No es algo ocasional, casual o puntual; no se trata de un fenómeno que tiene lugar en nuestras zonas turísticas por reacción espontánea. Desde hace años, muchos, la benevolente democracia española permite que ciertas agencias de turismo y cadenas hoteleras, fomenten el turismo de borrachera y desmadre. La “palma” se la llevan ciertos hijos de la Gran Bretaña que viajan como turistas a nuestras costas buscando el alcohol a chorros a precio de saldo, y la oportunidad de comportarse aquí como no le permitirían bajo ningún concepto en su país de origen.

La ciudad emblemática para este “momentazo” de la borrachera y el desmadre callejero comenzó siendo Lloret de Mar. Es triste y lamentable que una bella ciudad española de la Costa Brava, que un día fue un humilde pueblo de sufridos y honrados pescadores, sea conocida ahora mismo en el exterior y en el interior mucho más por el vandalismo, la droga, el alcohol y el gamberrismo, que por ser un lugar hospitalario y lleno de encanto donde sus gentes han dado siempre sobradas muestras de laboriosidad, buena educación y civismo. Recuerdo los sucesos que tuvieron lugar en 2011 a la salida de una discoteca, donde la Policía se vio obligada a utilizar material antidisturbios contra pandillas de turistas británicos ebrios, que arrasaban todo lo que encontraban a su paso. Aquel acto reprobable de unos forasteros en casa ajena, se saldó con veinte detenidos a los que el Juez puso de inmediato en libertad, acusándolos de los delitos de desórdenes públicos y atentado contra agentes de la autoridad.

El turismo británico de borrachera y desmadre se ha extendido a otros puntos de España como una pandemia imparable sin que nuestras autoridades hagan nada para impedirlo. En Baleares, una ola de muertes por ‘balconing’ ha llegado a ocupar las portadas de los periódicos llegando la noticia en cuestión de minutos a todos los rincones del mundo; un “juego” en el que estos turistas bien servidos de alcohol y de drogas saltan desde sus habitaciones hasta la piscina del hotel, como una “moda” contagiosa que ya es secundada por turistas de otros países europeos. Eso sí, ese ‘puntazo’ tiene que ser inmortalizado por el “fumao” de turno para difundirlo a través de la Red, y colmar así su satisfacción y la del “supermán” sin capa. Una moda muy democrática tolerada por la “marca España” donde todo vale, y que se ha cobrado ya varias víctimas mortales y decenas de heridos.

Sin necesidad de movernos de las Islas Pitiusas, en Magaluf (Mallorca), estos hijos de la Gran Bretaña exhiben sus ‘locuras’ de moda traídas desde los peores antros del “Imperio”. Son capaces de emborracharse también sin necesidad de beber alcohol gracias al ‘Oxy Shot’. Se trata de un aparato que permite, mediante la inhalación de alcohol, un efecto mucho más rápido y sin resaca que pone en riesgo la salud de los jóvenes aumentando la posibilidad de presentar problemas asmáticos e incluso algún que otro enfisema pulmonar.

Estos turistas británicos ofrecen como digo un perfil joven, de entre 16 y 24 años, y evidencian una realidad que año tras año se va acentuando en Baleares; zonas como El Arenal y Magaluf, enclaves británicos por excelencia, se están convirtiendo en auténticos “guetos” en los que solo se escucha y se ven sus canales de televisión o se mercadea con productos traídos directamente de Gran Bretaña.

Luego están las ciudades “british” como Benidorm, donde existe una Plaza Británica repleta de clubes nocturnos en los que no se escucha ni una sola palabra de español y que han sido rebautizados con nombres londinenses como Piccadilly, Carnaby Street y The Red Lion.

Pero, no nos olvidemos de la capital de la Costa Dorada en la provincia de Tarragona. Salou, es hoy epicentro de las fiestas de fin de curso para miles de estos hijos de la Gran Bretaña, y conocidas como “SalouFest”. Durante cinco días, cinco mil estudiantes británicos comen, beben y duermen por menos de 200 euros por persona. La “Saloufest” trae a estos estudiantes ingleses según el tour-operador “Love Tour”, con “más deporte que nunca”, pero la realidad es muy distinta, estos jóvenes tienen una manera muy particular de ejercitarse: droga, alcohol o ambas cosas juntas.

Otras zonas de España también sufren este turismo de “doble filo”. Para los mercaderes que están en la pomada de tanta basura, lo único que importa es el dinero rápido; ofrecer bebida más barata reporta mayores beneficios económicos, pero se olvida lo más importante, y es que la imprudencia a la hora de emborracharse por parte de esos jóvenes que vienen a España a desinhibirse, puede provocar situaciones que no solo son culpa de ese “turismo de borrachera, desmadre y de “saldo”, sino de la codicia de aquellos mercaderes por obtener el máximo beneficio de la forma más ruin, perniciosa y suicida.

Otro caso lo encontramos en el barrio barcelonés de “La Barceloneta”. En agosto de 2014 unos doscientos vecinos de este barrio, hartos de no poder vivir ni descansar, se manifestaron contra los pisos turísticos con contratos irregulares, y las conductas incívicas de los turistas británicos que allí se alojaban, pues borrachos y desnudos sin respetar a nada ni a nadie, se dedicaban a practicar sexo, orinar y defecar en la vía pública, como una muestra de “superioridad” y falta de consideración para con los ciudadanos españoles.

Ante tanta lenidad por parte de nuestras autoridades cuando se trata de meter en cintura a los inmorales mercaderes codiciosos, y frente a tanto acto vandálico e incivil por parte esos turistas hijos de la Gran Bretaña, es hora de que los españoles nos formularnos las siguientes preguntas:

¿Qué sucedería si los jóvenes españoles que viajan hasta Reino Unido se comportaran del mismo modo que estos turistas ingleses en nuestro país? ¿Qué pasaría si los españoles nos dedicásemos a exhibirnos desnudos y a defecar y orinar en las principales vías de Londres? ¿Qué ocurriría si las agencias de turismo y cadenas hoteleras auspiciasen y fomentasen este tipo de turismo español en Inglaterra?

Pues yo les diré lo que ocurriría; en primer lugar, los alborotadores serían contundentemente reprimidos por la Policía, detenidos y encarcelados; a reglón seguido, toda la prensa del “Imperio” anglosajón se levantaría en oleadas de improperios contra España y el conjunto de su ciudadanía, con el apoyo incondicional de un sector de la prensa española apostillando las noticias. A continuación, las autoridades británicas desplegarían a la Royal Navy en torno a Gibraltar como medida de prevención; y por último, el “premier” británico convocaría, sin un minuto de demora, no sólo a los países más influyentes de la Unión Europea y al parlamento de Estrasburgo, sino que interpelaría al Consejo de Seguridad de la ONU para que sancionase a España y prohibiese la exportación de nuestros productos al resto del mundo.

Que pena de España, y que pena de gobernantes que nos dirigen y nos representan en el plano nacional e internacional. Nuestros “amos” de Bruselas no solo nos han debilitado industrial y económicamente convirtiéndonos en un país de camareros, sino que con la anuencia, el consentimiento y la complicidad de nuestra clase política, nos toman peyorativamente como el pito del sereno, a pesar de que ya quedan muy pocos serenos, y por supuesto pocos pitos.

Hemos perdido nuestra dignidad, y con ello, nos hemos convertido en el felpudo donde cualquiera puede restregar tranquilamente la suela de sus zapatos, después de pisar un mojón.