que “gozamos” los españoles. Es un tristísima realidad, pero es la pura verdad. Un país sin cultura, no es nada, ni nunca será nada. Aquí no se potencia nada cultural: Historia, Literatura, Arquitectura, Pintura, Escultura, Cine, Teatro. ¿Cuantas librerías han quebrado? Muchísimas. Solo a vivir del cuento. ¿Cuantos visitantes españoles tiene el Museo del Prado u otros museos? La mayoría son extranjeros. En los concursos televisivos se ve claramente la ignorancia supina que la mayoría de los participantes tienen. Es una demostración clara… Leer más »
Excelente artículo… me lo llevo en pdf para estudiarlo en casa…
Gracias por leerme. Soy el autor. Cualquier duda que le surja, si está en mi mano, le ayudaré a solucionarla.
José A. Cepas.
En esos tiempos no solo es un deber moral sino un deber patriotico el no pagar ni un euro más a los estafadores de Bruselas. Esta gente lleva desde tiempos inmemoriales tratando de conquistarnos o ya nos hemos olvidado de la historia.
Con todos mis respetos, harto, hacer lo que usted dice es una verdadera revolución. Sería un suicidio colectivo.
Sería mejor desmantelar el gobierno de Bruselas, poco a poco.
Gracias por leerme. Soy el autor del artículo.
José A. Cepas
Para desmantelarlo hay que plantarles cara, logicamente deben hacerlo todos porque uno solo sería complicado.