Me acuso de haber visto varios días, tres en concreto, partes sustanciales del programa de Antonio Jiménez, durante el tramo final de la campaña de las elecciones andaluzas. Zapeando, pasé por la televisión de la Conferencia Episcopal y quedé más que enganchado, obnubilado.

Tengo como atenuante, casi como eximente, que todo fue producto del factor sorpresa: la pasión pepera era militante y exuberante. Por un momento, me pareció, alucinando, que Antonio Jiménez tenía en su amplia calva –es el hombre que más crecepelos ha anunciado con menos autoridad moral- grabada la gaviota. Según el barómetro del ultrapepero programa, sus espectadores consideraban, el 68%, que el PP ganaría las elecciones andaluzas, lo cual, según Rajoy, ha ocurrido de alguna manera esotérica y misteriosa.

Jiménez pareció más entregado, mucho más entregado que el mismo Moreno Bonilla, quien, al parecer, había ganado de calle y sin paliativos los dos debates electorales, como si, a estas alturas, a alguien le interesara lo más mínimo un debate electoral. Jiménez insistía en que Susana Díaz había interrumpido y repetía obsesivamente las interrupciones, como si eso fuera un pecado capital que la iba a dejar tumbada en la lona.

No puedo por menos, por tanto, que dar el pésame a la Conferencia Episcopal, a 13 TV y al fervoroso militante Antonio Jiménez por la derrota tremenda del PP en las elecciones andaluzas. No entiendo, la verdad, por qué, a cuento de qué la Conferencia Episcopal, cuyo reino no debería ser de este mundo, tengo que comprometerse de manera tan compulsiva e infructuosa con un partido político concreto, que se caracteriza, además, por practicar la avaricia corrupta de manera irrestricta y que no ha tomado ninguna medida, por ejemplo, en favor del derecho a la vida. Sólo la maldita “crucecita” explica este mostrenco desfonde moral e incluso estético, porque incluso se puede mostrar la simpatía por una formación política sin perder de manera tan hortera la compostura.

En serio, esta obsesión partidista pasa de castaño oscuro y hace un daño tremendo al catolicismo, que ha de ser espiritualidad y religión, no descarnada, pero sin bajar al terreno de juego con la eslástica azul pepera. Han sustituido la Cruz salvadora por la gaviota financiadora y eso es un escándalo morrocotudo. Y encima pierden dinero con esa miera de televisión sectaria, que debería utilizarse mejor para obras de caridad o para dar mayor dignidad a los templos.

Leches, hay varios canales protestantes que están las veinticuatro horas hablando de Jesús. Mientras, hay una televisión “católica” que está las veinticuatro horas hablando de Rajoy, que no es más que un patán. Todo esto lo terminará pagando muy caro –al margen de los números rojos- la Conferencia Episcopal, que ni tan siquiera es capaz de respetar la libertad de conciencia de los católicos y sus libres opciones en el terreno político.

Qué se va a hacer con la legión de lacayos peperos

El desastroso resultado del PP se produce cuando ese partido tiene una auténtica legión de lacayos, que están todo el día repitiendo el argumentario del partido y haciendo su loa, sin ninguna credibilidad. Qué se va a hacer con ellos. ¿Hasta cuándo van a abusar de nuestra paciencia? Lacayos como Francisco Marhuenda, Alfonso Rojo, Isabel Durán, Isabel San Sebastián, Graciano Palomo, Jaime González, Antonio Pérez Henares, Carlos Cuesta, Alfonso Merlos, Esther Esteban, Cristina Muñoz, Antonio Martín Beaumont y el insufrible Antonio Jiménez han convertido el periodismo en una parodia, cuando no en una alternativa desmerecida a la prostitución. La prueba del nueve del descrédito es el temprano fracaso del mediocre José Antonio Álvarez Gundín –empezó de meapilas y ha terminado de caga gaviotas- que ha conseguido que nadie tenga el más mínimo interés en seguir las elecciones a través de TVE (el 4% de audiencia), porque ya se sabe que va a ser aburrido sectarismo, que es a lo que se dedica esta legión de papagayos mediocres.

Rajoy bate el récord de la estupidez

Aunque para mediocridad, la de su jefe, Mariano Rajoy, quien en estos días ha batido prodigiosamente el récor de la estupidez, consiguiendo un récord mundial imbatible. Rajoy ha hundido al PP y va a llevar a casi todo el partido al paro.

1.- La noche electoral no dio la cara –mandó a un sobrero, un tal Pablo Casado, para que se la rompieran, diciendo chorraditas- demostrando su inveterada cobardía.

2.- Al día siguiente, ante el Comité Ejecutivo Nacional, y con la ausencia de doce de los trece barones, Rajoy batió todos los récords de la estupidez, afirmando poco menos que el PP había ganado las elecciones.

3.- Rajoy se atrevió a decir que las andaluzas no son extrapolables y, sin embargo, se ufanó de que habían sacado trescientos mil votos más que en las europeas, cuando son éstas las menos extrapolables, tanto por su significado, como por su alta abstención, como por la existencia de circunscripción única.

En suma, el PP se encamina hacia el desastre con un capitán al timón que debería ser incapacitado por incompetente y que está dando muestras de haber perdido por completo el sentido de la realidad, que ha llevado el síndrome de La Moncloa al extremo, y que está llevando al límite su conocida estrategia de no hacer nada y dejar pudrir los problemas y que se ha creído de verdad su propia mentira de la recuperación.

Esperanza Aguirre dice lo contrario de lo que ha dicho

El único resto de esperanza que le queda al PP es la candidatura de Esperanza Aguirre al Ayuntamiento de Madrid y que pudiera ser la Susana Díaz del PP. El problema de Esperanza Aguirre es que dice lo contrario de lo que ha hecho, que cuando pone en solfa la digitalización de Moreno Bonilla le afean su propia digitalización; que cuando propugna la democracia interna resulta que ella no la ha practicado lo más mínimo; que cuando habla de regeneración, no ha puesto en práctica ninguna medida habiendo podido hacerlo, teniendo tiempo y poder para ello; y no digamos cuando se mete en el berenjenal asqueroso de la corrupción, no está, desde luego, para presumir con el ático de Ignacio González, Francisco Granados en la cárcel y Gürtel que floreció en Boadilla y toda la Sierra Norte de Madrid.

En resumidas cuentas, el PP, que es pura casta, y ha agredido a su base social, a las clases medias, ha quedado atrapado en la falta de pulso, en la inanición de Rajoy, de modo y manera que el partido ha entrado en pánico, y los cargos, carguillos y carguetes, que tienen su principal acomodo en autonomías, diputaciones y ayuntamientos se ven con el agua al cuello, abocados al paro.

Porque las andaluzas sí se pueden extrapolar y lo previsible es que el PP obtenga el 22 de mayo peores resultados: cuando el electorado olfatea derrota suelen tender a la desbandada.