Comenzaré diciendo que los miembros del llamado “comité antiviolencia”, que ahora se lanzan en plancha a la yugular y al bolsillo de un humilde periodista como el director de esta casa, se esconden como comadrejas frente a los que respaldados por una organización terrorista, esgrimen pancartas contra España y de enaltecimiento del terrorismo con total impunidad.

El “comité antiviolencia” ha permanecido mudo y ha guardado silencio durante años, cuando unos cuantos miles de espectadores se mofaban y se reían en las barbas de las más altas magistraturas del Estado. Por lo tanto, no es contra Armando Robles contra quien tienen que actuar de manera tan rápida y expeditiva, sino contra aquellos que en cuadrilla o amparándose en la masa, atacan sistemáticamente a todo lo que signifique España dentro o fuera de los estadios de fútbol.

Durante años y años las autoridades han hecho la vista gorda o han mirado para otro lado mientras se repartían silbatos a la entrada del estadio de turno en una final de Copa Athletic-Barça, para que se silbase al Jefe del Estado mientras sonaba el himno nacional de España.

Hemos visto al jugador argentino Leo Messi escupir y voltear repetidamente su cabeza ignorando al respetable mientras sonaba nuestro himno, como muestra de rechazo, burla y falta de consideración a algo que representa a millones de españoles.

Lo declarado por Armando Robles ha sido una manera de decir ¡Basta! Y en un arranque de dignidad como español, simplemente como español, ha dicho lo que piensan millones y millones de compatriotas. Se ha enfrentado abiertamente a un problema ya endémico; un problema que se ha ido agravando porque lejos de ser resuelto por aquellos que tenían la obligación y la responsabilidad de hacerlo, lo han ignorado como algo baladí, “convencidos”, de que ciscarse en los símbolos más representativos de la Patria no constituía un hecho al que aplicar la ley, aunque estuviese recogido en el Código Penal vigente.

En 1979, y entre los fundadores del órgano rector del brazo político de ETA se encontraba José Angel Iríbar, guardameta del club de “la catedral”, y cuarenta y nueve veces internacional vistiendo la camiseta de la selección. Y otro ex jugador del Athletic de Bilbao, Endika Guarrotxenea, fue miembro de la mesa nacional de HB por Vizcaya.

Los jugadores del Athletic se negaron a guardar un minuto de silencio tras el asesinato en Sevilla del concejal del PP Alberto Jiménez Becerril y de su esposa Ascensión García Ortiz. Asimismo, los jugadores de los equipos vascos, se negaron a colocarse el brazalete negro en señal de duelo tras el fallecimiento del “sabio de Hortaleza” Luis Aragonés.

En enero de 2011 ocho jugadores de la Real Sociedad: Mikel Aranburu, capitán del equipo, Imanol Agirretxe, Jon Ansotegi, Mikel González, Mikel Labaka, Eñaut Zubikarai, Markel Bergara y David Zurutuza, anunciaron su adhesión a la marcha a favor de los presos de ETA en Bilbao.

Tanto en San Mamés como en Anoeta, hay exhibición de carteles de apoyo a los presos de ETA en cada partido sin que la policía autónoma vasca haga el más mínimo amago o intención de retirarlos y, mucho menos, de poner a disposición judicial a los responsables.

En Cataluña se ha llevado a los estadios de fútbol el odio impartido desde las escuelas contra todo lo que signifique España. Nunca hasta las Olimpiadas de 1992 se había interrumpido el himno nacional español de manera tan insistente. Fue a partir de esa fecha cuando las consignas comenzaron a dar su fruto. Por lo tanto, esa hispanofobia mostrada en los estadios que acogen la final de Copa entre dos clubes tan emblemáticos como el F.C. Barcelona y el Athletic de Bilbao, ha sido el fruto de años y años de adoctrinamiento antiespañol.

Desde las famosas pegadas de carteles en unas elecciones europeas donde se podía leer: “Vota contra España”; pasando por los insultos a España y a los españoles a través de un medio público como los proferidos con odio y saña por Pepe Rubianes; la agresión a un padre de familia y a sus dos hijos por enarbolar una bandera española y vestir una camiseta de la selección nacional en Barcelona; quemar retratos del Rey y banderas españolas públicamente; retransmitir a través de la televisión pública una simulación de fusilamiento del Jefe del Estado; hasta llegar a los carnavales de Solsona, son el resultado de muchos años de odio antiespañol con el que se ha alimentado a cientos de miles de niños catalanes.

Dicen que el que siembra vientos recoge tempestades. Nunca acertó tanto este dicho castellano. A la oferta del señor Aznar en 2002 de una vicepresidencia y tres ministerios si CIU entraba en el Gobierno de España, el “honorable” contestó entre otras cosas lo siguiente: “Un ministro de CIU no podría hablar del gobierno de la Nación porque su nación es Cataluña”. Se pudo decir más alto pero no más claro.